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12 de Julio de 2025

De la estepa al mangrullo: la historia de Marcelo "El Paisa" Huircapán, el gaucho que le da voz a la tradición

Marcelo Huircapán, criado entre el frío de Maquinchao y el amor de su padre puestero, hoy emociona con su palabra en jineteadas y en la radio. Su historia es un homenaje a la lucha silenciosa del paisano de nuestra Patagonia.

Sabado, 12 de julio de 2025 a las 09:12

En esta nueva edición del ciclo de entrevistas de Info Cordillera viajaremos para conocer un poco más de la vida de Marcelo Huircapán, más conocido como "El Paisa", quien nació en el año 1987 en Maquinchao, un paraje de la provincia de Río Negro conocido por ser uno de los lugares más fríos del país. En ese rincón agreste de la estepa patagónica, a la vera de la Ruta 23, comenzó una historia marcada por la intemperie, el esfuerzo y una herencia rural que se haría carne en su voz.

Marcelo fue criado junto a su hermano por su padre, Genaro Huircapán, un puestero de pura cepa, trabajador incansable de la Estancia Maquinchao, una de las tantas heredadas de la época de los ingleses. "Mi viejo fue todo para mí", dice Marcelo con voz conmovida. "Nos crio solo, nos enseñó todo lo que sabía y nos dio valores que llevo conmigo hasta hoy".

 

Infancia entre el albergue y el campo

La infancia de Marcelo fue a la vez rígida y entrañable. Estudiaba en un albergue de Maquinchao mientras esperaba con ansiedad cada receso escolar para regresar al campo junto a su padre. "Pasábamos la Navidad en el puesto. Mi viejo compraba harina, azúcar, yerba, todo lo que podía, y nos quedábamos allí, aislados pero felices". La comida, recuerda, era casera y contundente: guisos, estofados, capón, y sobre todo, las tortas fritas de su padre. "Nunca más probé una igual".

Su vida transcurrió entre puestos: Casa de Piedra, La Proveedora, El Roble, El Sur y finalmente El Blanqueado, donde su padre pasó sus últimos años de trabajo antes de fallecer. Cada uno de esos rincones fue un escenario de aprendizaje y fortaleza.

 

Del esquilador al animador

Tras terminar el secundario, Marcelo no quiso seguir estudiando. Se sumó a comparsas de esquila, recorrió estancias en Santa Cruz y Tierra del Fuego, trabajó como alambrador, cargó bolsas, durmió al raso. "Fui feliz siendo pobre", reflexiona. Su recorrido laboral lo llevó eventualmente a la Comarca Andina, donde encontró estabilidad laboral en una maderera de El Bolsón. "No sabía nada de madera, pero aprendí. Como me enseñó mi viejo: con respeto y humildad, todo se puede".

Paralelamente, comenzó a surgir su vocación como animador de jineteadas. En un festival en El Foyel, le pidieron que leyera un verso. Lo hizo, con nervios, y sorprendió a todos. Esa misma tarde, lo subieron al escenario a conducir. "Me bajaba y la gente me felicitaba. Yo no podía creerlo, era la primera vez que lo hacía". Desde entonces, no paró. Ha recorrido ruedos por toda la región, relatando monta con conocimiento y pasión.

 

La radio como refugio y misión

La pandemia fue el impulso definitivo para que Marcelo se animara a otro sueño: la radio. Empezó en FM de la Reina, luego en 105.5, donde su programa creció y se afianzó como un espacio para la difusión de la cultura gauchesca. Alterna entre programas más informales los viernes con cumbia campera y chamamé, y otros más tradicionales los domingos, con milongas, payadores e historias del campo.

"La radio es una manera de sembrar", dice. "Desde un micrófono uno puede enseñar, acompañar, emocionar. La gente de campo, el por día, el mensual, el esquilador, el puestero, son los verdaderos héroes anónimos de esta tierra, y merecen ser nombrados, homenajeados".

 

Tradición viva en cada verso

Marcelo no se sube a los caballos de la jineteada, pero conoce como pocos cada gesto, cada maniobra, cada riesgo. "Si no hubieses dormido en un catre afuera, si no pusiste la pava sobre el fogón, no podés hablar con propiedad del paisano. Yo eso lo viví, y por eso puedo pararme frente a un micrófono con el alma en la mano".

Hoy, con 37 años, Marcelo es padre de una joven de 17 y de un niño que está por cumplir 3. Sueña con que su hijo lo vea animar un día desde el escenario. "Quiero que sepa quién fue su abuelo, quién soy yo, y de dónde venimos".

 

Orgullo que se hereda y se comparte

Durante el desfile del 9 de julio en El Bolsón, Marcelo observó emocionado a jóvenes vestidos con orgullo de gauchos y paisanas. "Me llena de alegría ver que la tradición sigue viva. No se está perdiendo. Solo necesitamos más espacios, más difusión. Desde mi lugar trato de hacer mi parte. Porque el paisanaje no se actúa, se siente".

En cada jineteada que anima, en cada programa de radio que conduce, Marcelo lleva la voz de su padre, el temple del campo y la pasión de un hombre que nunca dejó de ser un chico de la estepa. De esos que crecieron arriando sueños, cantando verdades y celebrando el orgullo de ser paisano.