Los 18 años fueron una bisagra para Federico. Sus padres se habían quedado sin trabajo producto de la crisis que generó el efecto Tequila durante el menemismo y se mudaron de Buenos Aires a Esquel con promesas de trabajo. En paralelo había sido diagnosticado con insuficiencia renal crónica en la misma época y decidió quedarse en Capital para seguir trabajando como lo había hecho desde sus trece años: “siempre tuve un impulso muy curioso”. Gracias a ese ímpetu continuó sus estudios en Informática y llegó a ser Gerente en Sistemas de una multinacional: “Cuando descubrí la farsa del sistema financiero me explotó la cabeza. Yo ganaba un montón de plata y me la patinaba en las seis horas que tenía para mí, me di cuenta que el camino era por otro lado y renuncié”, cuenta. Esos dos aspectos fueron clave para su compromiso con la difusión de información y la promoción del uso del cannabis medicinal, una planta que consumió primero de manera recreativa y después de forma medicinal, encontrando que el mayor bloqueo que todavía persiste contra su legalización, es la desinformación sobre su uso y el interés de las multinacionales.
Federico Galvan fue uno de los impulsores en Esquel de la Asociación Cordillerana de Cannabis Medicinal, da charlas sobre el uso y el cultivo de cannabis medicinal, impulsó en el Concejo Deliberante la creación del Consejo Consultivo de Cannabis, asesoró al Área de Paliativos del Hospital Zonal de Esquel y hoy integra el Consejo Municipal de Discapacidad. Su compromiso con el uso de la planta, en una provincia pionera en el debate y en las herramientas legales para la garantía de acceso y regulación, se convirtió en una misión en su vida.
DEL USO RECREATIVO AL DERECHO AL ALIVIO
Sin un diagnóstico certero todavía, con el peso de tener que mudarse y gastarse sus ahorros en una inmobiliaria, buscó en Esquel tranquilidad y otra forma de vida: “En 2012 me vine a descansar y en un control médico la nefróloga me mandó a hacer diálisis. Tuve que volver a Buenos Aires por un colapso de mis riñones y un desorden en la sangre”. Comenzó una rutina de tres veces por semana de diálisis que se transformaron en cinco, coartando su autonomía y su calidad de vida. Hasta entonces el cannabis había sido de uso recreativo, pero como él insiste, el uso recreativo en realidad también es terapéutico.
-¿Cuándo fue tu primer encuentro con el porro?
- Yo a mis 13 años fui solo a un recital de Charly García y ahí entré en contacto con el ambiente cannábico pero nunca fumé hasta la época en que me diagnosticaron. Me juntaba con chicos más grandes y veía cómo repercutía el consumo problemático de sustancias. Gracias al entorno familiar favorable en el que crecí, me permitió ver ejemplos para bien y para mal. Mi educación influyó para mi comportamiento, sabiendo dónde o cuándo sí y cuándo no. El hecho de que te presten atención cuando llegás a tu casa hace que las cosas se vean de otra manera, entonces era recreativo pero muy esporádico.
- ¿Cuándo decidiste comprometerte?
- Cuándo llegué la primera vez a Esquel no había nadie que fumara en público, no se conseguía o para comprar un 25 tenías era como pedir un plazo fijo. Nos juntábamos entre cuatro, se lo dábamos a un loco, esperabas veinte días, llegaba la mitad y tenías que ver qué te había llegado. Yo me había criado en Paternal, tierra fumanchera si las hay y se conseguía cannabis de todo tipo y con buena circulación. Me llamaba la atención que acá había otros consumos desde temprana edad, como el alcohol, y una simbiosis entre adultos y adolescentes compartiendo espacios de consumo problemáticos que estaba muy naturalizado, en otro tipo de sustancias también. Ya en el 2012 cuando decidí vivir en Esquel, con otra cultura, un recorrido militante y otra experiencia de consumo dije, bueno, acá tengo que cultivar, y fue como el inicio de mi militancia cannábica acá.
