La provincia de Chubut se ha convertido en una destacada protagonista en el mapa vitivinícola de Argentina. La sommelier Agustina Zuelgaray destaca que se puede explorar esta región “desde la costa hasta la cordillera, atravesando innumerables viñedos y bodegas”, lo que permite descubrir un terroir tanto diverso como extremo, pero de notable calidad.
La aventura vitivinícola inicia en el sur, en Sarmiento, donde nace Otronia, el área vitivinícola más austral del mundo, a orillas del Lago Musters. Esta bodega representa aproximadamente el 40% de las tierras productivas de la provincia y el viñedo Paico se adapta singularmente a las condiciones extremas de la Patagonia, caracterizándose por su suelo compuesto en su mayoría por arenas eólicas y depósitos aluviales que aportan elementos distintivos a los vinos.
Zuelgaray resalta que Sarmiento “ofrece una diversidad y un portfolio de vinos increíbles a la vera del lago Musters”. Al avanzar hacia el centro de la provincia, se encuentran proyectos únicos como Cielos de Gualjaina, Viñas de Huancache y Rincón Los Leones, que aportan su propia impronta a la vitivinicultura local.
Más hacia el oeste, en la zona cordillerana de Trevelín, se extienden varias bodegas con características únicas, como Viñas de Nant y Fall, Contracorriente, Sendero Wines, Casa Yagüe y el Pinot Noir de Faldeo de Epuyén, de la familia Patagonian Wines. “Trevelín es una de las indicaciones geográficas más importantes de la provincia, con vinos de una acidez natural filosa y marcada, que se distingue del resto del país”, explica Zuelgaray.
También se suman a esta geografía vitivinícola bodegas en El Hoyo, además de viñedos “plantados a la vera del mar” en Bahía Bustamante, y nuevos emprendimientos como Puerto Campo, dirigido por Matías Michelín, que se encuentra a 150 km de la costa atlántica. En el valle inferior del río Chubut, localizadas en Trelew y Gaiman, se encuentran bodegas como Punta Ninfas y Finca Safira, aportando a la rica diversidad de paisajes que enriquecen la producción local.
Zuelgaray describe esta vitivinicultura como “extrema, con heladas frecuentes y vientos intensos, que requieren tecnologías como el riego por aspersión, creando un ‘efecto iglú’ que protege las vides del frío”. La acidez es uno de los rasgos distintivos de los vinos chubutenses, a la que Zuelgaray se refiere como “la columna vertebral de los vinos chubutenses” debido a cómo se potencia por la amplitud térmica y el clima frío. “Son vinos con una acidez natural muy presente y filosa, que hace salivar. Me encanta”, agrega.
Entre sus opciones preferidas, señala un Gewürztraminer de Cielos de Gualjaina, elaborado con métodos ancestrales como fermentación en ánforas y crianza en vasijas, ambientado con cantos gregorianos. “Es un vino que te sorprende. Aromáticamente es increíble, con mucho volumen en boca”, detalla. Este perfil de vino se encuentra también en otros varietales como el Sauvignon Blanc de Adamow, que ofrece buena acidez y notas de hierba fresca, así como el espumante de manzana de Sarmiento.
“Era impensado que a estas latitudes se pudieran elaborar vinos de tan alta calidad”, enfatiza la especialista. En la actualidad, Chubut cuenta con “más de 44 establecimientos vitivinícolas y más de 20 bodegas abiertas al público”. Esto ha derivado en una fascinante ruta enoturística, que invita a descubrir el origen de los vinos, a conocer a sus productores y a disfrutar de paisajes espectaculares. “Es la nueva visita que antes hacías a Mendoza o San Juan. Hoy podés recorrer la meseta, la costa y la cordillera sin salir de Chubut.”
La vitivinicultura en Chubut no solo se expande en superficie y calidad, sino también en identidad. Con un enfoque en la investigación, adaptación y experimentación, los productores están incursionando en diversos varietales, más allá del reconocido Pinot Noir, logrando vinos de carácter distintivo que reflejan fielmente su origen.
La sommelier invita a todos a “pensar en el lugar de donde proviene el vino, quiénes lo hacen, cómo lo elaboran. Acá hay coherencia entre el cuidado de la vid, la forma de elaboración y el producto final. Eso es nobleza”. Hoy, Chubut se erige como una realidad vitivinícola en pleno crecimiento, generando vinos que cuentan la historia de su geografía, su clima y de las personas que, con pasión y conocimiento, han convertido a esta provincia en una nueva joya del vino argentino.