En un emotivo y multitudinario funeral, el mundo despedía al querido y recordado Francisco, el papa que supo romper barreras y acercar la iglesia a los marginados de la sociedad. Centenares de miles de creyentes y no creyentes se congregaron en la plaza de San Pedro y pasaron la noche en vela para rendir homenaje al pontífice.
La ceremonia, que comenzó en la plaza de San Pedro y culminó en la basílica de Santa María la Mayor, fue solemne y conmovedora. Los asistentes, entre ellos líderes internacionales como Donald Trump, Emmanuel Macron y Volodímir Zelenski, lloraban y seguían atentamente cada momento de la despedida.
Durante la misa, el cardenal Giovanni Battista Re destacó la misión de Francisco como guía de una iglesia que él considera como un hospital de campaña, siempre al lado de los necesitados. Sus palabras y el recuerdo de su insistencia por alcanzar la paz emocionaron a la multitud que se encontraba en Roma.
Con la dignidad que caracteriza a todos los cristianos, el cuerpo del papa atravesó los muros vaticanos en un cortejo fúnebre rumbo a su destino final en Santa María la Mayor. El ataúd viajó en el papamóvil, permitiendo que los fieles que se encontraban en las calles de Roma pudieran despedirse de él. Finalmente, fue inhumado en una ceremonia íntima en la basílica.
Bajo una losa de mármol de Liguria, Francisco descansa en paz en la tierra de sus orígenes italianos. Su funeral, más que nunca, fue una muestra de la unidad de la iglesia, con la presencia de dignatarios de más de 160 países y también de aquellos quienes se encontraban en los márgenes de la sociedad, aquellos a quienes Francisco dedicó su vida.
El legado de este papa latinoamericano perdurará en el corazón de millones de personas alrededor del mundo. Su compromiso con los más vulnerables y su mensaje de fraternidad y misericordia continuarán inspirando a generaciones venideras. Descansa en paz, Francisco.