A Lito Calfunao la vida lo enredó en la música y encontró en los cables una posibilidad de conectar la vasta Patagonia. Bajista autodidacta, lleva treinta años como operador en Radio Nacional Esquel y dieciocho años con la sala de grabación Patagón y su programa sobre música de la región donde registró, editó y produjo a una enorme cantidad de músicos y artistas "de acá". Posee un archivo en Youtube donde difunde música de Ranquilhuao, Esquel, Ñorquinco, Gobernador Costa, Río Pico, Trevelin y de todas las provincias que componen la Patagonia: "Faltaba registro de calidad de la música que hablara de nosotros", dice.
Cholilero, vivió en Gastre, en Río Pico y a sus 14 años se fue a vivir a Esquel donde reside actualmente: "Creo que la música vino del lado de mi mamá. Tengo un tío, Panchito Quilodrán que tuvo mucho que ver, después Liberto, un personaje y Cebollino, todos ellos tocaban en las reuniones familiares. Los clásicos eran los veranos en Río Pico y los hermanos de mis padres estaban desperdigados por distintos lugres y el punto de encuentro eran las fiestas en diciembre. Se pasaban quince, veinte días y siempre había una guitarra".
LA MÚSICA DE FONDO TOMA FORMA
Vida de campo, sin televisión, la radio estaba siempre prendida y por el alcance se escuchaban las radios chilenas y Radio Nacional Esquel: "No era fácil acceder a otra música hasta que en un momento mi mamá compró una Winco y vinilos, así que empecé a poder reproducir. Después mi padre empezó a traer cassettes del local Centro Musical en Esquel y ahí agarré la modernidad", recuerda. Al principio la música para él era nada más escuchar: en las reuniones familiares, en la radio de fondo, en vinilos, cassettes...
- ¿Qué pasó cuando pudiste empezar a reproducir música?
- Una cosa que recuerdo es que los cassettes mi padre los empezó a traer con la vuelta de la democracia. Él era radioperador de la Policía y un día cae con uno de Horacio Guaraní y me dice: ´ésta es música subversiva´, y yo claro, lo entendí con el tiempo, a mi papá le bajaban línea en la Policía pero por otro lado nos traía igual el cassette. Yo tenía nueve años y me encantaba escuchar sus letras y escuchábamos a Atahualpa, Horacio Guaraní, Zitarrosa y todas letras con cuestiones sociales. Ya cuando nos vinimos a Esquel, ahí en frente de mi casa pasaba Nelson Santibáñez siempre con cassettes y un amigo me cuenta que tenía "otra música", y en casa no había cassettes de rockeros y a mi me llamaba mucho la atención. Lo único que había era uno de Pappo´s Blues que todavía conservo. Un día lo paré y desde entonces a través de la música entablamos una amistad.
- ¿Cuándo apareció el bajo?
- La meta primero era escuchar. Después con Nelson nos empezamos a juntar, él tenía un combinado que usábamos como equipo de sonido y se había comprado una guitarra eléctrica y yo hacía los bajos con una criolla con una sola cuerda. Nos hacíamos toda la película con lo que teníamos. Cuando Nelson empieza a trabajar en la radio se empieza a comprar algunos instrumentos y yo un día me voy con mi hermano al Bingo que se hacía en la antigua Terminal y se alinearon las estrellas y nos quedamos con el pleno. Me acuerdo salió la bola 32, no me olvido más. Tenía 17, 18 y mi hermano resignó su parte para que me compre un bajo. El bingo fue sábado, me fui dos veces a mirar la vidriera el domingo y no me quería dormir. Ya le había echado el ojo a una que quería y todavía había que ir a la escuela el lunes, se hacía eterno. A la tarde la fuimos a comprar y empezó todo el periplo porque claro, había que hacerlo sonar. Me lo afinaba Alberto Lincán que era músico y tenía un equipo. No muchos tenían equipos y me acuerdo que íbamos a lo de un amigo, Mariano Ret, y su papá tenía un combinado grande así que cuando se iban le pegábamos una desconada a los pobres parlantes. En ese transcurso me quedo medio rengo porque Nelson se va a vivir a Estados Unidos, yo me juntaba también con Gabriel Marín otro amigo del secundario que se fue a vivir también a Uruguay y aparece Miguel Moliterno y armamos Exequias, mi primera banda de heavy. Ensayábamos donde podíamos, a veces en la casa de Alejandro Enricci, que era el baterista, después estaba Lino Guitérrez y Hugo de Bernardi que también le usábamos la casa pero estaba al lado de un Residencial y nos mandaron a la policía. Terminé el secundario, me llevé materias y bueno, no tenía la posibilidad de irme a estudiar, fue un año bisagra ese, no tenía otra que ponerme a laburar.
