En un nuevo capítulo de esta serie de entrevistas de InfoCordillera, nos acercamos a su lugar de trabajo, buscando conocer un poco más de la historia de este defensor incansable de nuestros bosques, los hechos que lo marcaron y el mensaje que brinda para los que vendrán.
Como director de la base operativa del SPLIF (Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales), y con 37 años de experiencia, Jorge es más que un técnico forestal: es un guardián de la naturaleza, un conocedor apasionado de su tierra y un ejemplo de dedicación.
Nacido en 1965, Jorge pertenece a la cuarta generación de una familia que llegó a la Comarca Andina hace más de un siglo. “Mi bisabuelo y los tatarabuelos se asentaron en Las Golondrinas y el Valle del Azul. Es un privilegio haber nacido aquí, en este paraíso. Este lugar me marcó desde chico y lo elegí para vivir y trabajar”, relata emocionado.
Su infancia transcurrió entre Esquel y El Bolsón. En Esquel, acompañó a su padre, que trabajaba en el megaproyecto Futaleufú, y completó parte de su primaria. Luego regresó a El Bolsón, donde cursó sus estudios en el Instituto José Manuel Estrada y la Escuela Comercial Guillermo Hudson.
Desde pequeño, Jorge sintió un llamado especial hacia los bosques. Rechazó una prestigiosa beca de honor en hidráulica porque su pasión estaba en la naturaleza. “Yo quería estudiar algo forestal, y lo encontré en la Universidad Nacional del Comahue, en San Martín de los Andes, donde me formé como Técnico Universitario Forestal”, recuerda.
El amor por el entorno natural lo llevó a recorrer la región desde joven. “La primera vez que subí al Piltriquitrón fue mágico. Desde entonces, no paré. Cada fin de semana con amigos íbamos a explorar nuevos refugios, como Hielo Azul y Los Laguitos, cuando ni siquiera estaban bien marcados. Esos años forjaron mi conexión con la cordillera y mi compromiso con su protección”.
El paso al combate de incendios
El vínculo con el fuego no fue casual. Su padre, Eduardo Cuevas, fue uno de los pioneros en el combate de incendios forestales en la región, trabajando en el Instituto Forestal Nacional (IFONA). Jorge siguió sus pasos y comenzó a trabajar en el Servicio Forestal Andino en 1987.
Sin embargo, un episodio crítico de síndrome de Guillain-Barré hace más de 20 años lo obligó a redefinir su rol. “Estuve muy mal, pero Domingo Salles, un mentor y amigo, me dio la oportunidad de seguir en el SPLIF, enfocándome en la prevención, la educación ambiental y el análisis del comportamiento del fuego. Eso me permitió combinar mi pasión por los bosques con una misión de servicio”.
Incendios que dejan cicatrices
A lo largo de su carrera, Jorge ha enfrentado incendios devastadores. Algunos, como el del Curumahuida en 1987, marcaron el inicio de su trayectoria en emergencias forestales. Otros, como el de la Loma del Medio en 1999, dejaron una huella imborrable.
“La Loma del Medio era mi lugar en el mundo. Ver cómo un bosque de cipreses ardía fue devastador. Ese incendio llegó hasta el río Quemquemtreu, incluso dentro del área urbana de El Bolsón. Fue un evento que me enseñó la importancia de la prevención y de tener un equipo bien preparado”, relata.
Más recientemente, los incendios de 2021 en Las Golondrinas fueron otro recordatorio de la fragilidad del ecosistema y de las vidas humanas. “Cuando liderás un equipo, no solo pensás en apagar el fuego, sino en la responsabilidad que tenés con las familias de cada brigadista. Prometés que todos volverán, y esa promesa te pesa en el alma”.
El llamado a la conciencia
Para Jorge, el mayor desafío no está solo en combatir el fuego, sino en prevenirlo. “La gente aún no entiende lo peligroso que es el fuego. Vivimos en áreas de interfase, con casas rodeadas de bosque. Un descuido puede destruir no solo hogares, sino ecosistemas que tardaron miles de años en formarse. Los alerces, por ejemplo, pueden tener 2.000 años, y un incendio los consume en minutos”.
Con voz firme, Jorge llama a la reflexión: “El fuego no perdona. Es peligroso para las personas y devastador para la naturaleza. Necesitamos respeto, no miedo, pero sí absoluto respeto”.
Un legado de compromiso
A sus 58 años, Jorge Cuevas sigue recorriendo los bosques que ama, liderando equipos y enseñando a las nuevas generaciones. Su filosofía es clara: devolver a la sociedad lo que ha aprendido. “No se trata de acumular títulos, sino de compartir el conocimiento para que otros puedan continuar esta labor. Los bosques son nuestra herencia, y cuidarlos es nuestra responsabilidad”.
Mientras el sol se filtra entre los cipreses de la Comarca Andina, Jorge Cuevas continúa su misión, no solo como combatiente de incendios, sino como un defensor incansable de la vida en armonía con la naturaleza.