El éxito de la temporada de Trevelin impulsó un movimiento turístico histórico, con tres vuelos diarios a Esquel y una proyección que supera incluso a las mejores temporadas de esquí.
El color y la belleza de los campos de tulipanes de Trevelin volvieron a demostrar el enorme potencial turístico de la Cordillera del Chubut. La afluencia de visitantes durante octubre fue tan alta que esta semana Aerolíneas Argentinas debió programar tres vuelos diarios a Esquel y algún día con la posibilidad de hasta un cuarto vuelo, algo sin antecedentes ni siquiera en los inviernos más exitosos de La Hoya.
El fenómeno consolida a la “temporada de tulipanes” como un nuevo motor económico y una ventana de promoción internacional para toda la región. Sin embargo, también deja en evidencia una verdad ineludible: cuando hay inversión privada, los resultados llegan; pero para sostenerlos, se necesita planificación a largo plazo y una fuerte presencia del Estado.
La experiencia de Trevelin muestra que el esfuerzo de los emprendedores y productores puede transformar un atractivo natural en un producto turístico de nivel mundial. Pero sin infraestructura adecuada —rutas, conectividad aérea y servicios—, ese crecimiento corre el riesgo de estancarse.
El aeropuerto de Esquel, por ejemplo, sigue sin avances en las obras anunciadas, limitando la capacidad operativa justo cuando más vuelos se necesitan. Mientras tanto, El Bolsón impulsa un proyecto propio para contar con una terminal aérea, entendiendo que el turismo regional requiere una red integrada que facilite el acceso de visitantes desde distintos puntos del país.
La Patagonia cordillerana tiene todo para consolidarse como un destino de cuatro estaciones. Pero el mensaje que dejan los tulipanes es claro: la iniciativa privada puede abrir el camino, pero el desarrollo sostenido sólo será posible con políticas públicas coherentes, inversión en infraestructura y planificación a largo plazo.