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25 de Junio de 2025

Damián Duflos: Una escuela de la armónica en la Patagonia

El sonido inigualable e inconfundible de la armónica lo llevó a buscar a sus principales ejecutores en los libritos de los CD´s y desde entonces no paró de aprender y enseñar el instrumento. Tocó con músicos de toda la Argentina y con referentes del blues en el mundo y le gusta el sonido antiguo. Incansable rastreador de la esencia del blues, sentirlo y compartirlo lo llevó a ser uno de los armonicistas referentes en la Patagonia.

Domingo, 13 de octubre de 2024 a las 06:00

Damián Duflós se compró su primera armónica a los 16 años, en el Centro Musical de Esquel, único local que vendía instrumentos en esa época. Desde entonces su curiosidad por este instrumento y la poca información que circulaba en la región, lo llevó a buscar los nombres de los armonicistas en los libritos de los cd´s, y como podía conseguía los discos de Little Walter, Sonny Boy Williamson II o Big Walter Horton. Eterno buscador del sonido esencial y autodidacta, hoy es uno de los armonicistas de blues más prolíficos de la Argentina.

Formó parte de la última generación de maestros de la Escuela 13 -hoy actual 713-, formación que le permitió desarrollar su capacidad didáctica y a la vez seguir profundizando sobre el género. Ninguno en su familia se dedicó a la música pero su mamá había estudiado piano, instrumento que todavía conserva en su casa, y su papá era fanático del folclore y el country norteamericano. Ahí el germen de su amor por la música. Desde el sentimiento nostálgico de Larralde o Cafrune, pasando por Elvis, Creedence y Neil Diamond, Damián se paraba frente al espejo y tocaba al aire con una raqueta tratando de imitar la voz de sus cassettes preferidos entre los que se encontraba The Blue Ridge Rangers con John Fogerty al frente de una banda de country tradicional. Su viejo quería comprarle una criolla pero él prefería una eléctrica: “Me arrepiento no haber aceptado porque podría haber aprendido antes”, recuerda. Eso no lo detuvo.

 

EL MISTERIO DE LA ARMÓNICA

De cuando era chico sólo recuerda a Guillermo Vila ejecutando una guitarra eléctrica en Esquel, hasta que llegó -con retraso- la explosión del rock. Ceferino Torres era EL profesor de guitarra criolla. De a poco llegó a los oídos de Damián Dire Straits y Mark Knopfler.

- Ya en los ochenta en el mundo explotaban los distintos géneros, ¿qué pasaba acá?

- Es que no había Youtube, la información llegaba tarde y todo el que aprendía algo, era porque buscaba a otros para que se los enseñe. Y la movida musical tampoco era tan zafada, porque más allá de lo que se tocaba acá, lo nuevo había que escucharlo en el cassette y aprenderlo de memoria. Mis amigos escuchaban Virus, Soda Estéreo o Spinetta y yo buscaba otro tipo de cantantes con la voz más rota, tenía referencias de mi papá como Kenny Rogers o incluso algo más melódico como Nicola Di Bari que tenía la voz ronca y me llamaba la atención.
- ¿Te fuiste a estudiar a Buenos Aires?

-Yo me recibí acá de maestro en el secundario y ese mismo año fui a hacer el ingreso a la Escuela de Educación Militar en Córdoba. Cuando me hicieron los análisis, el oftalmólogo me dijo que era discrómata, que es como un daltonismo leve así que no pude ingresar. Me volví a Esquel a dar clases y después me fui a estudiar Ingeniería Electrónica en la Universidad Nacional de Córdoba. -¿Y por qué decidiste esa carrera?

- En realidad porque siempre fue relacionado con la música, me gustaba a mí la ingeniería en sonido y en ese momento no había en ningún lado en la Argentina. Entonces dije bueno, estudio Ingeniería Electrónica y después voy a hacer alguna especialización, ahí descubrí que son dos cosas totalmente distintas. Fui estudiando, me fui dando la cabeza contra la pared con el tema de que venía de una formación netamente humanística con muy poca matemática y álgebra y tuve que aprender a la fuerza. Después lo fui agarrando la mano y me fue encantando y me aprendí algo que me pasa con la música también. Yo sostengo que todo el mundo puede aprender a tocar y todo el mundo puede aprender las ciencias duras, sólo tiene que ver con cómo la enseñan. Entonces siento como que hay un poder del conocimiento que te pone en cierto lugar y muchos no comparten lo que saben o lo comparten a medias.
-¿Y vos cuando te fuiste a estudiar ya tocabas algo?

