Hijo de padre libanés y madre española, Samir Kerbage nació en Esquel y se crió entre los autos del concesionario de su papá, jugando a la pelota en el salón. En su casa la música estaba presente en lo que se escucha que era folklore y música árabe, nada que indicara su posterior incursión en el arte y en la música alternativa. En los últimos años de la primaria pasaba el tiempo grabando en cassettes programas de radio que armaba él con la música que le gustaba, marcando que su interés no sólo era por la música sino también por la difusión. Hace 15 años comenzó a producir el Loop Fest que fusionan diferentes disciplinas artísticas creando circuitos independientes y alternativos a la moda y a lo establecido. Hoy tiene un bar, El Cedro, que le dio la posibilidad de hacer confluir su historia familiar, la cocina -otra de sus pasiones- y la música en distintos formatos.
LOS CASSETTES DEMÚSICA
Samir recuerda que no había mucha influencia musical en su infancia, “escuchábamos Festilindo”, dice medio con ironía, “porque era lo que estaba medio de moda, Ignacio Copani, esas cosas”. Eso que salía por la radio, en épocas donde no circulaba ni era tan accesible la información, hizo que se cope grabando canciones de la radio para armar su propia playlist pero con info de las bandas que le gustaban, haciendo sus propios programas de música.
- ¿Pasaban esos programas en algún lado?
- No, eran para nosotros mismos. Escuchábamos una frase del tema y decíamos “se llama así”, porque no había de donde sacar la data y queríamos escuchar esa música. Así empecé a interesarme más.
- ¿Con quién los hacías?
- Mis amigos, Alejandro Naumovich, Jonathan Nara, teníamos doce, trece años. Grabábamos de la radio Fénix más que nada pero íbamos recorriendo el dial y donde enganchábamos uno lo grabábamos en la casetera. Me interesaban los sonidos más oscuros del pop, synth pop. A los pibes les gustaba más lo nacional y yo me iba por eso y el new wave. Creo también que porque tenía unos primos más grandes que estaban en esa onda y cuando fui creciendo me llevaban a Comodoro donde vive parte de nuestra familia e íbamos escuchando Depeche Mode, Tears for Fears, incluso Prince. Todo eso me re entró y yo flasheaba que quería ser grande para salir a ver lo que pasaba y cómo sonaba esa música en un club, un poco sentía que acá en Esquel estaba en una cajita de cristal.
- ¿Cuándo empezaste a tocar la batería?
- Primero armábamos seudo bandas con una batería de lata, una guitarra criolla medio rota, tratábamos de imitar canciones, estaban saliendo los primeros discos de Attaque me acuerdo... En el secundario iba a la escuela con Guille Baliente, Tomy Alva, Alun Lloyd y armamos una banda para la escuela, entonces zafábamos de un montón de cosas y aprovechábamos mucho a Ceferino Torres que marcó a muchísimos guitarristas y músicos, estaba también Agustín Cristiani, Marcelo Gómez, Martín Oriola. El Cefe era re bueno, nos enseñó un montón. Me acuerdo la primera presentación que hicimos en el Cine Coliseo en la parte de arriba.
- ¿Qué música hacían?
- Teníamos The Cure, The Police... Estuvimos un mes practicando para que nos salga bien, creo que hicimos esos dos temas.
-¿Había bandas de música alternativa?
- Recuerdo una que se llamaba “8%”, una formación anterior a 7-11 que estaba integrada por los hermanos Antar, los Espinoza. Después había bandas como Manzanita de Cristal, que hacían cumbia, y después Exequias, que era la banda que tenían Tomy con Marcelo y Alun. Después Heofon y desde ahí con Guille nos fuimos más a lo alternativo, el grunge... y el resto de los chicos más para el rock y el blues. Ahí nos acercamos más a Agustin Berman, a Lino Gutiérrez que era amigo de los Moliterno, de David, los dos mejores guitarristas de entonces. Ahí empezamos a mezclar géneros y decíamos que tocabamos “menjunje moorhobeckch”, como que habíamos inventado un estilo.
- ¿Qué mezclaban?
- Y era Nirvana, con un poco de... no sé, de Silverchair, con otro poco de Attaque, no sé, todo mezclado, de todo lo que escuchábamos, obvio que no se entendía muy bien.
-¿Hacían temas propios?
- Todos propios y yo aprendí así, escuchando y autodidacta. Ahí ya aparecía Chemical, Brothers, Prodigy, rock con máquinas y surgió Heofón e hicimos un disco, grabamos un cassette con Nelson Santibañez y Jorge Criado que no sé cómo se jugaron a grabarnos un cassette que todavía lo tengo digitalizado... Una voz de pito yo... Me tocaba cantar porque era el único que se animaba y las letras son así nomás, improvisadísimas, ni terminadas, con verbos mal conjugados... pero la música estaba buena, era experimental, fuerte, intensa. Aún así nuestros amigos se sabían las letras y tocábamos en vivo. Después con Guille y Tomy armamos Repuesto, los tres veníamos del desamor y nos salieron cosas oscuras, tocamos una sola vez en vivo porque Tomy se fue a vivir a Barcelona. La primera vez que empezamos a meter máquinas fue con otra bandita que se llamó Electric Flower Power que ya no me daba la voz, yo no tenía ni técnica para cantar así que al toque me quedaba sin voz.
