Rosita se ha convertido por necesidad, perseverancia, naturaleza, compromiso e instinto solidario en una de las voces por los derechos de los jubilados de Esquel y la provincia. Desde las 7 de la mañana escucha la radio, responde y explica con “vicio de profesión” a cada uno que necesite entender las novedades relacionadas a los jubilados. En las redes, en los medios, en la calle difunde, debate y lucha. Nadie diría que fue a una escuela de monjas -a menos que alguna mente imaginativa cree una cofia con su pelo blanco y lacio-, porque nada calla, nada obedece. Fue maestra de primaria, participó de la fundación de la primera organización de docentes de la cordillera y fue la cara visible de la ocupación pacífica de SEROS en 2019 por los reclamos salariales que luego de 108 días lograron que fueran atendidos.
“Si volviera a nacer desearía ser un trabajador de la cordillera, y jubilarme en esta bendita cordillera acompañada de estos trabajadores. Todo el mundo y fundamentalmente nosotros, hemos entendido que pertenecemos a una clase y somos la gloriosa clase trabajadora, por eso estamos en la calle. El reconocernos como clase nos hará fuertes, no habrá tiempo ni patrón, estado ni privado que pueda sacarnos de nuestros derechos, que cada uno de nosotros se apropie de eso en las calles. Mirar desde acá es un privilegio, estamos casi todos y hemos logrado mirarnos de manera diferente, desde nuestra experiencia. Desde los jubilados agradecemos este momento histórico y vamos estar disponibles, codo a codo trabajadores activos y pasivos, bah jubilados, juntos por la conquista de todos nuestros derechos”.
2019.
Rosita llegó a Esquel en 1961 en La Trochita con sus viejos (su padre venía a trabajar en la empresa de telefonía) y dos hermanos. Ella cuenta que el puesto de su papá en esa época le daba cierta autoridad y eso le facilitó entrar a la escuela por los meses que le quedaban para terminar primaria.
“Un vagón de La Trochita se quemó en medio de la pampa. Mi mamá cruzando de vagón con taco chino ya empezó mal y la casa que nos prometió papá con flores rojas tenía un techo de bolsa con cal y un baldío con amapolas. Ahí ya arrancó mal ella pero se acostumbró y a mi me gustaban la nieve”, recuerda Rosita bdel primer tiempo en Esquel.
Un tiempo después, su mamá decidió enviarla a Roca, Río Negro, a hacer el secundario en un colegio de monjas durante cinco años. Quizás esa experiencia nos acerque a comprender el lugar que ocupa en la comunidad de Esquel, donde sin proponérselo se convirtió en portavoz y referente de los jubilados.
-“Durante ese tiempo tuve una vida ordenada y disciplinada. Cuando me fui a estudiar se me subió la mostaza a la cabeza. Ahí es cuando toda la sumisión que había traído explotó contra la Iglesia, el sistema y me mandaron de vuelta. Tenía buena relación con mis padres, y traté de llegar al final del secundario portándome bien. El último día hicieron una ronda, empezamos a hablar y como ya me habían dado el título tiré todo lo que pensaba. Después de eso decidí estudiar abogacía pero volví a Esquel porque tenía que esperar a cumplir 17”.
En Esquel trabajó en comercios para ahorrar para ir a Buenos Aires, pero su mente inquieta la llevó a ingresar al Profesorado de Primaria “para no perder el ritmo de estudio”. Tiempo después se fue a estudiar abogacía y llegó el golpe cívico militar del 76: “Para entrar en la universidad te palpaban, fue muy feo y del estudio jurídico donde trabajaron llamaron a mis papás preocupados por mi militancia, así que me volví”.
No le fue fácil volver a Esquel, donde “la gente se cruzaba porque me veía peligrosa”, pero alguien -un director de escuela de apellido Ñancucheo, vio en ella un “algo” para la docencia. Empezó a dar clases y nació su vocación.
-“El 30 de abril de 1978 va al salón la directora y me dice ´Rosita te tenés que retirar de la escuela porque me llegó la orden de que si no lo hacés tengo que llamar al Ejército para que te saquen´ y eso no era común en Esquel”, recuerda. Fueron con sus padres a Rawson para reclamar y no tenían más que una hoja con la resolución de cesantía que además le quitaba la posibilidad de ejercer en la administración pública. No hubo respuesta. Con la vuelta de la democracia le dieron la reincorporación y desde entonces hasta jubilarse ejerció como docente en diversas escuelas de Esquel.