- Cuando yo me fui a hacer el ingreso a la Escuela Militar me compré mi primera armónica en el Centro Musical que estaba ahí en la 25 de Mayo. Compré la armónica que había, tenía no sé si tres armónicas y no tenía nada que ver con el estilo de blues, era lo que había. Así que consulté si tenía discos con armónicas y había uno de cuatro armonicistas que después fueron mis ídolos.

- ¿Fue antes de tener una guitarra?

- Siempre la armónica me llamó la atención de cuando escuchaba su sonido en una película y cuando veía a alguien tocarla... tiene mucho de misterio porque no ves qué es lo que sucede en el instrumento. Los otros instrumentos son mucho más visuales porque todos tienen una posición de dedos: las flautas, la guitarra, el piano y vos podés copiar y algún sonido le vas a sacar pero la armónica no sabés qué pasa, vos ponés las manos y la armónica cerca de la boca y después es un misterio. Aparte de todo lo que sucede dentro de la boca, dentro del cuerpo, lo tenés que ir abstrayendo y sentir qué es lo que está sucediendo con la lengua, con el velo del paladar, con la contracción de la garganta. Y entonces en Esquel no conocía a nadie que tocara la armónica.

- ¿Qué edad tenías ahí?

- Tenía 16, estaba terminando el colegio. Había solo una persona que fue un amigo de mi papá, que vivía en Trevelin, Lennard Williams, un músico excepcional que está un poco olvidado pero que tuvo mucho éxito en la época de la Represa (Futaleufú). Él hacía shows para la gente y tocaba la armónica cromática que es la que tiene un botón que es como la tecla negra del piano y hacía ruidos con la boca, era como un Mac Phantom. Contaba chistes y hacía ruidos de aviones, de helicópteros, un personaje. Cuando me fui a verlo porque quería aprender a tocar la armónica, me contó que muchas de sus armónicas se las traía el papá de Sebastian Azparren de Alemania cuando viajaba, así que tenía una colección de armónicas increíbles. No tenía nada que ver con el blues, tocaba otro estilo de música, incluso tenía que se llama Viñeta Polifónica de acompañamiento, que es una armónica que tiene una bisagra y queda en forma de ele, es súper grande y hace los bajos y acordes. En los 70 se habían puesto de moda en Alemania y en otros lugares de Europa las orquestas de armónica y eran todos armonicistas que tocaban distintas armónicas haciendo acompañamiento, ritmo, acordes y Lennard tenía como para armar una orquesta de armónicas. Yo iba tratando de imaginarme que es lo que estaba tocando y escuchando y fui aprendiendo solo dado que no había profesores y tampoco mucha información. A medida que fue apareciendo internet empezó a cambiar la cosa y el primero en tocar la armónica de blues y trascender a nivel nacional fue Luis Robinson con la Mississippi, Pappo después. Cuando me fui a Córdoba ahí me encontré con mucho material, compraba discos y copiaba, después había una disquería muy famosa que se llamaba Perro Records y una de las cosas que tenía esa disquería es que podías comprar por catálogo y te traía discos de Estados Unidos. Entonces yo conseguía discos, leía el librito del disco y ahí aparecían nombres y después me iba a lo del Perro le pedía ese catálogo gigante que era como una biblia, buscaba esos nombres que había visto en el librito y encargaba discos sin siquiera saber si iban a ser buenos o malos. Fui comprando muchos discos y descubriendo el blues a través de de eso.

 

DE PASIÓN A DEDICACIÓN DE VIDA

De ir rastreando información y escuchando permanentemente, empezó a relacionarse con músicos cordobeses y creó sus primeras bandas: El Cartel Blues que luego transmutó a La Vagabunda y sus perros sucios con la que grabó un disco y tocó en Esquel. La mayoría eran temas propios en castellano y los géneros siempre dentro del country o el blues. Ahí empezó a agarrarle el gustito y el deseo de dedicarse de lleno a la música.

- ¿De dónde salen esos nombres?

