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13 de Agosto de 2025

Carlos Valle: un luchador incansable de El Bolsón que demuestra que "Nada es imposible"

A pesar de haber perdido la vista, Carlos Valle ha construido una vida llena de dignidad, trabajo y amor por su familia. Sus días en las calles vendiendo café y tortas fritas son una lección de vida para quienes lo conocen. En una nueva entrevista exclusiva de InfoCordillera, contamos su historia de vida donde nos demuestra que, con voluntad, nada es imposible

Sabado, 09 de noviembre de 2024 a las 06:44

Carlos Cipriano Valle es una figura inconfundible en la ciudad de El Bolsón. Con su carrito en mano y una sonrisa que desafía cualquier adversidad, recorre las calles ofreciendo café, tortas fritas y pan casero. Pero detrás de esa imagen está la historia de un hombre que ha enfrentado desafíos que habrían doblegado a muchos. Carlos es ciego, y, aunque perdió la vista hace años en circunstancias difíciles, ha encontrado en el trabajo diario una fuente de dignidad, independencia y, sobre todo, de amor hacia su familia.

Nacido el 17 de agosto de 1971 en el paraje Los Repollos, una zona rural en las afueras de El Bolsón, Carlos tuvo una infancia humilde junto a su madre y sus siete hermanos. Siendo el mayor, desde niño asumió responsabilidades para ayudar en la casa. Creció realizando tareas en el campo, desde cortar leña hasta alambrar terrenos. “En el campo uno empieza de pibe a buscar cualquier changa”, recuerda. Su madre fue el sostén de la familia, y la vida en Los Repollos le enseñó desde temprano a trabajar duro y valorar las pequeñas cosas.

A los 23 años, Carlos comenzó a experimentar problemas de visión a causa de un accidente laboral. Trabajaba en los cultivos de lúpulo y, por falta de protección adecuada, sufrió quemaduras en la retina, lo que lo dejó con una ceguera progresiva. Intentó salvar su vista con un trasplante de córnea, pero por no cuidarse adecuadamente el ojo rechazó el injerto y finalmente quedó ciego de un ojo. Años después, mientras trabajaba en otra tarea, un golpe de una rama en su otro ojo terminó dañando el nervio óptico y selló su destino: Carlos perdió por completo la vista.

La pérdida fue devastadora. “Al mirarme en el espejo, sentí que me faltaba una parte de mí”, recuerda. Sin embargo, Carlos encontró en su familia una razón para seguir adelante. Ya era padre, y sabía que debía sacar fuerzas por ellos. “No podía tirarme al abandono, tenía que luchar por mis hijos”, asegura. Y así fue como, contra toda adversidad, Carlos decidió abrirse camino en el mundo, ahora desde otra perspectiva: la de una persona ciega.

Con el tiempo, Carlos aprendió a adaptarse a su nueva realidad. Su espíritu incansable lo llevó a trabajar en diversas actividades, aunque esta vez con una nueva particularidad: la ceguera no sería un obstáculo. Trabajó cortando pasto, guiándose con los pies. También cortó leña, construyó y levantó paredes, puso electricidad y pintó, demostrando que sus habilidades seguían intactas.

Para mantenerse económicamente, Carlos comenzó a vender productos en las calles de El Bolsón. Al principio, vendía medialunas y pan que compraba a un familiar, pero luego se animó a cocinar sus propios productos. Hoy, sus tortas fritas, pan casero y café se han vuelto conocidos en el centro de la ciudad, donde se lo escucha pregonando sus productos con un entusiasmo contagioso. Con su carrito, su bastón y una voluntad de hierro, Carlos desafía los obstáculos y llega a las zonas más transitadas, aún en condiciones difíciles, especialmente durante el invierno.

Sin embargo, la vida de Carlos no se detiene solo en el trabajo. Su familia es el motor que impulsa cada uno de sus esfuerzos. “Mis hijas son los puntales de mi vida”, dice emocionado sobre Loana, de 4 años; Nara, de 13; y Yira, de 20. Para él, ellas representan su razón de ser, y su amor hacia ellas se traduce en cada pequeño logro, en cada esfuerzo por superarse.

Recientemente, Carlos dio un paso importante hacia su sueño de mejorar su situación laboral. Con ayuda de la comunidad y su propio esfuerzo, logró comprar un carro cerrado para su negocio. Ahora, su meta es habilitarlo para vender de manera más formal y poder trabajar en un espacio más seguro y cómodo, especialmente pensando en los fríos inviernos de la región. "Con este carro nuevo, sueño con estar en las fiestas y eventos de la zona, para poder trabajar sin sufrir el dolor de la hernia de disco que tengo", explica con esperanza.

Carlos Valle es el ejemplo vivo de que, con voluntad y amor, no existen barreras imposibles. Su historia es una lección de resiliencia y optimismo, recordándonos que, en sus palabras, “nada es imposible”. Él no solo se ha superado a sí mismo, sino que ha inspirado a toda una comunidad, demostrando que la ceguera puede ser solo un detalle cuando hay un corazón decidido y una familia que lo sostiene.