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25 de Junio de 2025

Karem Boudargham: Por los derechos de la danza y las bailarinas que vienen

Representó a Esquel en Nueva Zelanda en un mundial de gimnasia acrobática y cuando su profe se fue -o sus orígenes la llamaron- empezó a bailar danzas árabes. Hoy en la Sirio Libanesa pone la experiencia que trajo de dar clases en distintas escuelas del mundo. Peregrina de sus ancestros apuesta a que ser bailarina sea considerado un trabajo y promueve la profesionalización de sus alumnas.

Domingo, 15 de diciembre de 2024 a las 06:01

Karem Boudargham es segunda generación de libaneses. Su abuelo falleció cuando ella tenía trece, pero fue suficiente para nutrirse de su cultura: aromas, historias, gastronomía... y el baile. Es Psicóloga Social pero desde hace mas de 26 de años que da clases de danzas árabes por el mundo y desde la pandemia, volvió a enseñar en Esquel. Con los años empezó a producir eventos y trabajó para importantes productoras de Argentina y España pero su hilo conductor fue la danza, un hilo que la une con su pasado y da frutos en su presente, iniciando a generaciones a expresarse a través del baile. ¿Su sueño? Que sus alumnas puedan profesionalizarse y trabajar de bailarinas con los derechos que eso implica y para ello necesitan la Ley Nacional de la Danza. Karem quiere para ellas la oportunidad que ella no tuvo, aunque sí ha sido un camino lleno de satisfacciones y compromiso con el futuro.

 

UN BAILE FAMILIAR

De chiquita Karem se sintió atraída por los desafíos físicos, tanto es así que en 1992 participó de un mundial en Nueva Zelanda con gimnasia acrobática, un hecho único en la historia del deporte de Esquel. Pasó gran parte de su infancia compartiendo con la colectividad sirio libanesa, pero su camino con la danza árabe ha sido el idioma que encontró para mantenerse vinculada con sus orígenes y escribiendo a futuro.

- ¿Qué te mantuvo en contacto con tus antepasados hasta hoy?

- Siempre me interesaron mis orígenes. Mi mamá había aprendido mucho de gastronomía porque se juntaba con los sirio libaneses a cocinar. Primero a ella le tocaba cortar la cebolla y las libanesas eran las que hacían todo, pero mirando aprendió. Recuerdo escucharlas discutir en árabe y los aromas los tengo todavía conmigo... pero ya en mi familia habían costumbres muy de la cultura como sentarnos las mujeres por un lado y los hombres por el otro en las fiestas, no por una cuestión machista, sino por una cuestión de afinidad de conversación. Mi abuelo venía de una rama religiosa que se llaman drusos, que es bastante particular en la apertura en relación a otras religiones, además hay que tener en cuenta que el Líbano es el país más occidental de Medio Oriente, todas las civilizaciones europeas han pasado por ahí. Hace 81 años se independizó del mandato francés que fue el último que estuvo, o sea es muy occidental el Líbano, más allá de que también las religiones se han ido radicalizando sobre todo en este último tiempo.
- ¿Qué cocinaba tu vieja?

- Tabule, Yatara, que es con lentejas, el quepi cocido, crudo. Además en casa se molía la carne, se hacía todo el proceso, desgrase, todo. La comida nos juntaba, aunque la música era el folclore argentino, cuando poníamos música árabe era para que mi abuelo no se enseñe a bailar dabke, aprendimos con él los primeros pasos, el dabke es el folclore del Líbano. Nos enseñaba a mi prima Paola y a mí y a donde íbamos nos hacían bailar, aunque sea sin saber pero bailábamos. Éramos todos una sola familia con los Epifane y los Daher que son hijos de un hermano de mi abuelo, mi abuelo fue el único que conservó el apellido. Vino primero él y después su hermano a buscarlo cuando todavía estaban bajo mandato francés.

- ¿Se escaparon de la colonia?