- La Vagabunda y los perros sucios es un nombre que le puse yo porque me gustaba un disco de Creedence que se llama “Willy y los niños pobres” y después Bill Wyman el bajista de los Rolling Stones cuando armó su banda se llamó así Willy y los niños pobres. Yo dije bueno podemos poner un nombre que sea así compuesto y en Córdoba había una señora que era como un personaje que vivía en la calle, llena de perros entonces era como un nombre dedicado a esa mujer. Tocaba con Pablo Alonso que es el que organiza el festival de blues de Comodoro. Llegamos a grabar un disco a la vieja usanza, con cinta abierta, mi búsqueda siempre es extra temporal, sonar como antes.

- ¿Qué te hizo decidirte?

- En ese momento imagino que era divertirse un poco, en cuanto a lo artístico como que hay una búsqueda más allá. Lo que más influye cuando tocás en vivo, es el aplauso y el reconocimiento del público y después algo que es para el ego del músico, que es el reconocimiento de sus pares. En ese momento no había muchos armonicistas pero ahora hay muchos, de hecho Argentina tiene un nivel de armonicistas que lo pone en el mapa mundial. Pasa que por ejemplo el deporte recibe mayor apoyo y reconocimiento porque a la gente le gusta tener el mejor en algo, lo que es súper válido, pero después el artista queda en el olvido y no se lo acompaña porque en el arte no hay el mejor, no se busca eso. Pero bueno, toqué diez años con La Vagabunda y empecé a dar clases de armónica.

 

 

SIEMPRE CON UN PIE EN ESQUEL

Cuando conoció a la mamá de sus hijas se acercaron a su ciudad natal y se fueron a vivir a Neuquen. En el medio nunca dejó de estar vinculado con Esquel y aprovechaba los veranos para venir con sus bandas o tocar con otros amigos como Sex on the Beach -Conformada por Tato González, Rudy Murúa, Pablo Mermoud, Alun Lloyd y Agustín Cristiani- en tiempos de La Barraca Pub y Café Sport. También tenía una banda de temporada con Alvarito Guereña, Pitufo Hernández y “Huguito” De Bernardi que se llamó La Trocha Boogie Band. Unos años más tarde El Bodegón trajo una “época de oro” del blues en Esquel y se armó un circuito regular de músicos del género en la ciudad.

- ¿Tenías algún maestro de armónica o siempre autodidacta?

- Siempre autodidacta, mucho escuchar y escuchar buscando un sonido viejo. Aprendí a tocar la guitarra para poder transmitir lo que buscaba, siempre me gustaron las antiguas, las de caja, pero lo hice para poder explicarle a los guitarristas cómo quería que me acompañaran. En un momento el blues mutó mucho para el lado del rock en lo que se conoce como Guitar Heroes como Steve Ray Vaughan, Johnny Winter que iban al frente y no es lo mismo que acompañar a una armónica, así que tanto en mi banda en Neuquen que era The Jackpots, como entre los músicos de Esquel podía ir diciéndoles por dónde quería ir.

- ¿Habían otros armonicistas en Esquel?

- Matías Aguado que creo en algún momento le dí una clase y que ha hecho un gran recorrido y es muy buen armonicista. Después estababetta Ary Wengier que en ese momento era re chiquito y siempre iba a escucharme y hoy es un un gran músico. Creo que El Bodegón generó una movida grande y fue una de las razones que, además del ofrecimiento para ser Secretario de Cultura en la Municipalidad, me hicieron decidir volverme a Esquel. El Bodegón se convirtió en un lugar de referencia.

 

SONAR COMO ANTES

A medida que su mundo se rodeaba de música, fue generando proyectos y vinculándose con otros músicos. Armó la “Big Nose Band” de covers de blues y acompañó a la banda riojana El Viejo Truco, tocó con otros músicos de Jujuy, con Pappo, Cristina Dall, Eddie Campbell, Larry Mc Cray, Miguel Botafogo, La Missisipi, Los Ratones Paranóicos, con Rally Barrionuevo, Juanse, Pacha Herrera y conoció a Ricardo Vilca, entre otros. Nunca se recibió de ingeniero, se copó con las fotografías de blues y se recibió de perito fotográfico, aprendiendo técnicas hoy algo en desuso pero que en cierto sentido se equiparan con su búsqueda de texturas de otra época en la música, un aspecto que distingue su sonido propio. También hizo una Tecnicatura en Sonido lo cual le dio herramientas para ese sonido que rastreaba.
- ¿Cómo fue que tocaste con Pappo?

