El inicio de mayo trajo consigo un nuevo ajuste en los precios de los combustibles en Argentina, con un incremento en la nafta y el gasoil de entre 4% y 5%. Este aumento se produce a pesar de la decisión del Gobierno Nacional de congelar los impuestos hasta junio, una medida que buscaba amortiguar el impacto en los consumidores.
La razón detrás de este incremento se atribuye a la devaluación mensual del peso frente al dólar, que fue del 2%, y a la necesidad de las empresas petroleras de recuperar márgenes que habían sido afectados en períodos anteriores. A pesar de los esfuerzos por mantener los precios estables, la presión inflacionaria y los costos crecientes de producción han llevado a las compañías a ajustar sus tarifas.
Este escenario plantea desafíos tanto para los consumidores, que deben afrontar precios más altos en un contexto económico ya de por sí complejo, como para el Gobierno, que debe equilibrar las necesidades fiscales con el bienestar social. La situación también refleja la volatilidad de un mercado global de energía que continúa siendo impredecible.