Viene su sonrisa primero, Sonia después. Una sonrisa doblemente potente cuando siempre que aparece es para anunciar alguna actividad o noticia referida a su labor comunitaria a través de Cáritas. Labor comunitaria y organización de la comunidad en pos de un bien común. Organiza a la gran cantidad de jóvenes que quieren ayudar a otra gran cantidad de jóvenes que necesitan de la solidaridad en Esquel y alrededores. Con su fe en Dios como motor, no pierde las esperanzas en los seres humanos.
Sonia se mudó de Colón, Entre Ríos con su esposo a los 35 años, embarazada de su tercer hijo: “Me enamoré del entorno, era como un cuento de hadas. Yo venía de la meseta y la llanura y ver las montañas es una cosa que no me canso de admirar”, recuerda. Tuvieron dos hijos más en la Patagonia: “Acá conformé mi familia, hoy tengo además un nieto y construimos nuestra comunidad familiar”, comunidad que trasciende los lazos sanguíneos y que encuentra en la responsabilidad por el bienestar de los otros, un sentimiento de afecto.
Siendo ama de casa, Sonia asistía a misa todos los domingos y a medida que sus hijos crecían, el tiempo disponible también: “Uno de mis grandes valores es la familia, siempre fue le centro de mi vida. Justamente, con mi hijo más grande, comenzó mi proceso de mayor compromiso”. Él comenzó catequesis y en las reuniones de padres la invitaron: “No se quién cometió el error, todavía están buscando a la persona que me convocó -bromea- y ahí empecé a cooperar en Parroquia Sagrada Familia”.
SIN LO BÁSICO
A las cinco de la mañana se ponían a amasar: “Con madrugón y todo iba con mucha alegría. Los chicos eran más grandes y mi marido fue clave para poder dedicar tiempo a la Parroquia, no hubiese recorrido este camino si no tenía su apoyo”, reconoce. Después de 15 años al servicio en la parroquia, comenzó a dedicarse a la administración: “Hacemos capacitaciones, gestiones y ahí empecé a ver otras cosas que a mi me preocupaban de la familia. No solamente llevarles pan, sino también ver como ayudamos en la promoción social”.
- Primero quisiste acercarte a la comunidad donde tu hijo crece, ¿Qué es lo que te impulsó a continuar?
- Empezamos a ver los dolores de la comunidad, de la gente, de las familias. Nosotros hablamos de dolores: no tener alimento es un dolor, no tener educación también. Hablar de dolor trae el afecto por el otro, una posibilidad de mayor de empatía. Hace mas o menos 17 años que comencé y hoy estar en la gestión me permitió ampliar el corazón. De mi comunidad de origen, Cristo Obrero, ahora pasaba a tener una perspectiva más amplia donde podía ver el dolor de toda la comunidad, de Esquel y alrededores. Empecé a trabajar con las comunidades rurales, comunidades que están…. Todos tenemos dolores, todos: soledad, la falta de vivienda, alimento, la enfermedad, la falta de oportunidades de trabajo.
Para Sonia, hablar de dolores es una mirada integral que implica el afecto y la empatía y trasciende las necesidades de urgencia o sobrevivencia: “Con la fe católica como base, Cáritas es la caridad organizada de la Iglesia. Yo sueño, apuesto y soy parte de la construcción de una Iglesia abierta a todos, abrazando todo el dolor que llega, las vulnerabilidades, abrazar para mi es darse por completo”.
Sonia dice que ella aprendió de los jóvenes “a dar, como dicen ellos, el 100%. Para mi se convirtió en una forma de vida, donde regalás algo que no vas a recuperar nunca, que es tu tiempo de vida, tus dones, tus saberes, tus capacidades. Mucho de eso tiene que ver con mi fe. Porque yo estoy segura que estoy al servicio porque realmente veo en el otro un hermano. Me sale del corazón ayudarlo… no sé si ayudarlo, sino querer ser parte de su vida de una u otra forma. Quizás acompañar a abrir otros caminos”.
