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25 de Junio de 2025

Marta Sahores: "No hay pueblo en el mundo que haya sido minero, que sea próspero"

El día que escuchó mentiras disfrazadas de ciencia, Marta supo que siendo Profesora de Química tenía una responsabilidad con la sociedad que le dio cobijo. Nacida en Bahía Blanca, exiliada en Ecuador durante la dictadura y abrazada por Esquel con la vuelta de la democracia, su militancia social es ejemplo mundial de la ciencia al servicio del hombre.

Domingo, 17 de noviembre de 2024 a las 06:20

Si hay una cosa que se le puede criticar a la ciencia que creamos como discurso de la humanidad es que, al servicio de los intereses meramente comerciales, se enfoca estrictamente en ver a la naturaleza como un objeto al que extraerle energía y recursos. Eso Marta lo tiene claro: “La ciencia me interesa para comprender la naturaleza, no para controlarla”, dice con la elocuencia que la caracteriza. De familia conservadora, profesora de química, culo inquieto y mente curiosa, Marta Sahores vino a Esquel a dar clases y vaya si así lo fue. De las primeras en levantar la voz cuando no le cerró el “discurso científico” que vendían las mineras en la crisis del 2001 en Esquel, se convirtió en referente y corazón del Movimiento del No a la Mina. Cuando se jubiló de las aulas dio clases en las calles de cómo la ciencia puede estar al servicio de la comunidad.

 

¿POR QUÉ LA TIERRA ES MI CASA? ¿POR QUÉ LA NOCHE ES OSCURA?

Nació en Bahía Blanca el 4 de noviembre de 1942, segunda hija de seis, en una familia que durante el peronismo la pasó mal. Recuerda que su papá llamaba a ese contexto como la “época del puré negro” en referencia a la pobreza que los atravesó entonces.

- ¿A qué se dedicaba tu papá cuando eras chica?

- Estaba recién recibido de abogado y como era antiperonista, no tenía muchos clientes. Incluso estuvo dos meses preso y por eso me criticó mucho cuando yo estuve en la Juventud Peronista. Me decía.. ¿Cómo una hija de Sahores? Y yo le decía que me enseñó él porque me acuerdo cuando nos escribió una carta desde la cárcel donde nos explicaba que él no estaba preso por haber robado o algo por el estilo, sino por sus ideas. Mi mamá se bancó sola la casa con los cinco -todavía faltaba una- y aunque se había recibido de Letras con 10, mi papá prefirió que no trabajara. En esa época yo también ayudé mucho a mi mamá siendo la mayor de las mujeres. Las diferencias entre hombres y mujeres eran mucho mayores y en casa mi papá preparaba los sobres para las elecciones, imaginate, yo nunca los acepté tampoco. Quedó preso por una movida que hubo con los trenes, era del Partido Conservador y participaba, hoy un conservador se queda en su casa diciendo. Fue cómico porque cayeron él y uno del Partido Comunista. Así que esa época me enseñó bastante.

- ¿Ibas a la escuela?

- Sí, a la escuela pública. Tenía amigos de todo tipo y eso me abrió también la cabeza, era bastante rebelde con mi hermano, el que me seguía y yo quería estudiar arquitectura. Para mi papá eso no era posible para una mujer y elegí química porque era lo que me había gustado por un profesor que fue una maravilla. Unos años después con la excusa de irme a Buenos Aires, me metí en Exactas a hacer una especialización en Físico Química.

- ¿Cómo fue esa experiencia en Buenos Aires?

- Ahí ya empecé a dar clases particulares y Exactas me enseñó muchísimo porque tenía profesores muy entregados a la educación liberadora, no te enseñaban las cosas de memoria. No era la tabla periódica de memoria, sino que había que saber utilizarla como herramienta, bueno, y así. En el medio sucedió la Noche de Los Bastones Largos y muchos de mis profesores se fueron, así que una parte de las clases las íbamos a cursar a La Plata, muy loco. Después vino Onganía y había muchas discusiones entre compañeros, estuve mucho en el Centro de Estudiantes y siempre abierta a lo social. Yo venía de Bahía Blanca, donde pasamos el golpe del 55 con la presencia de todas las fuerzas de seguridad, yo era la hija del doctor y había una cosa muy de respeto a los superiores. De pronto en Buenos Aires todos eran ´ché boludo´ de acá, ´che boludo´ de allá, otra cosa, un cambio enorme. Buenos Aires me forjó como persona pero después volvió otro golpe de Estado y para entrar y salir de la Facultad te pedían el documento, todo era represión. A pesar de todo ese contexto, yo terminé mi Licenciatura en Química con especialización en Físico Química siempre con la idea de que estudiaba para entender la naturaleza, no para transformarla. Imaginate que formo parte de la generación en donde explotó el uso del plástico y yo siempre dije que esto iba a inundar el mundo entero porque no es biodegradable, ya estaba en contra desde el principio.