LA MEMORIA DIGITALIZADA
Samir terminó el secundario y se quedó trabajando en Esquel. Un día iba a un cumpleaños con unos amigos a Bolsón y levantaron a un tipo que estaba haciendo dedo. Llevaba un maletín e iba al mismo lugar que Samir y sus amigos: adentro tenía un discman, una casetera y una mixer. Eso fue casi una epifanía en su búsqueda musical.
-¿Qué te marcó de esa anécdota?
- Nosotros cuando vimos lo que tenía nos quedamos medio como que no entendíamos. Después enchufó el equipo y pasaba cassettes y cds y mezclaba ahí. Le daba play para que entren mas o menos los temas, sin ningún tipo de ecualización y yo me quedé todo el tiempo con el chabón mirando lo que hacía. Me encantó. Al otro día ya estaba consiguiendo una mezcladora y empecé. No tenía bandeja, nada. Ahí me fui a Buenos Aires y empecé a conocer más la movida de pasar música, las técnicas, me puse además a estudiar cocina. Primero en Comodoro en realidad, donde ya había una apertura musical a lo alternativo y un amigo tenía todo, guitarra, equipos, sintetizadores, empezamos a hacer fiestas y aprendí mucho de la técnica de mezcla. Todo mirando, así aprendí. Ahora los equipos te traen un sincronizador, lo apretás y se pegan los dos temas. Ahí tenías que escucharlo uno u otro, incluso a veces fijarse hasta qué tonalidad o qué armonía tenía. Allá toqué con varios djs grosos y empezó algo con los vinilos. Hoy que paso mis vinilos en El Cedro me cuesta un poco todavía, tengo buena música, la selecciono pero no sé si mis mezclas son tan perfectas como las que escucho. Después en Buenos Aires hablando con un amigo le cuento que estaba escuchando House y me dice, “ah andás en la misma boludez que mi amigo”, así conocí a Lautaro Funes y terminamos viviendo juntos, escuchando mucha música. Ahorramos, comíamos arroz tod el año y nos compramos una consolita de doble compactera y una mixer que todavía conservo. Y empezamos a tocar en fiestas tipo cierres de teatro, cosas así, mientras laburaba en cocina. Estuve allá diez años yendo y viniendo, en el medio lo conocí a Traca, otro Dj, y empezamos a coincidir mucho con la música. Él tenía una novia acá en Esquel y empezamos a armar proyectos juntos.
ESQUEL NO DUERME
A mediados de los 90, Eduardo Duhalde como gobernador de Buenos Aires había sacado una ley que obligaba a los locales nocturnos a cerrar a las 3 de la mañana. “Eso hizo que de golpe se frenaran muchas movidas culturales nocturnas por lo que buscamos opciones para generar espacios”, recuerda Samir. Armaron varios festivales y después de unos años nació el Loop Fest, un festival multidisciplinario que en 2025 cumple 15 años y tendrá una nueva edición en marzo.
- ¿Cómo fue la primera vez?
- Hablamos con Dalcó, con Claudio Dalcó que era el Secretario de Cultura, como para ver que podíamos hacer y el loco nos propuso hacer un festival que se pueda realizar en una semana, para que todos los bares que están acá puedan tener el mismo derecho que tienen todos los otros. Y así arrancamos con lo que después fue el Loop, de la necesidad de querer bailar, de querer escuchar cosas sin que te rompan las pelotas.
- ¿Qué te copó de lo alternativo?
- Es que lo evidente está por todos lados. Está bien, lo disfruto cuando salgo, tampoco es que no me gusta, pero quería escuchar la música que a mi me gustaba y que no estaba en ningún lado. En el medio armé un bar ahí con unos amigos, Moe Bar, que ya venía de otros dueños, pero le pusimos nuestra música, mezclábamos pop, funk, electrónica pero también había tango y otras cosas. Queríamos suplir la necesidad de la gente para tener un mínimo espacio, para hacer algo que no tiene espacio en otro lado. Ahí estabamos con Imola Vampiro con Pablo Martínez, Pablo Bersier y Mark Lucero. Ahí empezó a tocar también Diego Billordo de Buenos Aires que desde entonces viene a Esquel todos los años. Conocí en una de mis idas y venidas a Chikane, un dj que tocaba con vinilos y era un robot, matemáticamente perfecto, no se le iba nunca. Nos hicimos amigos y un día me invitó a tocar y fue como una clase, le presté mucha atención y también lo invité a Esquel a que venga a tocar.