- ¿Qué experiencia habías tenido en el tema?
- Había charlas y marchas por la despenalización en el Planetario de Buenos Aires, éramos pocos, yo iba solo y ahí me encontré con información y datos muy valiosos donde se pensaba otra relación con la sustancia. Yo ya hacía uso diario y si bien era más medicinal, no existía la distinción real entre lo recreativo y lo medicinal, no estaba todavía planteado de esa manera.
Me parece que en ese momento era fumar cannabis o usar cannabis, y recién se empezaba a comentar de los pioneros, de los que conformaron las primeras asociaciones civiles, de que había gente que lo usaba y que había gente que cultivaba mejor que otros, y se empezaba a dar esa relación entre usuarios y cultivadores, pero que estaba muy escondido. Ni por asomo la relación comercial que hay hoy, era una cuestión mucho más ad honorem o de conciencia, o porque un familiar, o un vecino necesitaba. Y sobre todo no tanto dentro de Capital Federal, sino más en las afueras, donde por ahí había otro tipo de disposición del espacio. Entonces yo me construí mis primeros indoors con lo que tenía, con lo que encontraba en internet, entonces tenía acceso a los primeros foros, a empezar a contrastar y a entender que podía cultivar lo que compraba y que era muchísimo mejor. Entonces la primera vez que cosechás y que fumás lo tuyo decís: “esto es otra cosa” y ahí es como hay un clic que es muy difícil de explicar, pero que es imposible volver atrás.
CULTIVAR MI MEDICINA
El autocultivo es para Federico un camino importante para el uso medicinal, donde las cepas, las formas de cultivar y procesar permiten potenciar uno u otro uso del cannabis. No cualquier planta sirve para todas las enfermedades, cada una tiene un camino y también un efecto determinado en cada organismo. Esta idea hace explotar el potencial comercial que ven las multinacionales farmacéuticas, donde la serialización no sería un camino posible si lo que realmente interesa es la salud de las personas. Además el uso de cannabis como medicina complementaria colabora con el consumo de otros medicamentos.
- ¿Qué comprendiste cuándo empezaste a acceder a la información?
- Desde la conciencia de decir yo puedo producir lo que voy a consumir, hasta decir, esto tiene otro sabor. O el orgullo, por más que no sea tan bueno decir esto, yo sé lo que puse, sé las veces que me acosté a dormir y me levanté a regar porque me había olvidado. Entonces todo ese esfuerzo cobra sentido, cobra mucho más valor de lo que por ahí realmente tenía el tipo de cosecha. Hasta que vas mejorando, empezás a entender la relación con los nutrientes y ahí hay como una reconexión con un saber primitivo, ancestral, que cuando pones las manos en la tierra es incomparable y no hay vuelta atrás. Hay un grado de autosuficiencia o de autoabastecimiento que no te permite retroceder, de decir hoy que tengo la plata pero mañana que no tengo la plata, o que no es la calidad, o que no quiero seguir alimentando ese circuito de ilegalidad, porque también existía eso. Y dejar de romantizar también esa única salida de ir a comprar a un dealer. Si bien yo tenía bien claro quién era, hay veces que tenías que acceder a quien tuviera o quien tuviera esa mano aún a sabiendas de tener que ir a comprar a una villa, o no sabías dónde iba a terminar esa plata y qué otros delitos terminás financiando. Entonces a partir de las marchas empezó a tener otro sentido el conocer, el saber. Primero hacíamos compras comunitarias pero era una fortuna, después comenzó el desafío y armamos un super indoor, cultivábamos entre todos y siempre había para compartir. Y el reemplazo de sustancias, dejar el alcohol, porque no es muy compatible el alcohol con las flores. Mi camino fue ese.
- ¿En qué sentidos fuiste cambiando prácticas?