 

 

SOY UNA PUPILA ASOMBRADA QUE DESCUBRE COMO APUNTA

Mientras terminaba sus estudios, se acercó a los Curas del Tercer Mundo que daban talleres de formación política en la calle, al lado de las iglesias. En una de esas reuniones conoció a quien sería el padre de sus hijos, Jorge, que militaba en la Juventud Peronista y se había acercado para informar sobre lo que estaba ocurriendo en Bolivia, tras el golpe de estado a otro dictador, Hugo Banser Suárez. Empezó a acercarse a la JP y hacer militancia social en barrios y clubes. Con la famosa frase de Perón “jóvenes imberbes”, decidió alejarse de la agrupación pero estaba lo suficientemente involucrada como para que, dos años después, el golpe de estado de 1976 fuese un peligro para su vida.
- ¿Qué pasó entonces?

- Yo estaba embarazada de mi segundo hijo trabajando en la Facultad de Veterinaria, seguíamos a Paulo Freire y teníamos una organización interna asamblearia entre los docentes que todavía recuerdo con mucho orgullo. De ahí nos rajaron, “por marxistas”, dijeron. Jorge era una cara visible y eso hizo que lo buscaran activamente y por suerte no lo chuparon porque cuando fueron a buscarlo al Posadas él estaba de licencia y desde ahí nos fuimos a Bahía. En mayo, después del nacimiento de Ernesto nos fuimos a Ecuador, a Quito, porque a Jorge le dieron una beca para estudiar. Nos despedimos sin saber si volvíamos y fue bravo. Hicimos una parada en Bolivia y cuando bajé en Cochabamba, lloré una hora y media seguida. Al llegar a Quito, gracias a haber estudiado en Exactas se me abrieron las puertas enseguida y estuvimos allá siete años. Trabajé también en una escuela católica, San Gabriel, y me fui con el Padre Nuestro estudiado me acuerdo, por si acaso. Incluso quedé en contacto con alumnos que se recibieron conmigo y que me llamaron hace poco cuando festejaron un aniversario, fue buena la experiencia pero después de la Guerra de Malvinas decidimos volvernos.

- ¿Con qué te encontraste?

- Vi un pueblo floreciente, un pueblo maravilloso que salía a la calle y que hacía cosas. Y yo dije, bueno, yo me vuelvo. Me separé en febrero del 83 y unos meses después volví con los chicos. Llegué a Argentina el 14 de octubre y el 28 más o menos, o 30, se votaba. Yo digo que vine a votar a Alfonsín, así que en la vida fue la única elección a presidente que gané. Cuando volví hice de todo, hasta muebles, sacando de todos lados, bocaditos para reuniones, costura, mi viejo me ofrecía el oro y el moro para ir a Bahía y yo no quería saber nada. Él quería que trabajara en petróleo y yo no quería esa línea y tampoco quería depender de mi papá. Nos juntábamos a trabajar con muchas mujeres que venían del exilio y en una de esas llegó Felipe Solsona, un profesor, que nos avisó que buscaban profesores. Nos ayudó mucho también el CELS a reinsertarnos y conseguí una entrevista con Aldo Lopez Guidi y después me vine a conocer.

 

Marta y Silvia hechas por la artista Dddalina a 20 años del plebiscito.


SI SABER NO ES UN DERECHO, SEGURO SERÁ UN IZQUIERDO

“Es Quito en miniatura”, le dijo a sus hijas y se vinieron en marzo. Enseguida consiguió una casa a través de Sonia Kraiselburd y se enamoró de que sus hijos puedan jugar en la calle e ir solos a la escuela. Marta recuerda que los veía como cabritas subiendo montañas e incluso se fueron hasta Chile en Citroën. Empezó a dar cursos junto al bioquímico Pipi Martínez y a generarse un espacio social a través de su profesión con otros estudiantes y profesores que empezaron a organizarse para pedir la sede de la UNPSJB.
- ¿Lograron entonces la sede?

