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11 de Octubre de 2025

Mike Cooke: un grande del rock patagónico que "se nos fue de gira"

Su acento británico nunca se apagó, pero su corazón latía al ritmo del Piltriquitrón. Desde que llegó a Mallín Ahogado en los años setenta, Mike Cooke tejió una historia de vida tan profunda como su música. Hoy, tras su partida, sus palabras vuelven a sonar, recordándonos que hay vidas que no se apagan: simplemente se transforman en canción.

Sabado, 11 de octubre de 2025 a las 08:46

A modo de homenaje, desde InfoCordillera volvemos sobre una entrevista que realizamos meses atrás a Mike Cooke, el músico inglés que hizo de El Bolsón su hogar, su escenario y su forma de vida. Hoy, tras su partida, sus palabras cobran un nuevo sentido. Lo escuchamos otra vez, con su voz suave, su mirada luminosa y esa forma tan suya de contar el mundo: entre acordes, silencios y risas.

 

Una charla en el centro, un café y un sombrero de ala

Era una tarde fresca en El Bolsón. En una confitería del centro, entre tazas humeantes y el murmullo de la montaña, entró Mike Cooke con su paso tranquilo, el sombrero de ala ladeado, una sonrisa enorme y ese acento que el tiempo no logró borrar.

—“Tengo 72 años, pero sigo tocando como si tuviera veinte”, dijo mientras se sentaba, con la serenidad de quien aprendió a reírse del calendario.

Había nacido en Leeds, Yorkshire, en la Inglaterra de la posguerra. Su juventud transcurrió entre calles donde se cruzaban nombres que luego harían historia.

—“En mi barrio conocí a Roger Waters, y mi hermana trabajaba para Keith Richards. En aquel momento no era nada importante, solo vecinos. Pero después… mirá lo que fueron”, recordaba, con esa mezcla de humildad y asombro que lo caracterizaba.

 

Del mundo a Mallín Ahogado: la aventura de una vida

El destino lo llevó lejos: Alemania, Singapur, Canadá… y finalmente la Patagonia.

—“Mi padre estaba en el Ejército y viajábamos mucho. Cuando conocí a mi padrastro, Murray, todo cambió. Él era cineasta y un día, buscando locaciones para una propaganda, llegamos a El Bolsón. Era una publicidad de shampoo, con una mujer rubia y duraznos en el árbol, con el Piltriquitrón de fondo”, contaba entre risas. En esa anécdota, entre casualidad y destino, nació un vínculo para siempre.

—“Conseguimos una chacra en Mallín Ahogado. Llegamos con ayuda de Gendarmería, nueve hermanos, mi padre, un amigo… todos en un rancho de cuatro por cinco, con piso de tierra. Fue un cambio total. Pasamos del Londres urbano al silencio de los bosques. Fue una aventura increíble”, decía, mientras el vapor del café se mezclaba con la emoción de sus recuerdos.

 

“La música es parte de mi ser”

Cuando le preguntamos por su vínculo con la música, no dudó ni un segundo.

—“Desde que tengo memoria, la música está dentro mío. La primera banda que tuve fue acá, en El Bolsón”, relató.

Esa banda fue Cuero Caliente, junto a “Dudy” Guasco y Tito Eldahuk, aunque pronto pasó a llamarse La Bolsón Blues Band. Después, vendrían La Roca —su grupo más longevo— y finalmente La Mike Cooke Band.

—“Soy un rockstar viejo en el siglo XXI”, decía entre carcajadas. “Seguimos tocando y estamos por grabar nuevos temas. No veo por qué parar si esto es lo que más amo”.

Mike había trabajado también en la construcción, de donde se jubiló, pero nunca dejó de subirse a un escenario. La música era su modo de respirar.

 

Una familia con música en la sangre

—“Tengo siete hijos, tres adoptados y cuatro propios. Todos tocan”, decía con orgullo.

Su voz se llenaba de emoción al nombrar a Valentina, su hija, parte de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado junto a Gaspar Benegas, la banda del Indio Solari.

También mencionaba a Frank, con quien compartía escenario, y a El Enano Cooke, otro de sus hijos músicos.

—“Con Francisco estamos armando algo más acústico, más íntimo. Para tocar en lugares chicos, donde la gente pueda sentir la música cerca”, explicaba.

Era fácil imaginarlo ahí, guitarra en mano, iluminado por una luz cálida, haciendo vibrar cada cuerda como si fuera una conversación.

 

El legado de una vida plena

Antes de despedirnos, le preguntamos si imaginaba su nombre en una calle o una plaza.

—“No, eso no. Prefiero que quede el recuerdo en las escuelas musicales o con los artistas de acá. Eso sería lo mejor”, respondió con firmeza y ternura.

Su mirada, entonces, se perdió por un instante en la ventana, hacia el Piltri, como si ya estuviera escuchando otra melodía.

—“He vivido plenamente. Mi vida ha sido diversa y no me puedo quejar”, concluyó.

Hoy, esas palabras vuelven con un eco distinto.

Mike Cooke ya no camina las calles de El Bolsón, pero su música sigue sonando en los bares, en las radios, en las chacras, en las memorias. En cada guitarra que se afina, en cada banda que ensaya, hay algo suyo que no se apaga.

Porque hay artistas que no mueren… Hay espíritus que, simplemente, se van de gira.