- Pasé a compartir alcohol y cannabis y son dos depresores del sistema nervioso, entonces terminás con la pálida. Cuando empecé a fumar y a alejarme del alcohol, empecé a observar a los que estaban borrachos y darme cuenta que eso yo no lo quería, no me divertía y hasta empecé a verlo como una estupidez. Por un lado, por la parte personal, física y por otro, la parte profesional en donde fui creciendo, fui desarrollándome y cambiando costumbres. El autoabastecimiento en Esquel parecía una necesidad porque acá se compraba a escondidas y lo que llegaba. Entonces con todo esa experiencia empecé a cultivar y a producir cien veces más que lo que podía hacer en Buenos Aires. Ahí empezó mi relación con Cuidados Paliativos a través de unos amigos de mi hermana que vinieron a preguntarme por qué algunos aceites hacían bien y otros mal o no les hacía nada. Empecé a llevar toda la información que yo había recopilado y terminé de comprender lo amenazada que se veía la industria farmacéutica con los usuarios que dejaban algunas drogas o reducían muchísimo su consumo. Ví la desprotección de los usuarios y me llamó esa necesidad.
EL SABER ES PODER
Con todo el conocimiento que había adquirido Federico sabía que era importante armar una Asociación Civil, dado que la figura daba cierta seguridad jurídica, planteaba objetivos de investigación y respaldo al asesoramiento de las personas que buscan acceder a la salud: “de esa forma podíamos dar talleres, difundir y no caer dentro de la Ley de tenencia de drogas persiguiendo a los pacientes como promotores, lo cual es la hipocresía más grande que hay”, dice.
- Hasta ahora vos lo habías consumido como ocio, ¿Cómo fue el paso al uso medicinal?
- El uso lúdico y el uso responsable, como cualquier otro consumo, no implica consumo problemático ni adicción. Empecé a pensar en la saludo desde lo psicosocial, de costumbres y prácticas culturales que son terapéuticas en cierta forma, pensar la salud como un todo, no solamente desde lo físico, tiene que ver con los espacios de recreación, los espacios de sociabilización entonces sí, me ayudaba con ese aspecto de la salud, porque no tiene efectos comprobables respecto de mi patología. Si bien ayuda dependiendo de las variedades y las dosis al control de la presión arterial, me dio contención psicológica desde la propia percepción de lo que me pasaba. No es automático, no es directo y me parece que también ahí se explica mucho por qué se lo relaciona tanto con los brotes psicóticos ¿por qué? Porque yo creo que hay una función en el cannabis que es muy reveladora. Mi experiencia me dice que en cierto punto funciona como un inhibidor de la mentira autoinfligida en donde al consumir surge la pregunta y surge la respuesta inmediatamente, cuestión que muchas veces no estamos preparados para escuchar. Abre un diálogo con uno mismo y las personas que tienen cierta predisposición o algún trauma, empiezan a escuchar lo que silenciaban como mecanismo de defensa. Entonces te enfrentás con una realidad que no solamente es la pregunta de qué soy, quién soy, qué hago acá, qué es la tierra girando en el universo, es como la sátira del cannabis pero te coloca frente al espejo en el que no siempre nos gusta vernos. Por eso es importante no idealizarlo, no es que ayuda porque ayuda, sino que ayuda a ayudarse pero hay que tener ganas y hay que tener valor porque el camino hacia adentro siempre es más difícil.
- ¿Cómo fue esa experiencia con Paliativos?