- Supuestamente al hermano le dieron un permiso del ejército para venir a buscarlo. Me acuerdo que cantaban la marsellesa, leían en francés, todo. Eso proceso le dio un sesgo intelectual al libanés, era como que el libanés hablaba árabe, francés e inglés, entonces dentro de los países árabes tenían otro sesgo. Las culturas árabes son culturas milenarias que vienen sobreviviendo, que han dado un montón de cosas con respecto a la ciencia, a la literatura, al mundo, es una cultura universal. A diferencia de otros procesos coloniales, la cultura libanesa ha sido muy fuerte y se mantiene generación a generación con el baile como algo muy presente.

- ¿Cuál es la cuestión con el baile?

- Lo podemos ver en la danza árabe, en la danza del vientre, que es la danza que bailaban las sacerdotisas para conectar con las divinidades, o sea, estamos hablando de una danza del 5000 A.C. y sigue. Vos vas a un boliche en Egipto y podés escuchar su música antigua hecha moderna, te la remixan, le ponen todas las bases que sea, pero está el tema de 1920 sonando en el boliche en el 2024, con todos los adornos, con toda la cosa nueva, y ellos la cantan, todo. Entonces sí, son culturas que siguen sobreviviendo, sus cosas más antiguas siguen estando muy arraigadas.
- ¿Y con tu prima las hacían bailar en las reuniones?

- Sí. Era después de comer, un momento que sucedía.
- ¿Y a vos te cabía en ese momento?

- Me encantaba, estaba toda la cena esperando ese momento y con Pao nos juntábamos a armar cositas.
- ¿Cuándo fue que empezaste a decir, bueno quiero bailar, me quiero dedicar a bailar?

- Yo tuve un duelo muy grande cuando terminó gimnasia acrobática acá. Tuve el primer duelo de mi vida así que, sin saberlo por la edad que tenía, 14 años, cuando se fue el profesor de acá, Carlos Mayola. Él formó un montón de profes de Educación Física que hay acá, recibidos en la Escuela Lagos del Sur, que fue un instituto de Educación Física que puso él, Rodrigo Peláez se recibió ahí.
Él se fue a Europa y por un año no quise hacer nada. Siempre con el cuerpo, toda la vida con el cuerpo, porque igual bailaba, me encerraba a bailar pero hacia afuera no quería hacer nada. Ahí me volví más hippie. Pero hasta entonces entrenábamos siete horas por día, durísimo, así fue que llegamos al mundial con Joaquín Ceballos y Diego Cides.

- ¿Qué te gustaba de la gimnasia?

- Volar. Me gustaba hacer fuerza, la cantidad de horas que entrenábamos, mantener la concentración, saber visualizarme. Yo ahora que soy más grande me doy cuenta, traigo a mi mente todo eso que vivía y es loquísimo. De hecho, cuando nos juntamos con Joaquín y Diego, o me pasa cuando voy a ver a Rodrigo Mateos, que mis hijos entrenan ahora con Rodrigo, el tipo de conversaciones que uno puede tener con gente que haya hecho al nivel que nosotros hicimos gimnasia. Éramos kamikazes completamente, porque empezamos sobre una lona, no teníamos nada. Cuando llegamos al mundial, todo era distinto porque Argentina siempre, lamentablemente, está atrasado y Esquel más todavía, pero bueno, con fuerza de voluntad, con el cooperativismo del pueblo y de un montón de cosas que se dieron, llegamos al mundial.
-¿Qué más te acordás de Nueva Zelanda?

- Me acuerdo de ver la cantidad de gente de otros países. El intercambiar pins, ¿viste? Todos teníamos los pins de otros países. Me acuerdo mucho el desayuno tipo americano, que yo nunca lo había tomado a esa edad. Pero era eso, era levantarme y vivir una película, el club era gigante, era tremendo. No hay un club así acá todavía y era el club de una escuela, o sea, era el gimnasio de una escuela, eso también me dejó alucinada. El orden, la limpieza, el respeto al espacio público. La posibilidad de viajar y de conocer otras cosas, otras realidades, me quedó de ahí. Años después fui con mis hijos a Europa, y ver cómo vive el europeo te da otra perspectiva, te hace preguntarte qué querés o cómo, entender que se puede vivir de otra manera. Allá cualquier profesión te permite vivir bien, acá en Argentina ser bailarín es muy complicado y más ahora que tengo familia. Pero bueno, el arte es donde soy yo. Cuestión que se fue el profe en el 94 y me dejó un agujero tremendo. Mientras mi prima Paola bailaba con Aida Bestene y me insistió varias veces hasta que me convenció y empecé.