- Si. Mi idea es de militancia social, siempre salí como educadora y estábamos muy organizados los integrantes de la comunidad educativa. En un momento dejé la dedicación exclusiva y empecé a dar clases en secundario, me motivaba hacer pensar a los alumnos, reflexionar y resolver. Después apareció el debate por el basurero nuclear en Gastre y trajimos a Federico Westerkamp, doctor en química y físico docente que formó parte de la fundación de APDH a dar charlas y conferencias. Cuestión que se nos vinieron los años 2000 y yo ya daba clases en otras escuelas y el tema de la mejora de la educación era un reclamo clave que nos tenía muy movilizados.

- ¿Cuándo fue que escuchaste por primera vez del proyecto minero?

- En julio de 2002 hicieron un presentación del cianuro en el Auditorio Municipal. Loquísimo, ni siquiera era sobre la industria, sobre lo que venían a desarrollar, sobre cómo debía ser el vínculo... Fue sobre el cianuro. El decano de la Facultad entonces nos pidió a Silvia González y a mí que fuéramos. Yo fui de casualidad con un curso, el Auditorio estaba lleno fundamentalmente de autoridades provinciales y de la universidad. Bueno, la cuestión es que el tipo salió a hablar justamente como vendiendo productos y dijo barbaridades olímpicas. Barbaridades en serio: tenía un saco azul y decía que ese color era ferrocianuro férrico y que si fuera peligroso estaría envenenado. A todo esto, la misma palabra ferrocianuro férrico, indica que tiene todo el hierro que necesita y esto es importante porque el cianuro solo es veneno porque capta el hierro de la enzima citocromo oxidasa que es la enzima de la respiración celular. Entonces el ferrocianuro férrico tiene todo el hierro, no puede agarrar más pero si vos lo respirás o si tomás agua con cianuro capta el hierro de tu sangre y ahí ocurre la asfixia. Mentiras lisas y llanas porque la enzima esa es como un catalizador para la respiración celular. La cuestión es que escuchamos eso, escuchamos que el cianuro era menos veneno que la lavandina que se vende en supermercados, tan alevoso que no podías no hacer algo. Había un maestro que estaba atrás que hacía preguntas interesantes y las autoridades de la facultad, gente capacitada, no decían nada. Empezamos a hacer preguntas y tres tipos que había adelante nuestro -con toda la pinta de matones- nos decían que venían a aprender y que querían escuchar porque querían trabajar en la minera. Por supuesto ya estaban trabajando en la minera, eran servicios. Con Silvia nos asustamos de lo que escuchamos y nos fuimos antes de que termine la charla. Porque además las mentiras las decían con cierta veracidad, es decir aparentaban ser verdades. Por ejemplo todos los que pasamos por la secundaria sabemos que las reacciones químicas se escriben como reactivos-flechita-productos, entonces el tipo decía que el cianuro se descomponía naturalmente en productos no tóxicos y ponía la reacción con la flechita pero no decía absolutamente nada de las condiciones de reacción que implican el lugar en el que ocurren, en donde interactúan con otros elementos y se producen otras reacciones intermedias que generan otros tipos de tóxicos. Entonces con Silvia pensamos que la responsabilidad era nuestra porque tenemos que explicarle a la gente que no sabe química que esto es mentira y que hay que buscar la verdad. Bueno, salimos nos pusimos a estudiar y más o menos a los quince días ya estábamos dando la primera charla en la universidad como extensión. Buscamos bibliografía en la época sin internet y nos encontramos con Robert Moran, Doctor en Ciencias Geológicas experto en minería. Me acuerdo en una charla hablaban de que no iban a usar agua de la que tomábamos y un estudiante le explicó que si la sacaban de un pozo era lo mismo, le cerró la boca el estudiante. Después por supuesto le pedí la bibliografía y me fui a la oficina a buscar la información, me dio diez paginitas de un trabajo y me fui al laboratorio a leerlo mientras Silvia trabajaba. Resulta que el texto nos dio la razón porque decía que los métodos utilizados para destruir el cianuro no servían y proponía un método bacteriológico para transformarlo que además era carísimo, no era viable.

YO VIVO PARA PREGUNTAR, SABER NO PUEDE SER LUJO

Marta sabía que tenía que presentar verdades científicas y aunque ya se había jubilado, volcó su enseñanza a la sociedad esquelense. El 4 diciembre de 2002 previo a la asamblea pública, se hizo una asamblea en la Escuela Normal con más de 500 personas para intercambiar información. Ahí Marta intervino y dice que se le “saltó la chaveta porque dije que los mineros estaban mintiendo y que el cianuro era veneno. Estaba dispuesta a dar charlas y de hecho las dimos casi casa por casa”.
- ¿Ahí fue que te amenazaron?

