Desde el paisaje de su infancia en Cholila, hasta su jardín medicinal en Esquel, Eva Quilodrán compartió su vida con las plantas. De esos seres vivientes ella aprende y enseñó en toda Latinoamérica. Un saber ancestral que brotó de sus manos y que todavía crece, ayudando a quienes necesitan no sólo aliviar, sino también sanar.