El debate sobre la dolarización volvió a tomar protagonismo en la agenda económica argentina tras la confirmación del paquete de asistencia financiera anunciado por el Tesoro de Estados Unidos el jueves pasado. Esta coyuntura ha motivado un intenso intercambio de opiniones entre economistas y técnicos sobre la factibilidad y las posibles consecuencias de reemplazar el peso por el dólar estadounidense.
En un escenario marcado por dudas sobre la estabilidad del actual régimen monetario y la expectativa por la llegada de recursos externos, distintos especialistas evaluaron los mecanismos para implementar la dolarización y los riesgos asociados a la eliminación de la moneda nacional.
Tipos de cambio de cobertura: dos enfoques y sus implicancias
Fernando Baer, economista de Quantum Finanzas, realizó cálculos sobre el tipo de cambio teórico necesario para convertir toda la base monetaria argentina a dólares usando los recursos disponibles. En su primer supuesto, tomando las reservas internacionales brutas de USD 42.330 millones como fondo potencial, comparó este monto con una base monetaria de $40.356.005 millones, lo que arrojó un tipo de cambio de $953 por dólar para absorber toda la moneda local.
En un segundo análisis, Baer descartó de las reservas el efectivo mínimo o encajes bancarios, equivalentes a USD 12.700 millones, que no están disponibles para uso libre del Banco Central. Así, las reservas líquidas reales quedaron en USD 29.630 millones, elevando el tipo de cambio de cobertura a $1.362 por dólar, debido a la menor disponibilidad de respaldo.
Sobre la posibilidad de avanzar en la dolarización, Baer afirmó: “Si se tiene en cuenta la posibilidad de asistencia del Tesoro, no parece para nada inviable una dolarización. La conveniencia, mientras tanto, es debatible: por un lado se deja de emitir pesos que la gente no quiere, por el lado de los costos le saca flexibilidad a la economía”.
Entre los defensores de la sustitución total del peso por el dólar, Alfredo Romano, presidente de Romano Group, sostuvo que “Argentina no sabe flotar” y calificó esta propuesta como una “oportunidad histórica para dolarizar”. Propuso un tipo de cambio oficial de $2.000 para la conversión, que consideró muy atractivo.
Romano estimó que luego de la dolarización la inflación en dólares podría ubicarse en torno al 5% anual en un plazo de 12 meses, una cifra considerablemente menor a la registrada con la moneda local. Además, destacó la importancia de factores como el ingreso de dólares a través del desarrollo de Vaca Muerta, reformas impositivas y laborales, y la apertura de nuevas líneas de crédito privado para respaldar la transición y estabilizar el sistema.
El consultor expresó su preocupación respecto a un posible regreso del peronismo al poder, argumentando que la dolarización actuaría como una barrera estructural frente a políticas que puedan desestabilizar la economía.
Perspectivas críticas y advertencias técnicas
Por su parte, Emiliano Libman, economista de Fundar e investigador del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes), adoptó una postura escéptica sobre la viabilidad práctica de la dolarización. Señaló que para dolarizar a un tipo de cambio de $2.000 sería necesario contar con casi USD 100.000 millones en reservas netas para cubrir los depósitos, una cifra muy superior a los USD 5.500 millones disponibles actualmente.
Libman precisó que con USD 30.000 millones apenas se podría respaldar la base monetaria, lo que implica un fuerte condicionamiento financiero si se pretende cubrir toda la moneda local sin dejar márgenes sin respaldo.
El economista vinculó la reaparición del debate a la “insostenibilidad de la política económica” y a las expectativas sobre la posible llegada de divisas desde el Tesoro estadounidense. También advirtió sobre los riesgos políticos, legales y económicos de una implementación apresurada o incompleta, que podría derivar en consecuencias negativas ante la escasez de dólares y deficiencias normativas.
Además, cuestionó la sincronización de los ciclos económicos entre Argentina y Estados Unidos y alertó que la dolarización podría aumentar la exposición a shocks externos al desaparecer la moneda local. Para Libman, solo una “buena política” con moneda propia podría reducir eficazmente esos riesgos.
La consultora 1816 destacó que para emprender la dolarización con “riesgos controlados” sería imprescindible un préstamo neto de entre USD 40.000 y 50.000 millones desde Estados Unidos. Según su análisis, con solo USD 16.000 millones al tipo de cambio actual se podría cubrir la base monetaria, pero los depósitos en pesos convertidos a dólares carecerían de respaldo genuino.
Otro requisito señalado fue la legitimidad institucional, que demandaría una consulta popular no vinculante para obtener el aval social, dado que el Congreso se muestra escéptico y podría detener un decreto presidencial incluso si el gobierno ganara en las urnas. Estas condiciones plantean una doble barrera financiera y política para quienes impulsan la dolarización total.
Análisis desde la óptica de áreas monetarias óptimas
Un informe de la Fundación Mediterránea, basado en criterios de áreas monetarias óptimas, evaluó la pertinencia de adoptar una moneda común con Estados Unidos. El trabajo de Gustavo Reyes, economista de Ieral Mendoza, concluyó que Argentina y Estados Unidos no presentan sincronía en sus ciclos económicos, ya que en las últimas cuatro décadas el crecimiento estadounidense explicó solo el 10% del crecimiento argentino.
También se destacó la escasa integración de los mercados laborales y la imposibilidad de contar con transferencias fiscales directas para compensar recesiones asimétricas. Además, se consideró que la desaparición del señoreaje, los ingresos que el Banco Central obtiene por la demanda de dinero local, afectaría la capacidad financiera nacional, ya que esos recursos pasarían a la Reserva Federal de EE.UU.
Reyes señaló que la imposibilidad de actuar como prestamista de última instancia frente a crisis de liquidez, junto con la dificultad para ajustar ante shocks negativos mediante el tipo de cambio real, podrían generar impactos negativos en empleo y actividad económica, favoreciendo procesos deflacionarios y endeudamiento.
Maximiliano Gutiérrez, referente internacional de Fundación Mediterránea, resaltó que la reciente baja de la inflación reduce los beneficios inmediatos de la dolarización, mientras que sus costos estructurales permanecen constantes. Subrayó que esta estrategia no garantiza crecimiento ni protege al sector público frente a déficits fiscales, que deberían financiarse con nueva deuda.
Visión institucional y desafíos políticos
El vicepresidente del Banco Central, Vladimir Werning, calificó el proceso como “muy complejo de implementar”. Recordó que Luis Caputo, ministro de Economía, intervino para persuadir a Javier Milei de abandonar la idea de eliminar el peso al inicio de la actual administración.
Werning puntualizó que el debate involucró a integrantes del gabinete nacional y que la selección de estrategias de estabilización consideró los límites prácticos, políticos y financieros que implicaría una transición hacia el dólar.
En este contexto, la discusión sobre la dolarización en Argentina adquiere una nueva dimensión, en un momento de volatilidad cambiaria y reconfiguración de expectativas tanto en los mercados como en el ámbito institucional.