- ¿Qué te gusta de hacer esas movidas? ¿Qué te gusta de producir?
-Me gusta lo que se genera al salir un poco de la obviedad, mostrar que hay gente haciendo de todo y por ahí tiene las cosas en la casa... Me gusta que de pronto le den valor, ponerlas en mi bar con una luz linda que lo haga ver distinto y que la persona se la crea, empujarlas para que muestren y se conecten desde ahí. Y después armando lo que se genera, una especie de hermandad donde hay mucha gente colaborando para que salga bien, uno que ponga música, otro que esté preparando algo rico.
- Después estuviste unos años inactivo armando a pulmón El Cedro, reciclando el negocio de tu mamá. Y medio también como el sueño del pibe porque además tenés una cocina de comida árabe...
- Sí, siempre me gustó la cocina árabe, para mi hijo, por mi abuela. El día que me propuse estudiar gastronomía fue para aprender a hacer todo bien, pero siempre pensando en elaborar la comida que comía en casa de chico. Mi vieja había aprendido de mi abuela materna, era muy genia con la comida así que en el medio mientras tocaba en distintos lugares, también cociné en distintos lugares antes de venir a Esquel.
UNA VIDA MULTIFORMATO
Desde los 90 hasta acá Esquel cambió mucho y la cantidad de artistas que siguen surgiendo vieron multiplicados los espacios para salir a mostrar. Con altibajos, en la actualidad la ciudad cuenta con distintas posibilidades para los artistas y siguen apareciendo -también cerrando- nuevos bares y Festivales.
- ¿Cómo has visto evolucionar Esquel en términos de movidas culturales?
- Me parece que ha crecido un montón hoy en día. Hay tres, cuatro sellos de música electrónica haciendo movidas acá, que para ese momento no había nada. Hay gente que toca blues, rock and roll, heavy metal, hasta los temas de Dragonball recontra bien hechos como los Saint Saiyans y hay jazz, hay blues, hay movidas literarias, hay un montón de cosas. Está buenísimo ahora como está surgiendo todo.
- ¿Qué es la música para vos?
- Y la música para mi es todo, porque casi todo lo que hago, lo hago o escuchando o pensando en la música, no puedo parar de escuchar música. Y El Cedro me permite un poco confluir todo.
- Bueno te armaste el bar con tu casa atrás y en el bar tenés cuadros de artistas, eventos musicales, fuiste armando todo.
- Sí, hay muchos amigos que han colaborado, de hecho me hice muchos amigos. A mí me gusta tener un espacio donde se pueda apreciar las cosas que sean locas, simples, complejas o que no tengan nada que ver con nada. Y con la música también le doy espacio a un montón de gente para que venga a hacer cosas acá y escuchamos cosas raras que por ahí no se escuchan en otros bares o en otros lugares.
-¿Sentís que la ciudad acompaña la movida cultural?
- Sí, sí, porque está creciendo. Obviamente que tenés una gran cantidad de gente que va por el lado más comercial y todo eso, pero bueno, está bien también porque para que empezaran a venir otras bandas primero tiene que haber público.
- ¿Qué artistas te gustan?
- Artistas, todo lo que entre dentro. Y me gusta José José, María Martha Serra Lima, música orquestal, soul, funky, cha cha cha, cosas así, en discos. Lo que pasa es que los discos suenan distintos, como que tiene un alma distinta que ponerlo en Spotify o en un teléfono, vos ponés el disco y es como que tiene un amor distinto y aparte gira entero, entonces vas escuchando un poco de lo que quiso hacer un artista conceptualmente. Y después bueno, hay de todo, siempre me gustó mucho Depeche, Kraftwerk también, son matemáticamente perfectos y todo, pero no tenía mucha rebelión dentro de lo que hacían y ahí empecé a escuchar un poco más tecno de Bélgica y esas cosas que tenían un poco de sangre.
- ¿Y de acá en Esquel?
- Como músicos me parece, por ejemplo, Alun me parece un músico excepcional en lo que hace porque la re siente cuando está tocando, Ary Wengier me parece que es muy bueno también y David Moliterno es un violero que toca lo que sea. También Sonia Baliente que fue re impulsora para que con Guille podamos aprender y nos re aconsejó. Y considero que hay muchos músicos muy buenos como Mark Lucero, Pablo Martínez, Pablo Bersier. Hay una canasta de huevos de oro en ese sentido, es tremendo.
- ¿Cómo buscás música ahora?
- Trato de irme de lo que se quiere imponer. Eso es mucho de Spotify que depende de lo que pagan aparecen más o menos. Sigo buscando en Soulseek, toco acá y toco en varios lados y ahí encuentro cosas increíbles que no están en Spotify. Me encanta poner música y generar una vibra en la que estemos todos, que los demás sientan lo mismo, ese momento no sucede siempre pero aparece de a ratos y eso para mí es un logro y mi objetivo.