UNA DANZA DEL MUNDO

Tiempo después con su prima, Natalia Viana, Paula Machado y Yamila Tropea empezaron a asistir a clases en la Sirio Libanesa. Hicieron giras por Chile, Buenos Aires, la danza lo envolvió todo en su vida y en las clases que dictaba Mónica Ambra. Se abrió un nuevo mundo para Karem.
- No había pasado un año y ya estabas inmersa a full en otra actividad...
- Había algo muy entusiasta en el grupo y pasó de ser un baile familiar donde aprendíamos de las libanesas a ser algo más técnico. Eso estaba pasando en el mundo también, convirtiéndose en una danza del mundo como la clásica o el contemporáneo.

-¿Qué crees vos que la popularizó?

- El poder que te da, es una danza que te da mucha seguridad, te da herramientas para caminar, para pararte, de amor propio y después maneja mucho la percusión, ese es el colchón que tiene la danza, siempre caes ahí y eso es una maravilla. Y la otra cuestión, muy importante, es que se trabaja de manera grupal entre mujeres, y eso, para mí es lo más lindo, por eso me dediqué al salón de clases, a mí es lo que más me gusta.

- ¿La danza árabe es exclusiva de las mujeres?

- El hombre hace otro tipo de destreza, sí, pero la danza árabe no es folclore, toma cosas del folclore, pero no es una danza folclórica, la danza árabe no es de ningún país, tiene un origen pero es otra cosa. Después bueno, tiene toda la cuestión del poseer vida en el vientre y la preparación para el parto, de seducción, es muy amplio histórica y geográficamente. Por eso tenemos en la Sirio un grupo de estudio para las que quieren hacer el profesorado. Todo lo que compone la danza árabe tiene orígenes en un montón de lugares como son por ejemplo los pueblos del desierto, los bereberes, nosotros sacamos pasos de la gente del desierto que tienen que ver con la arena, con la poca cantidad de agua, con caminar muchos kilómetros. Todo eso lo llevo también a los espectáculos y donde toda la escuela se involucra en esa historia. De hecho este año hicimos Los Siete Velos.

-¿Cómo pasaste de aprender a bailar a dar clases?

- Ya en quinto año de la escuela empecé a dar clases y la verdad es que no sé, me salió bastante natural pararme en una salón a dar clases. Me quedé dos años más cuando terminé el secundario y después con pocos recursos económicos me fui a estudiar Psicología, me pedí una beca y lo logré aunque para mantenerme tenía que seguir dando clases. Me acuerdo de mi mamá que me dijo que a veces no amás lo que hacés al principio, pero después lo empezás a querer y me pasó un poco eso, amo mi trabajo y se convirtió en algo serio porque con el acceso a los teatros y la coordinación de gente para los cierres de clases, también me empezó a gustar estar atrás de los telones y ahí apareció la producción. Hicimos movidas en el Teatro Astral, en el Paseo La Plaza y conectada con la parte árabe pertenecí a la Juventud Libanesa y participaba bailando en distintos Congresos alrededor del país y siempre representando a Esquel. Nunca hubo un día en que me lo propuse, se dio así y creo que hubiese hecho muchas otras cosas, luego conocí al futuro padre de mis hijos y nos fuimos a Trinidad y Tobago.

- ¿Por qué eligieron ese país?