- Habían hecho una cámara oculta del programa Showmatch en Córdoba y le armaron un show en la Estación Mitre donde lo acompañé con armónica. Después me invitó a que lo acompañe en su show. En ese entonces ya participaba de un programa de radio con el Turco Aquere, tanto buscar información me despertó el interés por difundir, la música no deja de ser otro medio de comunicación, todas las disciplinas artísticas lo son.

- ¿Cómo es que con la poca info que había tenías una búsqueda tan particular? ¿Por qué te atrae ese sonido?
- Puede ser que tenga que ver con una carga genética... De algún lado viene. Y uno no deja de ser un comunicador. Lo más importante, más allá de la destreza técnica, de la belleza de la obra, es el mensaje que transmite. Yo siento como que soy más que nada un difusor. Es eso, nunca pierdo esa veta pedagógica, docente. Creo que mi misión va por ese lado y por eso es tanto la insistencia, como una especie de sacerdocio del blues. No de vivirlo, porque en definitiva todo el mundo vive los blues, Albert King decía que un bebé pidiendo la mamadera y llorando ya tiene el blues. De alguna u otra manera todos pasamos por ese sentimiento. En Neuquén trabajé mucho tiempo en el Museo Nacional de Bellas Artes como guía de sala y las escuelas siempre me buscaban para que las guiara, entonces cuando llegaban las maestras preguntaban si estaba yo. Tenía cierta facilidad para enseñar, una de las cosas que hacía siempre era cuando los chicos entraban a la sala, yo me arrodillaba y veía como ellos veían el cuadro y desde ahí les explicaba. Cuando llegábamos a una parte de la muestra donde había una cabeza de esclavo de Francisco Cafferata, sacaba mi guitarra y les contaba también la historia del blues.
- Siempre conectado y buscando difundir el blues.

- Y por eso hice mi programa de radio también que lleva once años, Blues Jukebox. También armamos en Neuquén una productora para traer músicos y difundir el género. Me costó mucho en la función pública poder aportar al blues por no quedar como que sesgaba mi función. La verdad es que me arrepiento de no haber continuado el apoyo porque ya estaba referenciado con este género musical y no lo pude apoyar por una cuestión de que no me señalen con el dedo.

- Volviendo al sonido que buscás, imagino que la Tecnicatura en Sonido te dio herramientas.

- Si, para poder aproximarme a lo antiguo. Después me di cuenta que, hay un montón de tecnología que imita ese sonido, pero la realidad es que hay que tener un equipo antiguo, de la época.

- ¿Se puede conseguir equipamiento antiguo?

- Sí. Yo con el tiempo he ido comprando algunas cosas. Primero, para mi sonido particular de armónica tengo unos amplificadores muy antiguos. Uno del año 1948 y otro de 1952 que es con lo que grabo. Hace poco le pude comprar a Jorge Criado una grabadora de cinta que él tenía que no es de las más viejas sino de la transición entre lo analógico y lo digital, que la tengo que poner a punto para poder usarla y mi idea es poder, con las dos bandas que tengo, grabar así, antiguo.
- ¿Qué hay para vos en ese sonido que saca?

- El sonido antiguo tiene otra calidad, es subjetivo, pero para mí es más limpio. Lo que pasa es que desde la industria empezaron a buscar la compresión para poder llevarlo en dispositivos pequeños. Entonces dijeron, bueno, si el oído no escucha de esta frecuencia hasta esta, porque el oído no lo percibe, y lo comprimieron. Pero si vos escuchás un mp3 con la más alta calidad, que supuestamente es la frecuencia del oído, y después escuchás el archivo WAV, que es el que tiene toda la información, no suena igual. Y vos decís, pero ¿por qué si no estoy escuchando WAV? Hay una cuestión romántica, pero hay una cuestión física real ahí que a lo mejor no lo escuchás pero el cuerpo percibe no solo por el oído. O sea, nosotros estamos en vibración constante y estamos sujetos a resonar de alguna manera con respecto a esas vibraciones y eso no pasa por el sonido. ¿Por qué está volviendo el vinilo? O sea, hay algo ahí. No es moda nada más.

- ¿Vos sentís que sos exitoso con la música?