Su compromiso continuó durante 25 años en la docencia y como jubilada se puso al frente de los trabajadores “pasivos” provinciales, quienes se convirtieron en protagonistas de la lucha en un contexto de crisis económica, ausencia del Estado y salarios escalonados. Si bien ella asume su rol como portavoz, quizás no dimensiona el efecto que tienen sus palabras para las generaciones que le siguen pero sobre todo para la tercera edad, muchas veces marginada por los parámetros productivistas de las sociedades actuales.
-“Me escuchan porque fui docente, eso hace que te den bola, pero hay una cosa en la sociedad en general con la vejez. El mejor estado civil es el de jubilada, ni patrón, ni horarios y por estar en esta etapa de la vida podría decirse que estoy enseñando, pero en realidad estoy aprendiendo, lo que digo ahora no lo decía hace treinta años atrás. Hasta el último día iré modificando cuestiones, uno se construye con los otros, creo que es por eso”.
- ¿Qué cosa con la vejez?
- “Como si se mirara de afuera, no es tuya, creo que por el temor a la muerte. Es como todo en los seres humanos, no querés pensar que eso se termina porque lo estás disfrutando, pero hay un momento en que eso se termina. Y así es como veo yo el hecho de ser jubilada, construir sin patrón, hago todo lo que me gusta hacer y hasta trabajo más, estoy más activa, me levanto temprano, no duermo siesta y me faltan horas. Esta etapa me permitió ver que todo es importante, a mi me gusta todo: soy útil hasta para hacer el jardín de mi casa y tengo más tiempo para mís hijos y para ayudarlos. Hay toda una imagen como de carencia de algo y en realidad es cuando más lleno de vida estás, porque tenés millones de años para atrás”.
- ¿Por qué crees que pasa eso?
- “Las políticas de Estado no abandonan esa idea de que los viejos son desechos, por eso nosotros tenemos que construir. Estamos trabajando en una ley de protección a los adultos mayores para que se dimensionen las vejeces en la provincia qué hacen? ¿Cómo viven? Hay mucha gente sola en las casas y sin ayuda económica y nosotros hacemos un planteo con participación. Para eso nos ayuda una ex estudiante que se especializó en gerontología. Queremos una ley para los mayores, con participación de los mayores.”
- ¿Y el resto de la sociedad?
- “Para empezar hay que dejar de decir “pobre jubilado” y que nos regalen canchitas de tejo, de bochas y empiecen a pensar que somos personas con derechos y que además seguimos aportando. Hay muchísimos jubilados que producen, y otros que también asisten, muchos ayudan a sus hijos que están sin laburo. Si nosotros no estamos, no hay mañana porque los sostenemos a ustedes que son los imprescindibles. Por otro lado falta presencia del Estado donde las mutuales llegan a descontar hasta el 50% del salario, cosa que está prohibido. Otra cosa: ¿Quiénes llevan adelante las luchas? No a la Mina, liderado por adultos mayores, no hay movimiento social y de reivindicación de derechos donde no haya adultos mayores. ”
LOS IMPRESCINDIBLES
Si bien no era el plan de su vida, el aula se convirtió para Rosita en vocación y le sigue preocupando la docencia: “Está íntimamente con la esencia que construimos del hombre y es una cuestión de poder. El sistema educativo es un gran gallinero con una escalerita y el de arriba caga al de abajo. Los docentes tenemos 30 alumnos bajo nuestra responsabilidad, luego el vice, el director, el supervisor entonces reproducimos en el sistema educativo nuestra sociedad, una sociedad de poder de arriba hacia abajo y yo creo que el poder se construye al revés, de abajo hacia arriba”.
- En ese marco, ¿qué objetivos has cumplido dentro de la educación?
- “Me pasa en el sector de jubilados que me piden les lea el acta, por ejemplo, y yo les digo que lo lean ellos y saquen sus propias conclusiones y eso es producto del sistema educativo. Esa fue mi manera también de transitar la docencia y les pedía a mis alumnos que piensen por ellos mismos: si logro modificar esa situación, quizás sumo mi granito de arena. Yo todavía me encuentro con alumnos peleándola desde su lugar y me parece maravilloso, los encuentro en los mismos lugares de lucha que yo, siempre están”.
- ¿Y cuáles son los desafíos del sistema hacia el futuro?
- “Creo que nos quedamos en los diagnósticos y no en la acción. No es una crítica a mis compañeros sino al sistema en el que me incluyo. Todo es construcción de evaluaciones y no se les permite a los chicos tener otra respuesta. Una respuesta distinta al que enseña es un error y eso no es así. Además hay un problema generacional porque los chicos se entienden con los emoticonos pero las generaciones mayores no, ¿qué significa una carita triste seguida de una flor? Entre los chicos se entienden, pero los textos están escritos de otra manera”, dice y agrega con picardía: “Esa sí. Esa sí es una queja”.
Foto de portada por Silvio Musacchio.