En cada localidad hay historias que merecen ser contadas. En este ciclo de entrevistas de Info Cordillera, buscamos conocer y recordar el pasado que nos ha traído hasta aquí. Y si de recuerdos se trata, hay nombres que se vuelven referencia. En El Bolsón, uno de ellos es el de Alejandro Szworak, un hombre cuya memoria y relatos mantienen vivo el espíritu de la Comarca Andina.
Nos recibe con la calidez de quien ha visto crecer y transformarse su tierra natal. Nacido en El Bolsón el 15 de mayo de 1946, Alejandro es testigo de cómo este rincón patagónico pasó de ser un pequeño poblado tranquilo a una ciudad pujante. "Nunca pensamos que íbamos a llegar a la cantidad de gente que hay hoy", recuerda con nostalgia. "Cuando éramos chicos, allá por los años 60, nos preguntábamos si llegaríamos al 2000. Y ahora estamos en el 2025".
La historia de Alejandro es también la historia de sus raíces. Hijo de inmigrantes ucranianos que llegaron a Argentina escapando de la guerra, creció escuchando relatos de aldeas lejanas, donde las casas de techos a dos aguas albergaban una vida de trabajo en el campo. "Cuando llegaron aquí, trajeron lo que pudieron: sus herramientas de labranza, su esfuerzo y sus sueños", relata. Su madre, María Zaniuk, llegó en barco cuando tenía apenas siete años. Su padre, Juan Szworak, cargaba con los silencios y las heridas de la Segunda Guerra Mundial.
Infancia, educación y el amor por la mecánica
Alejandro estudió en la histórica Escuela 30, hoy la 270. Allí aprendió los oficios que lo marcarían para siempre. "En la escuela nocturna, además de inglés y contabilidad, aprendimos taquidactilografía y hasta tejíamos posa fuentes con hilo sisal", cuenta con una sonrisa. Más tarde, viajó a Lincoln para formarse como técnico mecánico tornero. A su regreso, trabajó en la icónica Casa Rudolph, donde perfeccionó su habilidad con los motores. "Antes no era como ahora, que se cambia la pieza y listo. Había que arreglar, fabricar repuestos, usar la creatividad".
Su pasión por la mecánica lo llevó a abrir junto a un amigo el primer taller de alineación y balanceo de El Bolsón. "Fue un boom", recuerda. Pero con los años, cambió las herramientas por las ollas: "Hace más de diez años que no trabajo más en mecánica. Ahora soy cocinero y abuelo a tiempo completo".
La familia: un pilar inquebrantable
Alejandro ha construido una familia numerosa y amorosa. Casado con Susana hace 53 años, es padre, abuelo y bisabuelo. Sus hijos se han repartido por distintos puntos del país: Paraná, El Maitén, Comodoro Rivadavia, Bariloche y El Bolsón. "El tener hijos y nietos es todo. Uno a veces piensa que nunca se va a casar, pero después la vida te sorprende", dice con emoción.
Recuerda con cariño cómo conoció a Susana: "Yo trabajaba en el taller y ella venía a buscar a su mamá a la escuela nocturna. La veía pasar con su hermanita en brazos y le decía piropos. Era la época de los piropos lindos, había que ser galante". El tiempo hizo lo suyo y formaron una familia basada en el respeto y el amor.
El Bolsón de ayer y de hoy
El crecimiento de la ciudad le genera sentimientos encontrados. "Es lindo lo de antes y es lindo lo de ahora. Pero el progreso tiene sus pros y sus contras. Viene gente con buenas intenciones y otra con malas", reflexiona. A pesar de los cambios, Alejandro nunca pensó en irse. "Siempre tuvimos salud, trabajo y un hogar. ¿Para qué irse?".
Un legado de memoria y valores
Cuando le preguntamos si imagina una calle con su nombre, sonríe con humildad: "No creo haber hecho méritos para eso. Pero si algún día ponen un nombre, me gustaría que fuera el de mi madre, María Zaniuk". Su deseo es un reflejo de lo que ha sido su vida: una historia de esfuerzo, raíces y amor por la familia.
Alejandro Szworak no solo ha visto cambiar la Comarca Andina; la ha vivido y la ha construido. Y mientras sus recuerdos sigan vivos, su historia seguirá siendo parte de El Bolsón.