- Nicanor -el padre de mis hijos- era de Haití y yo quería practicar inglés y la Visa era más fácil en Trinidad y Tobago, así que vivimos ocho meses en un ghetto rasta. No sabés lo que es ser negro en el mundo, mucho racismo, es una mentira que ya no existe, no sabés cómo la padecemos con mis hijos.... Sin ir más lejos, ellos son muy buenos deportistas y nadie sabe de mi vida deportiva, de hecho el papá es muy intelectual, o sea... nada que ver cuando lo asocian a él. Bueno cuestión que cruzamos el Mar de las Antillas en lancha y primero ves todo alucinante, un poco más adentro es muy pobre. A las seis de la mañana te ponen Peter Tosh y arrancan el día. Allá también di clases y me llamaba la atención que venían los maridos o las parejas y mientras esperaban seguían la clase y bailaban. Todo era música, fue una hermosa experiencia. Después me quedé embarazada y volvimos en 2008, di clases acá y unos años después vendimos absolutamente todo y nos fuimos a Alemania. Allí me separé de mi pareja y desde ahí me fui a España con mis hijos. Los crío sola desde entonces.
- ¿Qué fuiste a hacer a España?

- Fuimos ilegales, pero así y todo, al contrario de lo que se piensa, los chicos fueron a clases y yo logré trabajar en la escuela más grande de Europa: el Templo de la Danza. Nosotros vivíamos en Cataluña, los chicos hablaban catalán, podían ir al médico, teníamos todo viviendo a dos cuadras del mar Mediterráneo. En el Templo conocí la empresa de la danza y desde entonces estoy tratando de escribir un libro, esa experiencia me permitió entender que no hay que ser pobre, sino bailarín. De hecho mi sobrina que vive en Egipto es una persona del jet set egipcio, y recorre el mundo trabajando exclusivamente de bailarina, no es fácil, hay que ser muy disciplinado pero puede autogestionarse. Acá nosotros trabajamos 24/7 pero debo reconocer que la danza me da tiempo para estar con mis hijos. Somos un equipo y yo también busqué cómo permitirles desarrollarse. Ya en Esquel se dedicaban a la gimnasia y cuando estuvimos en España los llevé a hacer una prueba al Club Barcelona y les dieron una beca. Teníamos que viajar en tren todos los días para ir a entrenar y se llevaron mucha experiencia. En 2015 volvimos a Argentina sin nada y empecé a dar clases en un estudio de unos amigos que nos alojaron en Buenos Aires. Apenas llegada pasamos por el Casal de Cataluña y mi hija se puso a leer un cartel en catalán en voz alta y pasa un tipo por la vereda y le llama la atención. Era el productor de Paseo La Plaza y esa casualidad me llevó a trabajar ahí, primero repartiendo volantes, después empecé a producir espectáculos culturales: el mago Merpin, que es un ilusionista increíble acá, Federico Simonetti, uno de los estandaperos más grandes. Después arranqué en la Casa de la Comedia, que era el club de comedia más importante que había entonces allá. Justo antes de que se declare por la pandemia que se cerraba todo, yo había quedado a cargo de la programación, un sueño hecho realidad era para mí.

 

LA VUELTA A LOS ORÍGENES

Su plan era acompañar a sus hijos con el atletismo pero la pandemia la trajo de vuelta al pueblo. Sus tres hijos habían logrado entrar a GEBA gracias a que su mamá logró ingresar para dar con los entrenadores que los probaron y los becaron: “Siempre supe de la habilidad de mis hijos”, cuenta y gracias a eso, el más chiquito Canaán, fue Campeón Nacional de Gimnasia y tanto Nara como Nimba también lograron buenos resultados. Le gustaría que la danza le siga permitiendo recorrer el mundo pero esta vez de la mano de sus hijos y sus sueños.
- ¿Por qué volviste?

- Tenía que resolver cosas acá. Quiero seguir viajando e ir por los deseos de mis hijos, darles la posibilidad de elegir la parte del mundo que quieran.

- ¿Hay algo del sueño no cumplido?

