¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

20 de Septiembre de 2025

De un pueblito chileno a la Comarca Andina: el camino de trabajo, música y gratitud de Silvia Vallejos

Silvia Vallejos llegó desde Chile en 1982, con sueños, trabajo y valentía. Hoy, mira su vida con gratitud y arraigo en la Comarca Andina.

Sabado, 20 de septiembre de 2025 a las 07:59

Continuando con este ciclo de entrevistas de Info Cordillera, y con motivo de una semana especial para el pueblo chileno, tan presente en nuestra zona cordillerana. Hablamos del 18 de septiembre, de las Fiestas Patrias, y si en El Bolsón hablamos de Chile, hablamos del “Roto Chileno” y su mujer. Esta vez, la historia nos lleva a Silvia Vallejos, chilena nacida en Máfil, una pequeña localidad al norte de Valdivia, que vino a Argentina buscando un porvenir mejor y construyó una vida llena de raíces, trabajo y familia.

Silvia nació en 1964, en Máfil, “un pueblito a 40 kilómetros hacia el norte de la provincia de Valdivia, en la Región de los Ríos, en Chile”, recuerda. Su infancia transcurrió entre la tranquilidad del campo y las responsabilidades propias de una vida rural. Desde pequeña, Silvia ayudaba a ordeñar vacas, alimentar a los animales y cuidar los corderos. “Por ahí las ovejas se morían, teníamos que atender los corderos, y así todo lo que es pato, ganso, todos los chanchos, que eran más trabajo. Cuando la chancha quedaba preñada, había que ayudarla mucho para que pueda sacar todos sus chanchitos a flote; si no tenía ayuda la chancha, se le ahogaban los chanchos y se moría la chancha completa”, relata con la sencillez de quien conoce la dureza del trabajo cotidiano en el campo.

Máfil, según describe, es un pueblito rodeado de llanuras y vegetación, más cerca de la cordillera que del mar, donde la vida giraba en torno a la leche, las siembras y la tierra. Allí también vivió la música y la tradición: acordeón y guitarra acompañaban los festivales locales, como el de la leche, destinado a dar a conocer los pequeños pueblos alejados de Valdivia.

Su llegada a Argentina fue un paso decisivo. Silvia recuerda con exactitud la fecha: el 10 de octubre de 1982. Llegó directamente a El Bolsón, una ciudad que le sorprendió por la nieve y la altura de sus paisajes. “Nosotros en Chile tenemos esa costumbre de venir de taquito, la falda, y llegar acá, ver la nieve, que los tacos se enterraban en la nieve. Para uno en el campo no veías”, recuerda entre risas. A pesar del desarraigo y de la distancia con su tierra natal, el Bolsón la recibió “muy bien”, asegura.

El motivo que la trajo fue la búsqueda de un futuro mejor. “En Chile se pasaba mucha hambre. Para trabajar, el empleo mínimo era un sueldito pequeño que apurado era un chauchito, que si fuera un kilo de harina es lo que ganaba uno y nada más, nada más”, explica. Como tantos otros que cruzaron la cordillera, Silvia encontró en la Argentina una oportunidad para construir una familia y crecer.

Su maternidad comenzó en Mayín, “en pleno campo”, con la ignorancia de quien no sabe lo que es ser madre. “A los ponchazos uno iba aprendiendo, a los golpes de la vida. Lo tuve a mi primer hijo en pleno Mayín, así que ahí aprendí lo que es tener un hijo, pero así, difícil, muy difícil. Sola, sin saber lo que era un médico, a pura partera”, recuerda. Sin embargo, esas dificultades no apagaron su fuerza ni su capacidad de adaptarse y aprender.

Con el tiempo, tras la pérdida de su primer marido, Silvia conoció a Alfonso, “el roto chileno”, y juntos conformaron una familia que incluye dos hijos, quienes a su vez la hicieron abuela. Hoy, su hija vive en Neuquén con tres hijos y su hijo regresó a Chile, donde también tuvo una hija. Silvia y Alfonso llevan más de 40 años viviendo en su casa del barrio Usina, un hogar que refleja su identidad, sus raíces y la influencia chilena presente en la región.

El respeto por las tradiciones chilenas es una constante en la vida de Silvia. Cada 18 de septiembre, su casa se llena de celebraciones que recuerdan sus raíces: música, comida y costumbres que mantienen vivo el vínculo con su tierra natal. Entre risas y recuerdos, cuenta cómo conoció a Alfonso: en una farmacia, con su hijo pequeño enfermo y una receta en mano, se cruzaron por primera vez. Esa primera conexión se transformó en una vida compartida, un amor que se consolidó con la cotidianeidad, el trabajo y la música: juntos formaron el grupo “Los Por Si Acaso”, que debutó en Radio Nacional y se convirtió en parte de la cultura local.

Silvia y Alfonso se volvieron parte de la comunidad del Bolsón. No hay acto patriótico, aniversario del pueblo o celebración donde ellos no digan presente, como un gesto de agradecimiento hacia un país que los recibió y les permitió construir sus vidas. La gratitud hacia la Argentina se refleja en cada gesto cotidiano, en cada historia contada, en la transmisión de las tradiciones chilenas a las nuevas generaciones.

A la hora de hablar de fútbol y rivalidades, Silvia adopta una postura sabia y reflexiva. “Soy neutra, total. El fútbol y la política dividen al ser humano”, dice, mostrando que su vida ha aprendido a valorar la convivencia y el respeto por encima de cualquier disputa.

En la mesa de su casa, la tradición se manifiesta también en la comida: sopa y pilla, café con leche, té y alfajores con chancaca, la azúcar negra típica chilena, preparada con clavo de olor y naranja, acompañando los recuerdos de un país que, aunque lejos, sigue muy presente en cada celebración.

Mirando hacia atrás, Silvia expresa con sencillez y profundidad lo que siente por su vida: “Gracias a Dios que aquí aprendí a ser madre, aquí en la Argentina viví la mayoría de mi juventud y de mi adultez. Esta palabra que he mencionado varias veces, agradecimiento. Gracias a la Argentina porque acá aprendí a ser madre, acá aprendí a ser esposa, mujer y abuela”.

La historia de Silvia Vallejos es la historia de muchas mujeres y hombres que cruzaron fronteras en busca de un futuro mejor, que aprendieron a vivir en un lugar extraño y a hacer de él su hogar. Es la historia de la fuerza del trabajo, de la perseverancia, del amor por la familia y de la gratitud hacia un país que les dio la oportunidad de crecer y echar raíces. Cada 18 de septiembre, cuando los chilenos de la región celebran su patria, Silvia recuerda su tierra natal, los campos de Máfil, la música, los animales, y la vida dura pero hermosa que la formó. Y también celebra su vida en el Bolsón, la ciudad que la recibió con nieve y montañas, y donde construyó una historia que hoy comparte con quienes la rodean, con orgullo, con nostalgia y, sobre todo, con amor.

Su historia es, en definitiva, un viaje de resiliencia, identidad y pertenencia. De Máfil al Bolsón, de la niñez en el campo a la maternidad y la abuelidad, Silvia Vallejos nos recuerda que las raíces se llevan dentro, pero los sueños se construyen donde se los permite la vida.