-¿Qué crees que aporta a la sociedad los valores católicos?
- Justamente eso, que solos no podemos. Si me remito a las enseñanzas de Jesús, él tenía gente a su alrededor, solito no lo hubiera podido hacer. Lo hizo con sus apóstoles, con personas que se involucraban. Y bueno, yo creo que soy parte de esa gran comunidad de personas de la Iglesia que quieren hacer otras cosas. Esto que te decía hoy, yo quiero y creo en una Iglesia abierta para todos, abierta y que todos podamos ser parte de transformar la realidad. Yo sola no quiero hacer nada, sola nada.
DESPUES DEL PAN
Una mirada integral del ser humano implica contemplar otros “dolores” que no son necesariamente las necesidades básicas de vivir, sino también las afectivas, las psicológicas, las posibilidades de trayectoria social. En ese sentido el desafío es para todos los espacios y organizaciones que apuntan a la transformación social, a acercarse al bienestar social, que en este sistema todavía no ha encontrado su realización.
- Hay un concepto que se plantea socialmente cuando se trata de trabajar sobre necesidades básicas insatisfechas que dice que ir sobre las emergencias sólo acentúa la dependencia en relación a quién la ejerza, como la religión o la política, y mantiene las condiciones de exclusión.
- Si te centrás solo en la asistencia, sí, se puede generar una dependencia porque siempre se trata de una falta, pero también trabajamos en la transformación a través de apoyo educativo, del acceso al trabajo, desde la cultura. Nosotros brindamos talleres, generamos espacios de enseñanza porque creemos en la capacidad del sujeto para su propia transformación y se acompaña desde situaciones determinadas. Por ejemplo hicimos un taller con diez chicos sobre nuevas tecnologías y uno de ellos retomó la secundaria porque se dio cuenta que el estudio era importante. Quizás no es mucho pero intentamos incidir un poquitito para la transformación de realidades. Tratamos de hacer un acompañamiento integral pero no podemos cambiar la realidad de nadie, sólo transformar.
UNA GOTA EN EL OCÉANO
- Hay muchas cuestiones que suceden que son propias del sistema, pero muchas otras tienen que ver con desigualdades generadas por algunos sectores. ¿Qué opinás de eso?
- Son faltas de oportunidades porque cuando aparecen alternativas, desplazás el asistencialismo y el que gana terreno es una persona empoderada que puede salir adelante con sus propias herramientas. Esas faltas son mayores en la ruralidad donde las dificultades de acceso a todo es aun mayor.
- ¿Cómo es la intervención en las situaciones de injusticia?
- Muchas veces en silencio. Otras nos reunimos en esta mesa y lo exponemos entre nosotros, y lloramos, y rabiamos, y pataleamos, y nos indignamos. Pero después volvemos y tratamos de seguir acompañando desde donde podemos. Creo que lo que más nos pega son las situaciones donde están los niños de por medio, la soledad y el abandono de los adultos mayores. Hay situaciones que te exceden y por ahí te pasa una situación como que un nene te pide subir un ratito a la camioneta a calentarse y vos no podés hacer mucho, no sabés qué hacer porque tiene todo un contexto. Ahí es donde tratamos de tender redes con otras organizaciones y el Estado porque nosotros queremos solucionar enseguida y a veces hay procesos que son bastante más largos y complejos.
- ¿Cómo hace Sonia cuando vuelve a su casa con eso?
- Lo que yo más puedo dar mientras estamos con las familias es mi total presencia y atención. Entonces un poco tratamos de dejarlo acá -señala la mesa de reuniones de Cáritas- y nuestra fe. Nosotros asumimos toda esa carga que tenemos y la fe nos atraviesa y nos permite actuar en consecuencia de nuestros valores.