- Llegué a casa, suena el teléfono y me dice un tipo con voz entonada “Señora Marta, ¿Qué pasa el 4 de diciembre?”, le respondí que no sabía de qué hablaba. Era la verdad, yo no sabía de qué me estaba hablando. Habían quedado que el 4 se reunían en la Plaza para marchar pero nosotros no nos habíamos enterado y me responde: “Usted va a quedar tendida en la plaza”. “Tendida” esa era la frase, me acuerdo patente y entonces yo me empecé a hacer la dura y le digo, “identifíquese”. Y ahí me respondió que quería el trabajo que no se qué más y que nos dejáramos de joder. A Silvia la habían amenazado una semana antes y después hubo dos más. Hicimos la denuncia pero nunca nos dieron bola, llegaron a ser 40 denuncias de diferentes vecinos. Incluso a Pelo, el marido de Silvia, lo amenazaron hasta con un arma y él, que se conoce a toda la población, supo quién era el que lo estaba amenazando con el arma. Así que hizo la denuncia. Bueno, cuestión que cuando nos encontramos en la plaza nos tiramos en el pasto de lo felices que estábamos de ver tanta gente tomando la palabra en contra del cianuro, porque primero fue contra el cianuro solamente. Después, cuando supimos algo de economía porque nosotros no sabíamos un pomo, nos dimos cuenta que era también un saqueo. Entonces era no al cianuro, no al saqueo. Y así hasta que llegó a No a la Megaminería. En ese momento fueron tres mil personas, más del 10% de la población. Gente grande, gente chica, cuestión que tampoco era normal. Después los pibes también hicieron una marcha solos y debe haber sido una de las primeras con esas características en la historia de Esquel. Después empezamos a pedir colaboración a Greenpeace y traíamos expertos en el tema. En enero ellos arrancaban con la construcción y desde donde estabas en el pueblo podías ver las máquinas trabajando incluso de noche, vos te imaginás lo que hubiese sido eso. Prácticamente al lado de las casas de todos nosotros.
- Recuerdo que el plan de la mina planteaba objetivos a veinte, treinta años ¿Crees que estaríamos peor ahora?
- Sí, por empezar, cuando empieza la mega minería, lo de mega es importante, porque los mineros hijos de su madre y los políticos decían que estábamos contra la recolección de arroyo o en canteras de áridos y bien se sabe que la minería es muy amplia, entonces nos decían que estábamos en contra del desarrollo. Pero no, estamos contra la mega minería, que sabemos bien ahora qué es y que tienen que moler la montaña y se liberan un montón de sustancias que están atrapadas en la propia montaña y que en presencia del oxígeno se convierten en óxido sulfúrico, que a su vez en el agua se convierte en ácidos sulfúrico y eso es el drenaje ácido, más allá del uso del cianuro. Todo eso baja por los ríos con los metales pesados que, si bien se da naturalmente, lógicamente al moler la montaña sucede acelerado y eso es la contaminación. Me acuerdo que una vez apareció un arroyo amarillo luego de que hicieran perforaciones para sacar material y ver cuánto oro había. Se usa un líquido que no es contaminante pero que agarró una napa y se fue al agua, lógico, esto daba cuenta del nivel de improvisación y catástrofe que podían provocar estas situaciones. Eso fue un poquito antes del 23 de marzo. Mirando para atrás pienso que no teníamos experiencia y que el mundo tampoco la tenía tanto en términos de militancia ambiental, antes era más político ideológico y hoy se dice que si el Che viviera sería ambientalista. Pero tampoco me gusta mucho esa palabra.

- ¿Por qué?
- Porque lo ambiental también es social, es decir, el hombre y la mujer son parte de la naturaleza. Habíamos conseguido una enorme cantidad de material de Santa Cruz, Catamarca, La Rioja, ya sabíamos de los desastres por los que nadie pagó nada o sí, pero no resuelve nada. Pagan la culpa pagando pero la gente se sigue muriendo. Hoy hay redes enormes y recuerdo un plebiscito en Tambo Grande en Perú que sucedió antes que el nuestro, donde ganaron con el 92%, y ¿por qué? Porque era un pueblo donde se producía frutas y ellos ya lo sabían porque es concreto: No hay pueblo en el mundo que haya sido minero, que sea un pueblo próspero. Yo ya jubilada me podía ir, pero acá queda mi gente, mis alumnos, no lo puedo soportar. Y así fue, Esquel le dijo no.

 

Fotografías José Bava.