EMPEZAR A TRABAJAR CON LA MÚSICA
Su primer trabajo fue como ayudante de albañil junto a su papá y después trabajo en un servicio de de paquetería. La primera vez que tocó en público con Exequias fue en una fiesta en del Salesiano en el Auditorio y fueron con sólo dos ensayos: "Éramos malísimos, no teníamos equipos pero le poníamos onda".
En ese tiempo llega a Esquel un médico amante de la música y la mamá de Lito, Eva que era enfermera, lo pone en contacto: tenía guitarra, amplificadores y un lugar donde tocar. "Además el loco era un adelantado con la música, me hacía escuchar cosas que me explotaron la cabeza como Rush, los solistas de Ozzy Osbourne, que no se escuchaban en la radio porque no llegaban, por ahí sabíamos por algunas revistas, como la revista Metal", recuerda.
- ¿Cuándo ingresás a Nacional Esquel?
- En diciembre del 92 abrieron concurso y Nelson me ayudó a estudiar y prepararme porque estaban por abrir la FM. Practiqué enganche de cassette, consola, todo. Fui re ansioso, me tomaron las pruebas y a las cuatro horas me llama Nelson y me dice... "che al final hiciste puras cagadas, te enseñé y nada. Tenés que presentarte a trabajar el sábado". Me tocaba ser franquero y no te imaginás la felicidad que tenía de trabajar de esto. Todo junto en 1992, con la vuelta de Gabo, entro a la radio, fuimos teloneros de León Gieco con una banda improvisada, Zenit.
- ¿Hiciste otra música además de heavy?
- Después vino Sonconfusión con José Soria, Fossati y David Pasquet y Retóricas donde se sumó Diego Sarquis. Ya hace un tiempo con Gabo Martín y Omar Yagüe armamos Arqueano que lleva siete u ocho años, fue mi gran desafío porque empezamos a hacer temas propios.
- De pronto la música era tu pasatiempo y tu trabajo.
- Tenía por todos lados acceso a la música: por la radio, por tocar y armamos con Nelson una empresa de sonido y donde entramos en contacto con fiestas de todos lados y artista de renombre que venían a tocar acá. Como operador y como músico empecé a estar en contacto con la historia y con el contexto musical de la Patagonia. Le hicimos sonido a la Zimbawe, Paz Martínez, Raúl Carnota y después por otro lado a los festivales populares o de folclore y empiezo a ver que algo faltaba. Por que estaba todo buenísimo, pero el acceso era a lo de siempre y faltaba la veta nuestra, local y regional. Veía que siempre se terminaba cantando Puente Carretero y por ahí acá no lo conocían tanto de lo que hablaba, no digo que esté mal pero me tiraba algo del orgullo, de querer música donde se hable de nosotros. Lo que se hacía en los festivales era chacarera, zamba, canciones populares del momento pero no canciones de acá.
ESTUDIO PATAGÓN: UN SUEÑO CUMPLIDO
Cuando empezó a operar en Radio Nacional Esquel, Andrés Mera arrancó a hacer el programa La Rueca en donde Lito empezó a tener la posibilidad de musicalizar. Elegía cortinas de Abelardo Epuyén, Giménez Agüero, Rubén Patagonia que tenían mejores grabaciones pero después todo el resto eran grabaciones caseras o en vivo. "Como necesitábamos esa música yo empiezo a hacer radios abiertas y ahí nació Radio Patagón: íbamos a una fiesta de aniversario y transmitíamos por teléfono todo con tinte regional y folclórico. Cuando Andrés se fue, le dimos continuidad", recuerda y así empezó Radio Patagón, para luego convertirse en el estudio y tener un archivo digital gigante de música patagónica grabada profesionalmente.
- Trabajando en Radio Nacional quizás tuviste un pantallazo de cuánto ha cambiado y el aporte que en ese contexto hiciste al archivo musical de la Patagonia.
