En un preocupante fenómeno, se registra una mortandad inusual de ballenas francas australes en las costas de Península Valdés, en la provincia de Chubut. Desde junio hasta octubre de 2024, se contabilizaron 71 ejemplares muertos, casi triplicando las muertes del año anterior. Esta situación ha despertado la preocupación tanto de la comunidad científica como de las organizaciones dedicadas a la conservación de esta especie emblemática del Atlántico Sur.
Durante los monitoreos realizados, se detecta que las ballenas afectadas son principalmente hembras adultas y sus crías. Estos cetáceos llegan a las costas después de un largo período de ayuno, buscando alimentarse del plancton primaveral. Es en esta época que las algas tóxicas, conocidas como "mareas rojas", se intensifican, produciendo biotoxinas que contaminan el plancton y los organismos marinos que las ballenas consumen. Las toxinas se acumulan en los cuerpos de las ballenas, provocando efectos tóxicos que pueden llevar a la muerte.
Si bien los niveles de toxinas no han sido lo suficientemente altos como para declarar una alerta de marea roja, se continúan realizando investigaciones para analizar posibles biotoxinas en los tejidos y fluidos de los animales varados. Los científicos sostienen que, debido a que se trata de un fenómeno estacional y localizado, las concentraciones de toxinas podrían variar en tiempo y espacio, afectando a las ballenas en puntos críticos.
La acumulación de los cadáveres de las ballenas en las costas genera un desafío logístico considerable. Las autoridades de Chubut, junto con otros organismos, están trabajando en la remoción de los cuerpos, especialmente en áreas cercanas a Puerto Pirámides, donde el acceso es complicado. Los equipos de rescate deben transportar los cuerpos hacia zonas donde puedan ser enterrados o remolcados de vuelta al océano para su descomposición natural.
El estado avanzado de descomposición de las ballenas dificulta aún más el trabajo, y la descomposición misma genera olores y gases que pueden ser peligrosos. Por esta razón, las autoridades han advertido a la población y a los turistas que eviten acercarse a las ballenas varadas para evitar problemas de salud y minimizar el impacto ambiental.
Si bien este fenómeno no es nuevo en Península Valdés, ya que en 2022 se registró una mortandad similar, destaca la vulnerabilidad de la fauna marina ante los cambios ambientales y la proliferación de algas tóxicas en el ecosistema. A nivel mundial, se han documentado episodios similares en diversos mares, lo que enfatiza la importancia de realizar monitoreos permanentes y la implementación de medidas preventivas.
Es fundamental destacar el papel crucial de las ballenas francas australes en el equilibrio del ecosistema marino. Al ser consumidores de organismos microscópicos y pequeños peces, contribuyen al control de las poblaciones de plancton y ayudan a mantener la salud de las aguas en las que habitan. La pérdida de un número significativo de ballenas no solo afecta la biodiversidad, sino que también puede alterar la dinámica de las cadenas tróficas en los golfos afectados. Esta situación nos recuerda la importancia de proteger y conservar estas especies emblemáticas del Atlántico Sur.