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27 de Septiembre de 2025

Rodrigo Pérez y el salto que lo llevó de la abogacía a la pasión por la pesca del salmón Chinook

Entre montañas que guardan secretos y ríos que corren con fuerza de deshielo, Rodrigo Pérez encontró un llamado imposible de ignorar. Abandonó un camino seguro en el mundo jurídico para seguir la huella del salmón Chinook, esa criatura imponente que desafía al pescador y transforma cada captura en un acontecimiento vital. Su historia es la de un hombre que eligió reinventarse, y la de una Comarca que busca reconocerse en sus aguas.

Sabado, 27 de septiembre de 2025 a las 09:48

Nacido en El Bolsón en 1982, hijo de un histórico juez de paz, Rodrigo Pérez encontró en el río primero un refugio junto a su padre y luego un destino personal. Tras dejar atrás el estudio jurídico que sostenía durante 15 años, eligió volcarse a la pesca deportiva del salmón Chinook. Hoy, guía habilitado y referente en la región, comparte anécdotas, memorias familiares y el sueño colectivo de darle a la Comarca Andina una identidad marcada por la pesca.

El calendario marca que falta poco para que se inaugure una nueva temporada de pesca en la Comarca Andina, y en paralelo comienza a resonar el nombre de un grupo de personas que viene trabajando silenciosamente para que la región tenga, además de montaña y cultura, una identidad firmemente ligada al río. Entre ellos está Rodrigo Pérez, un hombre de 42 años que confiesa que nunca planeó terminar en este camino, pero que un día se dejó arrastrar por la corriente del salmón Chinook.

Su historia se construye entre contrastes: la infancia compartida con su padre, Roberto Guillermo Pérez, quien fuera juez de paz en El Bolsón durante 28 años, y los días actuales en los que guía a visitantes de todo el mundo en la búsqueda de la pieza más codiciada de la pesca deportiva en la Patagonia.

"Con mi viejo íbamos al río Chubut. Era un momento muy especial, porque él tenía poco tiempo y esa salida era nuestra forma de encontrarnos", recuerda. Entre esas jornadas con cañas y los penales improvisados en la chacra, Rodrigo fue descubriendo que lo importante no era el resultado, sino el compartir. Hoy, con sus hijas, repite la experiencia, pero con una diferencia clara: “Yo voy a todos lados con ellas, incluso a pescar. Son fanáticas”.

La anécdota con Catalina, su hija mayor, lo sigue emocionando: “Tenía apenas tres años y medio, quería sacar su primera trucha para comerla. Logró pescar una perca, pero estábamos en un Parque Nacional y tuvimos que devolverla. No quiso pescar en toda la temporada después de eso”. Historias pequeñas que marcan, como lo hizo también aquel día en el que, de casualidad, pescó su primer salmón Chinook.

Hasta entonces llevaba adelante un estudio jurídico dedicado a la rectificación de datos personales, con sede en Buenos Aires y sucursal en El Bolsón. El negocio era rentable y lo posicionaba bien en todo el país. Pero un viaje al desemboque fue suficiente para cambiarlo todo. “Saqué mi primer salmón y fue una obsesión. Ese día dije: quiero dedicarme pura y exclusivamente a esto”.

La decisión no fue inmediata, pero el camino se abrió solo. Compró una casilla rodante, se instaló junto al río y empezó a alternar el trabajo legal con las salidas de pesca. “A la mañana trabajaba en la computadora y a la tarde me iba a pescar. Empecé a sacar salmón tras salmón, la gente me veía y quería que los llevara. Así empecé, con un bote chiquito, desarmable para dos personas. Una locura”, cuenta.

Lo que parecía un hobby terminó siendo una profesión. Rodrigo se capacitó, se convirtió en guía habilitado y formó parte de un grupo que busca que la Comarca Andina también sea reconocida como destino de pesca deportiva. “Históricamente, los guías de pesca de la zona se iban a hacer doble temporada a Cholila o a otros lugares. Acá no se había explotado. Pero tenemos ambientes buenísimos y además actividades para toda la familia: la feria, la montaña, parapente, el museo de piedras. Eso nos diferencia de otros destinos”.

La gran carta fuerte, subraya, es el salmón Chinook. Llegó masivamente hace unos diez años y revolucionó la región. “Es el salmónido más grande que tenemos en Patagonia, muy difícil de capturar. Son animales de 15 kilos que saltan como si un cordero lo hiciera en el agua. Solo verlos saltar alrededor de la lancha ya es un espectáculo”.

Rodrigo ha guiado a pescadores de todo el país, de Chile, Brasil y hasta de Japón. Muchos regresan cada temporada y mantienen con él una relación de amistad. “Cuido mucho a mis clientes. Prefiero no hacerlos venir si la temporada no es buena. Eso lo valoran muchísimo, porque no es solo pescar: es compartir la experiencia”.

Sobre el debate entre pesca y depredación, es categórico: “El Chinook es una especie introducida. Se permite sacrificar dos ejemplares, lo mismo que con las truchas arcoíris y marrones. Pero yo insisto en devolver los ejemplares grandes. Siempre dentro del reglamento, que es benévolo, hay que buscar un equilibrio”.

El vínculo con la naturaleza no termina en el río. También pasa por la mesa. “Para mí, la mejor forma de comer el salmón es ahumado. Pero se puede hacer a la parrilla, siempre cuidando de no sobrecocinarlo. Es carne firme, magra, de sabor intenso, muy distinta a la de criadero”.

Cuando la jornada de pesca concluye, suele cerrarse de la forma más patagónica posible: “Un asado con un buen vino de la comarca”, dice sonriendo.

Para quienes nunca vivieron la experiencia, su invitación es directa: “Que vayan, que prueben. Pescar un salmón es complejo, pero verlos saltar ya es un regalo. La gente queda asombrada, se queda hasta el atardecer mirando cómo saltan. Es hermoso, y es algo que solo la Comarca Andina puede ofrecer”.