- Sí, puede ser, yo sé todo lo que deja el deporte porque lo viví, te deja un montón de amor por la vida y la disciplina. Creo que no podría haberlo sido en mi vida artística si no lo hubiese aprendido entonces, aunque bueno, uno a veces en el camino se pierde un poco. Yo estuve, anduve ahí como medio... perdida, como que descuidé un poco la danza en el momento en que podría haber sido mucho mejor bailarina, donde me salían un montón de oportunidades que todavía existían en los restaurantes árabes y demás. Yo bailaba todos los fines de semana y ahí me descuidé un poco, descuidé mi mente, mi cuerpo. Pero bueno, nunca del todo por la gimnasia.

- ¿Qué te encontraste en Esquel?
- Acá llegué con ganas de hacer producción, eso es algo que me encanta, pero tiene algunos limitantes porque Esquel es chico todavía pero volví a la Sirio donde hoy tengo 80 alumnas. Bailo hace treinta años y doy clases hace veinticinco, debo haber tenido más de mil alumnas en escuelas numerosas. Estoy súper entusiasmada con un proyecto para el año que viene que es que todas mis alumnas van a dar clases, todas las que se van recibiendo. Ellas se van especializando en distintas cosas y la danza va cambiando y yo no voy a ritmo, entonces ese lugar es de ellas y la escuela crece. -¿Qué es lo que más te ha gustado?
- Lo que más me gusta es ver a mis alumnas bailando, profesionalizándose. Ahora también vamos a hacer una pretemporada con las que son más profesionales, haciendo entrenamiento para bailarinas y empezamos con una obra que es creación nuestra con el grupo profesional. Están todos los textos, las coreografías, vamos a hacer algo como el Lago de los Cisnes pero árabe y bueno, eso, ver a mis alumnas profesionales. No solamente con ellas, las adultas que empiezan y que nunca hicieron una actividad física o siempre quisieron hacer danzas y no las dejaron. Antes la danza árabe se veía mal. Pensamos trajes para todas, las telas, algunas no querían bailar en público y en el cierre de este año todas terminaron en el escenario y eso es maravilloso porque la danza es más que danza. Hay luchas como la sexualización, el consumo, porque la danza te expone porque sí es verdad que es sensual, pero de ahí que se suma mucha seguridad. Es cuestión de saber lo que puede generar en otros, pero después es tema de los otros.

- Y armaste una productora.

- Sí, la arranqué en Buenos Aires, me gusta también que haya bailarines de otras disciplinas, combinar lenguajes. Este verano hicimos la primera Revista de Esquel y bueno, es mi intención generar movimiento, conseguimos auspiciantes y les pagamos a todos, sino la danza no es trabajo y todos trabajamos. En ese sentido está complejo porque este año no hay auspicios.
- De ahí tu compromiso también con la Ley de la Danza, un pendiente en Argentina.

- Sí, formo parte del colectivo con Adriana Baigorria. Hay que comprometerse con los derechos de los trabajadores de la danza, h Hace muchos años que hay un proyecto para regularizarla. Así como está por ejemplo, el Instituto Nacional de Cine, el Instituto Nacional de la Música, el Instituto del Teatro, la danza tiene un vacío, la ley quedó ahí en Diputados y se presentó un montón de veces. Lo que sí logramos este año es el gremio, ATDA, la Asociación de Trabajadores de la Danza y tuvimos nuestras primeras elecciones a nivel nacional. Participé en la mesa de Bariloche, en la línea del Movimiento Federal de la Danza, ganamos y tenemos una comisión, lo que pasa es que sin fondos se vuelve algo artificial. Esto lo comparto con mis alumnas y se los digo porque después les va a tocar a ellas. Nosotras hoy no tenemos descanso y tenemos que seguir laburando sin derechos. Siempre voy a luchar por esos derechos. Y por muchos otros derechos que serán para las generaciones venideras. También a nivel local me interesa saber qué nos cobran, qué impuestos pagamos, hemos presentado cosas para adherirnos al presupuesto 2025 de Esquel, ahí estamos pendientes para regular y que sea justo.

- ¿Cómo te ves a futuro?

- Dependerá de mis hijos, ellos apuestan al deporte y quiero acompañarlos en eso.

 

CREDITOS FOTOGRAFÍA: @alumbravisual / waltersangroni