- Acá era un mayor desafío. Quizá por tener una presencia policial y una relación con las fuerzas de seguridad muy distinta, una población mucho más reducida que era mucho más fácil de controlar y preservar eso, me generaba motivación comunicar que hay otra forma de ver más allá de la demonización. Hay momentos, finalidades, no es lo mismo un fino que medio, juntarse a fumar por fumar que fumar y salir a una caminata. No quería quedarme solamente en que podía ser era una sustancia más de la farmacia, sino que hay un consumo histórico y cultural de más de doce mil años de uso de cáñamo y eso es lo que movió la industria durante mucho tiempo. Entendiendo eso, me empezó a atrapar cada vez más y a la vez me generó una pertenencia a la comunidad de Esquel. Me fui vinculando como referente con Paliativos para contactar con otros espacios de asesoramiento. La Asociación surgió cuando conocí a los padres de Ciro (caso que visibilizó los efectos positivos del uso de cannabis y permitió impulsar leyes provinciales para mejorar su accesibilidad), era muy cruel que además de tener que atravesar la condición de su hijo, tuvieran que lidiar con la penalización o estar con la soga al cuello porque si se cortaba la luz perdían la cosecha de medicina para su hijo. Para mi es un mandato social resolver esa accesibilidad porque yo podía lidiar con alguna contaminación o si no da el rendimiento esperado, pero el que lo utiliza medicinalmente ve afectado su tratamiento.
LA LUCHA CONTINÚA, LA VETA DEL DESARROLLO LOCAL
El caso de Ciro permitió cambiar perspectivas a nivel nacional sobre el uso del cannabis medicinal, aún así sus padres se fueron del país en busca de un sistema de salud más abierto porque necesitaba otras terapias complementarias. Llegó el Reprocann -registro del programa de cannabis medicinal creado en 2020 y que hoy se ve obstaculizado por el actual gobierno nacional- y Federico empezó a participar en otros espacios de debate y representación a nivel federal.
- Hay otras cuestiones que abrió la regulación sobre cannabis como el desarrollo productivo y la investigación.
- Sí, con el camino que venía haciendo de vinculación institucional empecé a trabajar con los municipios de Esquel y Trevelin. Hay que evitar que el desarrollo local no se convierta en Santa Fe o Buenos Aires donde el comercio ilegalizado no paga impuestos, no hay control y se genera una relación asimétrica entre quien ofrece y quien necesita. De ahí es que me propuse ofrecer una alternativa. En ese contexto solicitamos al Concejo Deliberante la creación de consejos consultivos en el tema y solicitamos al Consejo Municipal de Discapacidad que llevara también el tema al órgano. Siendo una persona con discapacidad y conocedor del cannabis me interesó la discusión por el acceso a otras terapias que no fueran las concentradas por la industria farmacéutica. Tenemos que entender que durante al menos cincuenta años intentaron demonizar la planta o sacar una pastillita como si fuera una fórmula mágica cuando sé muy bien que la planta siempre resultó mucho mejor. Lo único que no trae contraindicaciones es la planta en su estado natural. En el medio se habilitó la investigación y el desarrollo y en Esquel más allá del camino que tomó la asociación que se desmembró en otros espacios, se empezó a generar una masa crítica y debates enriquecedores en otros aspectos. Hoy no estoy muy en acuerdo con el desarrollo que plantea el sistema de salud en el sentido que no me parece concentrarlo en Cuidados Paliativos únicamente, porque se pierde el foco, traumatología debería tener su grupo de cultivadores solidarios, oncología, psicólogos, todo. Centrarlo sólo en Cuidados Paliativos hace que otros médicos se desentiendan.
- ¿Cuál sería el ideal para vos?
- Que haya un Comité de Cannabis Medicinal, estoy soñando, por ahí me adelanto a los hechos pero es mi deseo su entendimiento en profundidad. Termina dependiendo de la voluntad de cada médico sino, que surge también de la no obligación de aggiornarse y tarde o temprano va a ser una necesidad. Paliativos hoy da cuatro turnos por día tres veces a la semana y nos quedamos cortos. Escuchar Directores de Hospitales diciendo que no habilitan el Reprocann porque se va a llenar de drogadictos es un concepto que tienen muchos profesionales y refuerza la estigmatización. Hay afuera todo un movimiento que demostró una forma de acceso muy democrática y de reconexión social donde se puede vincular a un cultivador con familias que no pueden hacerlo y de pensar una solución comunitaria.