LOS JÓVENES SON EL HOY
Sonia trabaja con muchas juventudes, desde el voluntariado y en los barrios. En ese sentido tiene una visión particular sobre el estereotipo que se repite y construye sobre los jóvenes sin compromiso: “Es que uno piensa que porque no tienen compromiso con, por ejemplo, la escuela no tienen compromiso con la sociedad y no hay nada más alejado de la realidad que decir que los jóvenes están perdidos y, bueno, volvemos al inicio de la charla: es la falta de oportunidad, la falta de espacios”.
Ella redobla la apuesta y asegura: “incluso los jóvenes cuando quieren hacer algo, te atropellan y ahí está la ayuda que podemos dar: en ese atropellar, contenerlos. Todos los jóvenes quieren hacer algo y acá se preparan para ayudar en pequeñas transformaciones. Está esa frase que los jóvenes son el futuro y no es así. Los jóvenes son el hoy, ellos están siendo jóvenes hoy y por eso tratamos que este espacio sea abierto a todos. Así es que ellos se sienten cómodos y tranquilos, aun cuando también vienen con sus propios dolores”. Además en ese proceso también te transforman a vos con una mirada fresca y simple de la realidad. Quizás ahí resida la luz de la sonrisa de Sonia.
TRABAJAR CON EL ESTADO
- Cuando el Estado no está, no llega, cuando otros sectores de la sociedad marginan a los más vulnerados y te toca trabajar con el Estado ¿Cómo es esa relación?¿De complementariedad, de extensión?
- Qué pregunta… Ni el Estado puede solo, es así. Por ahí Caritas llega a lugares que el Estado no puede llegar, quizás por el vínculo de confianza, por el vínculo de amistad, el vínculo del abrazo. Pero nosotros solos tampoco podemos porque nos faltan herramientas que las tiene el Estado. Entonces, nosotros somos una organización intermedia. A veces complementamos, a veces acompañamos y muchas otras veces hacemos de agentes del Estado porque hay veces que tenemos que asumir que no podemos. Una de las contradicciones con las que terminamos encontrándonos porque son funciones distintas las que nos representan es que a veces recurrís al Estado y tenés que decir qué cuestión priorizar y eso es terrible porque en realidad es urgente para las dos familias. Y en general las respuestas no alcanzan, aún con el esfuerzo de todos. Insisto, somos la gota en el océano.
Vos debes tener hobbies, pasatiempos, además de tu familia, obvio. Esto que te decía hoy, que es entregar el 100%. Y 100% es entregar, no estar 24-7, sino el tiempo que estás entregarlo todo.
LA SOLIDARIDAD Y LA EMPATÍA COMO VALORES ESENCIALES
- ¿Cómo te ves en diez años?
- Cambiando de rol pero nunca voy a ser laica de misa -bromea- mi fe es un estilo de vida y seguirá intentando transformar un poquito. Digo que es un estilo de vida porque nosotros entregamos algo que no vamos a recuperar nunca que es nuestro tiempo de vida y lo hacemos con atención pura, presencia. Seguiré convencida que mucha gente pequeña, haciendo cosas pequeñas puede hacer grandes cosas. Seguiré sumando a otros, porque no existe un Superman, si compartimos el mismo objetivo, sumamos al bien común, solidaridad y empatía es lo que nos une. Empatía por la historia del otro, por tratar de entender por qué actúa así, conocernos y estar más cerca.
Una de las compañeras de Cáritas de Sonia la describe como alguien a quien “no le importa la hora, el día, el lugar, la circunstancia, ella responde y si es necesario se divide en dos. Tiene una experiencia maravillosa y es muy generosa con eso, además de una fortaleza tremenda para las situaciones difíciles”. Tiene un nieto al que ama y cuida y también como pasatiempo hace cerámica: “Pero mi misión me atraviesa y es mi forma de vida, por algo me puso acá Dios y hace ya treinta años que dedico mi tiempo a las pequeñas transformaciones”. Y Sonia es así, su luz es su fe, su faro, su sonrisa.