Desde hace días, los incendios forestales han sido tema central en la región, y con ello, la labor incansable de los combatientes del fuego. Por eso desde Info Cordillera quisimos a través de este ciclo de entrevistas, poder dar a conocer sus historias y mostrar el lado más humano
Los incendios forestales son una amenaza constante en la Patagonia y en distintas regiones del país. A medida que el fuego arrasa con hectáreas de bosque, avanza sobre viviendas y pone en riesgo vidas humanas, un grupo de hombres y mujeres arriesgan su integridad para combatirlo. Son los brigadistas, los héroes anónimos que, con valentía y entrega, enfrentan llamas que pueden superar los 20 metros de altura, temperaturas insoportables y condiciones climáticas adversas.
Uno de ellos es Jonathan Torres González, un brigadista con nueve años de experiencia dentro del Servicio Nacional de Manejo del Fuego que ha luchado contra incendios en diversos puntos del país. Su historia es un reflejo como tantos otros combatientes, de sacrificio, vocación y amor por la tierra que lo vio crecer.
El comienzo de una vocación inesperada
Jonathan nació y creció en El Bolsón, en plena cordillera patagónica. Su vida siempre estuvo ligada a los bosques, las montañas y los ríos de la región. Conoce cada sendero, cada refugio y cada rincón de su tierra natal. Sin embargo, cuando en 2015 ingresó a la Brigada Nacional de Incendios Forestales, no fue por una cuestión de pasión o interés por la profesión, sino por necesidad.
“La primera cuestión, sin mentirte, fue económica. Estaba tratando de formar una familia y surgió la posibilidad de entrar a la brigada. Al principio fue una oportunidad laboral, una ventana económica para poder solventar mis gastos. Pero con el tiempo, esto se convirtió en mi pasión”, relata.
Desde entonces, ha participado en numerosos operativos, enfrentando incendios de gran magnitud en distintas provincias. Pero cada vez que debe combatir un fuego en su propio hogar, el impacto es diferente. “Estamos acostumbrados a viajar, a ir a donde nos llamen. Pero cuando se trata de la casa de uno, del lugar donde creciste, es más difícil. Duele ver cómo el fuego consume espacios que forman parte de tu historia”, confiesa.
Una vida en la primera línea del fuego
La labor del brigadista es extenuante. Jornadas de más de 12 horas, trabajo en zonas de difícil acceso, temperaturas extremas y el riesgo constante de quedar atrapados en el fuego son parte de su día a día. A lo largo de los años, Jonathan ha desempeñado distintos roles dentro de la brigada: desde el uso de herramientas como motosierras hasta la conducción de vehículos y el manejo de equipamiento especializado.
Sin embargo, su mayor fortaleza es la observación. “Lo que más me gusta es el rol de observador. Es fundamental para la seguridad del equipo. Uno tiene que estar atento a todo: la dirección del viento, la humedad, la temperatura, el comportamiento del fuego en función del combustible. Son muchos factores que hay que analizar para poder tomar decisiones y evitar riesgos innecesarios”, explica.
En este sentido, destaca la importancia de la coordinación entre los medios aéreos y el personal en tierra. “Los aviones y helicópteros no apagan incendios por sí solos. Son una herramienta más, como una motosierra o un Pulaski. Pero para que una descarga aérea sea efectiva, tiene que haber brigadistas en tierra dirigiendo el tiro. Sin esa coordinación, los recursos aéreos no sirven de mucho”, aclara.
Un error que casi le cuesta la vida
A lo largo de su carrera, Jonathan ha vivido momentos críticos, pero hay uno en particular que recuerda con especial intensidad. Ocurrió en Tierra del Fuego, tras un extenso operativo en el norte del país.
“Veníamos de combatir incendios en Jujuy y Salta, con temperaturas de 45 grados, y de ahí nos mandaron directo a Tierra del Fuego, donde el clima era totalmente opuesto. Me tocó estar a cargo de un sector en el corazón de la isla, en una zona con mucha vegetación y castoreras. En un momento, el fuego cambió de dirección y me encerró. Cometí un error, fui solo a esa área y, cuando me di cuenta, estaba rodeado. Pensé que no salía”, recuerda con la voz entrecortada.
Ese tipo de experiencias dejan una marca imborrable. Pero también refuerzan la importancia del trabajo en equipo y de los lazos de hermandad que se generan en la brigada. “Nos vemos más entre nosotros que con nuestras propias familias. Hemos llorado juntos, nos hemos reído juntos, hemos pasado cumpleaños, fiestas, navidad y año nuevo en medio del monte. Nos convertimos en hermanos en la línea de fuego”, afirma con orgullo.
El desafío de combatir el fuego en su propia casa
Si bien la Brigada Nacional lo ha llevado a distintos puntos del país, nada se compara con la sensación de enfrentar incendios en su propio hogar. “Nos ha tocado ver cómo el fuego avanza sobre lugares que forman parte de nuestra historia. Senderos que recorrimos de chicos, refugios donde pasamos noches enteras. No es fácil”, dice con nostalgia.
Aun así, su determinación no flaquea. Lo que lo impulsa a seguir adelante es su familia, en especial sus hijos. “Mis hijos son mi motor. Cuando el cansancio pesa y la distancia duele, pienso en ellos. Más allá de la vocación, este trabajo les da de comer. No es fácil, pero lo llevamos adelante”, confiesa mientras sostiene a su pequeño en brazos.
Un futuro ligado a la lucha contra el fuego
El desgaste físico y la exposición constante al humo le han pasado factura trayéndole problemas de salud. Sabe que no podrá combatir incendios por siempre, pero su futuro seguirá ligado a la profesión. “Quizás en el área técnica, en la planificación, en la formación de nuevos brigadistas. La tecnología avanza y puede ser una gran aliada”, dice, destacando el uso de drones y satélites para la detección temprana de incendios.
A pesar de los riesgos y las dificultades, Jonathan no se arrepiente de haber elegido esta profesión. “Soy combatiente, y lo seré siempre. Estoy orgulloso de mi brigada y de mis compañeros. Porque mientras haya fuego, habrá quienes estén dispuestos a enfrentarlo”, concluye con firmeza.
Así es la vida de los héroes del fuego. Personas comunes con una vocación extraordinaria, que arriesgan su vida por proteger la naturaleza y a sus comunidades. Son los primeros en llegar y los últimos en irse. Y mientras el fuego siga siendo una amenaza, ellos estarán ahí, firmes en la línea de combate.