La reciente desaparición de una pareja de jubilados en Comodoro Rivadavia volvió a dejar al descubierto una realidad alarmante: el atraso tecnológico en materia de seguridad y control urbano que afecta no solo a la ciudad petrolera sino a buena parte de la Patagonia.
En otras ciudades del país o del mundo, ante hechos similares, las autoridades logran reconstruir en pocas horas los últimos movimientos de una persona desaparecida gracias a la red de cámaras públicas, lectoras automáticas de patentes o sistemas de geolocalización. En cambio, en Comodoro y en la mayoría de las localidades de la región, esa posibilidad es casi inexistente.
La falta de inversión en infraestructura tecnológica y de coordinación entre fuerzas de seguridad, tránsito y emergencias deja enormes vacíos. Mientras en grandes centros urbanos los sistemas detectan incluso si un conductor utiliza su celular al manejar, aquí todavía se depende de testigos ocasionales, registros manuales o conjeturas para reconstruir los hechos.
El problema no se limita a las rutas o zonas rurales —donde la inmensidad y desconexión complican la cobertura—, sino también al propio corazón de las ciudades. Incendios, robos, asesinatos y desapariciones podrían ser prevenidos o esclarecidos más rápidamente si existieran herramientas tecnológicas adecuadas.
La tecnología, bien utilizada, salva vidas y acorta tiempos críticos en la búsqueda de personas. En cambio, la ausencia de políticas modernas de vigilancia y control condena a la sociedad a moverse a ciegas, esperando que los hechos se resuelvan por azar o por intuición. En tiempos donde la información y la tecnología avanzan a pasos gigantes, la región sigue mirando el pasado.