LOS VAIVENES, NO PATOLOGIZAR EL ACCESO AL CANNABIS
Las transformaciones culturales llevan tiempo, pero los intereses mercantiles parecen ser siempre uno de los principales frenos. “Ya sabíamos que el Reprocann genera la patologización del uso del cannabis. Con el alcohol pasó algo similar, prohibirlo no fue la solución porque sólo desprotegía a las personas que se terminaban vinculando con la ilegalidad o la mala preparación. El resultado fue que hoy la industria del alcohol está concentrada y a eso agrégale que la planta se utiliza medicinalmente y eso genera también otra necesidad”, explica.
- ¿Cuáles son los desafíos actuales?
- Es que se tiene que terminar con la persecución a los productores, que se mantengan las alternativas de accesibilidad y que se establezca una manera de profesionalizar para que sea una salida laboral. Por que quien se cultiva para uno es una cosa, pero para otros es una responsabilidad y una carga horaria y económica. Al no estar profesionalizado, no todos tienen el mismo compromiso y la misma finalidad entonces es un emblema de la marcha eso de separar la paja del trigo, nosotros no somos narcotraficantes, cultivamos para nosotros o para un tercero con un fin lícito. Me parece que hay que mantener los espacios de puesta en común porque pensar que la industria farmacéutica lo hace por amor al arte es una hipocresía, hay un negocio de por medio, aunque no está mal tampoco. Ninguna persona en su sano juicio que cultive para la ilegalidad o que cultive para vender cualquier cosa a cualquier precio se registra y abre las puertas y dice dónde lo hace y se expone, hablando del Reprocann. El Estado tiene que recoger el guante de la regulación sin que sea restrictivo.
- ¿Vos continuás cultivando?
- No, por falta de espacio y recursos económicos. Estoy desempleados hace tres años, cuando me transplantaron, y a veces hago cultivo con otros, dependo de lo que se pueda conseguir en el mercado ilegalizado y hace semanas que no fumo. Esa manera de consumir abre a la inseguridad respecto a cuáles son los procesos de cultivo y la posibilidad de continuar el mismo cultivo con otro proveedor. Porque eso también hace a un cliente cautivo. Un paciente es un cliente en potencia y si vos no le das la trazabilidad y no le das la especificidad de qué es lo que está tomando está cautivo de quien lo produce. Tengo permiso del Instituto Nacional de Semillas para registrar cultivos pero no tengo los recursos, tampoco hay seguridad jurídica y el ejemplo es Sebastián Severino en e El Hoyo, que con todos los permisos fue allanado sin denuncias y tiene confiscados cincuenta kilos de investigación. A eso sumale las fuerzas de seguridad que lo consideran un estupefaciente y esto no es un problema argentino, es global. Cuestión que hoy tenés mucha gente preguntando ¿dónde consigo aceite?
- ¿Cómo lo ves a futuro?
- Soy pesimista en el corto plazo y optimista en el largo plazo. Me parece que en el corto plazo nos vamos a encontrar con estas limitaciones de lo mal regulado que está, sostenido también por el individualismo. Hay mucho desconocimiento sobre todo en los que toman las decisiones entonces depende de quién los asesora, me parece súper vital el hecho de involucrarse en la comunidad. En definitiva la democracia es eso: cómo nos involucramos en los procesos de toma de decisión de los temas comunes de las cuestiones que nos afectan a todos.
- ¿Qué es para vos el cannabis?
- El cannabis a mí me dio un propósito de profesionalización, porque todo lo que yo estudio y todo lo que yo busco para mí, lo hago pensando en que quiero trabajar en una industria que sea accesible para todos y que no dependa de tu poder adquisitivo el tipo de cannabis al que puedas acceder. Me parece que en ese sentido me dio como un lugar de pertenencia, un propósito de vida y un horizonte en el cual llevo quince años trabajando, veinte años como consumidor y militante canábico. No alcanza con la legalidad sino con un fin válido y honesto que esté basado en un intercambio social que es más abarcativo que lo comercial y que tiene que ver con un proyecto de vida y de sociedad.