- En 2006 monté el estudio y más allá de la veta laboral mi idea era grabar lo más que pueda la música de acá, de la región y la verdad es que me puedo jactar de eso. Hoy la discografía regional de esta y otras radios me animo a decir que es un 60% grabada en sala Patagón. Yo pasé toda esa música a otras radios.
- ¿Qué podrías decir que identifica a la música patagónica?
- La fuerza, sobre todo la fuerza, el mensaje. Puede ser que tenga un tinte triste, pero hay una parte de la música que es trova y otra, que es la que me gusta a mí, que es la cepa rockera. Porque la letra de la música patagónica encaja justito en el rock, se puede decir que la música patagónica es el rock del folclore. Puede ser que el mensaje, el ritmo que es como el loncomeo, la Patagonia es muy sufrida, es difícil cantar, el clima puede ser... Pero por suerte existe el acordeón que le vino a poner un poco de alegría y hoy está muy dentro de nuestra música. Es un fenómeno raro, pero está. Mucho chamamé, valsecito, la ranchera, la cumbia campera que tiene pioneros como Pancho Guillamán que hacía milongones con ritmo de cumbia hace veinte años.
- ¿Qué te ha dado la música a vos, además de tu trabajo?
- Yo creo que la felicidad casi constante del día a día está atravesada por la música, en mi caso, siempre. Ya sea como trabajo, como pasatiempo o como inyección también, siempre, si no, a veces ando tarareando en la canción. Yo tuve un poco de suerte, pero hay que ayudar a la suerte también. Mi vida en el campo me enseñó sobre las jergas, sobre las letras de la Patagonia, y eso lo aproveché, mis amistades, el trabajo de mis padres y tíos, esquilando, cazando jabalíes, haciendo el huache, todo eso tiene un sonido también que lo llevo adentro y me es familiar. Sé lo que busco y me lo dio la experiencia, la familia, pero también trabajé y aprendí de forma autodidacta todo lo que hice por la música.
- ¿Ha cambiado mucho en estos años la música patagónica?
- Ahora sucede que los jóvenes tienen más posibilidad de profesionalizarse, perfeccionarse. Si tengo que nombrarte una banda actual que me gusta es una de Valcheta, Zunguncurá. Ellos ahora viven en Fisque Menuco, son universitarios y le cantan a la meseta, a la estepa, a la vida en el campo, la cordillera. Después La Chuza, es muy interesante lo que hace Yoel Hernández también. No me olvido nunca de Lito Guitérrez, Facundo Armas, Marcelo Berbel, Chele Díaz, Eduardo Paillacán, todos autores de acá.
- Paillacán dice que hay como un complejo que no nos permite ver la enorme diversidad y cantidad de cantores y músicos que hay en la cordillera chubutense. ¿Vos coincidís con eso?
- Sí, a veces los paisanos nos tiramos un poco abajo, o no sabemos "vendernos", no tenemos labia, somos duros con nosotros mismos y enseguida que uno llama la atención lo tildamos de "fantasma". Pero está a la vista la cantidad de músicos, hay mucha autoría de música y quizás el paisaje mismo, lo agreste, lo duro, lo hermoso que son las primaveras, el verano, los ríos, los arroyos, el aire en sí y la gente, porque nosotros todavía estamos muy conectados con el campo. Quizás en un tiempo se va a perder, pero hoy conservamos muchísimo esa cuestión pueblerina de Cushamen, de Gobernador Costa, de Pampa de Aña, entonces en algún punto todos tenemos un pariente por ahí y esa cuestión campera, la urbanidad entre el asfalto y eso de la tierra, está impregnado en el aire.
- ¿Te imaginas un futuro haciendo una cosa distinta?
- La música es mi cable a tierra, me gusta mucho el rock pero me gusta la difusión de que al paisano éste se lo escuche en algún lado. A veces suena un poco feo, yo soy de imponer porque bueno, es la forma de hacer que se escuche la música. Yo tengo la posibilidad en este caso de estar en una radio y creo que hoy la gente pide los autores de acá porque alguien estuvo atrás de eso, insistiendo todos los días para que pase eso. Hay que aprovecharlos los momentos y si somos pocos los paisanos que ocupamos lugares clave, tenemos que potenciarlo.