- Sí, yo creo que sí. En su momento, uno tiene como una… una expectativa muy alta, y medio que eso te hace vivir frustrado. Si yo mido con el dinero y la fama, te digo, bueno, no, todavía no. Pero si yo digo, bueno, estoy compartiendo mi música, estoy haciendo la música que me gusta, pude armar la banda que durante mucho tiempo quería para tocar este estilo en particular, sí, lo soy. Los músicos que me acompañan hoy, lo viven con compromiso y con amor. Tengo mi familia, tengo mi casa, me invitan a tocar a festivales, me tienen como una persona de referencia de lo que es el blues de la Patagonia. Sí, soy exitoso. ¿Me gustaría más reconocimiento en mi ciudad como músico? Sí, sí, me gustaría. Pero no por una cuestión egoísta, sino por una cuestión de que, así como somos referentes de esta música, también hay que reconocer al que pinta, también hay que reconocer al que escribe. Esta ciudad es un hervidero cultural en todos los aspectos. Y el acompañamiento que yo te decía, esa falta por ahí de visión, tiene que ver con esta búsqueda exitosa y comercial.
 

LA MÚSICA Y LA DOCENCIA: UNA BANDA ESCUELA

Actualmente tiene dos bandas, Good Fellas y la Damián Duflós Blues Band con las que encuentra también un reconocimiento del público que llena los bares en donde se presentan.

-¿Cómo te ves hacia adelante?
- Mirá nos pasa que aunque no renovamos mucho el repertorio la gente va y disfruta. Con la DDBB hacemos lo que decimos Early Electric Blues que es cuando comienza la electrificación del blues y ahora sumamos un contrabajista, Mariano Thomas, que hace que suene aún más tradicional. Esa banda es como una banda escuela de estudio del estilo. Todos los músicos que la integran se pusieron a estudiar. Alun (Lloyd) se compró una guitarra para poder tocar el estilo e inclusive escribió muchas partes, el batero hizo un trabajo de codificación de esta música. Una vez que agotemos el aprendizaje vamos a tener que empezar a crear nuestras propias canciones que es lo que nos va a permitir trascender. Con Good Fellas hacemos clásicos y algunas mías pero más mezcladas. El blues es, como decía Willy Dixon, la raíz, todo lo demás son sus frutos; creo que el blues no deja de ser un estado emocional y después cómo lo transmitís. El resto son construcciones de la industria que fue manejada por blancos que decían qué era y qué no era blues.

- ¿Vos dirías que sos más blusero que músico?

- Sí, evidentemente no puedo tocar cualquier música, vos me pedís a mi que te toque una zamba o una chacarera y no tengo ni idea de cómo se hace. Para mí el blues es como una medicina del alma, o sea, a mi me gusta agarrar la guitarra en cada ratito que tengo y practico pero no dejo de pensarme en una situación de escenario. Yo agarro la música para componer, para escribir alguna canción, la pienso en función de las bandas que toco, pero no dejo de imaginarme en un bar transmitiendo un mensaje y compartiendo con la gente. Hago música para mí y para compartir, siempre pensando en una producción escénica y en un mensaje que tiene que ver más con lo humano y con lo social, no con una ideología política que no deja de serlo tampoco, porque es una forma de contar algo del hombre.

-¿Estás dando clases?

- Si, tengo algunos alumnos. Me puse a escribir para estas clases de armónica y terminé haciendo un librito de un método de armónica, así que en cualquier momento voy a tratar de editarlo. Además estoy haciendo sonido y produciendo un ciclo de música en La Esquina y en pizzería Aquino y tratando de retomar el Festival de Blues en Esquel.

- Más allá de que el género de blues te gusta, un poco vino por tu atracción a la armónica ¿Qué hay ahí?

- La armónica hoy se utiliza en un montón de géneros musicales pero básicamente siempre cuando uno escucha una armónica diatónica, que es la armónica blusera que se le llama, te remite al blues. La armónica te lleva al blues indiscutiblemente, no hay nada que suene parecido y aparte es un instrumento que lo llevás en el bolsillo. Fui endorser de Seydel, tengo muchas armónicas pero generalmente uso tres o cuatro. La armónica a diferencia de otros instrumentos tiene una vida útil corta, si se quiere, entonces tenés que tener siempre repuestos y las distintas marcas por más que estén afinadas igual tienen algunos sonidos distintos, timbres distintos, es como una lotería una armónica y por eso tiene mucho que ver el sentimiento.

- ¿Qué sentís que te falta?

- Me gustaría tocar fuera de Argentina, seguir haciendo música y seguir difundiendo.