Este fin de semana, Esquel rindió un homenaje silencioso pero profundo: Roberto Osmar Vila, el mítico agrimensor que llegó a estas tierras cuando aún eran promesa, cumplió 87 años. Su nombre está grabado en la memoria colectiva no solo por la precisión de su oficio, sino por la huella humana que dejó en cada mojón, deslinde y plano que trazó.
Llegado desde la Universidad de La Plata en tiempos en que en la ciudad había apenas un agrimensor, Vila fue pionero en el ordenamiento territorial de la región. Trabajó con cinta y teodolito, abriéndose paso entre cañadones y bosques, midiendo no solo la tierra, sino también los sueños de quienes buscaban echar raíces en la Patagonia.
En su trayectoria se mezclan anécdotas de expediciones a pie por la cordillera, el mate compartido con familias galesas y pobladores originarios, y el compromiso de instalar un estudio de agrimensura para quienes llegaran después. “Esquel me dio todo”, suele decir con gratitud, aún hoy, cuando vecinos y colegas lo buscan por su mirada atenta y su memoria prodigiosa.
Vila no solo contribuyó al desarrollo técnico de la ciudad; también dignificó el territorio, tejiendo relaciones de respeto y colaboración. Testigo y protagonista del crecimiento de Esquel, encarna una historia de esfuerzo, vocación y servicio público que sigue inspirando.
En sus 87 años, Roberto Vila reafirma que hay oficios que se ejercen con instrumentos… y con el alma. Y que algunos hombres, al medir la tierra, terminan trazando también el mapa de una comunidad entera.