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10 de Agosto de 2025

La historia de Don Guido Infante: raíces, amor y resistencia en Mallín Ahogado

En el corazón de Mallín Ahogado, donde la tierra respira historia y el viento trae ecos de antaño, vive Don Guido Infante. Con 86 años a cuestas, conserva una memoria prodigiosa y un corazón noble que late por su lugar, su familia y su historia. Info Cordillera llegó hasta su chacra para compartir un diálogo lleno de recuerdos, enseñanzas y emociones profundas.

Sabado, 07 de junio de 2025 a las 09:05

Desde los galpones donde nació Guido Servando Infante revive con lucidez y emoción la historia de su familia pionera, las duras jornadas del campo y el amor incondicional que sostiene su vida.

En lo profundo de Mallín Ahogado, ese rincón donde la tierra cuenta historias y el viento guarda secretos, vive Guido Servando Infante. A sus 86 años, con las manos curtidas por el trabajo y la mirada firme de quien ha vivido con intensidad, nos recibe en su chacra familiar para contarnos su historia. Una historia que no es solo suya, sino la de todo un linaje de pioneros que llegaron hace más de un siglo en busca de un lugar donde echar raíces.

"Aquí nací, en esos galpones", dice, señalando con el mentón las viejas construcciones de madera que siguen en pie como testigos del tiempo. "Mis hijos también nacieron ahí. Todos. Esta tierra ha visto crecer a generaciones de los Infante."

Su padre llegó de Picún Leufú con apenas cinco años, junto a 21 hermanos. "Vinieron con los animales, carros, los bueyes... una travesía. Se cruzó el Limay. Dicen que se les cayó un toro al río, y mi abuelo lo lazeó y lo sacó. Así eran antes: duros, valientes."

No sabían exactamente dónde estaban ni a dónde iban, pero sabían lo que buscaban: tierra para sembrar y criar animales. "Un hombre en Mallín Cumé les dijo que más al oeste, en Mallín Ahogado, había lugar. Así llegaron, cuando solo había tres o cuatro familias por acá."

 

Una infancia sin juegos, pero con raíces

Don Guido no tuvo una niñez como la que hoy imaginamos para los chicos. "Nos mandaban a la escuela 103 a pie, con lo que teníamos puesto. Las camisas marineras del mercado y los calzoncillos hechos con bolsas harineras. Decían '70 kilos netos'. El género era bueno."

Jugar no era una opción. "Apenas uno caminaba, ya tenía tareas. La huerta, las ovejas, traer leña. Antes no había canal, así que había que regar a mano, temprano, antes de ir a la escuela."

El campo era de todos y de nadie. "Las ovejas podían andar libres hasta el Azul. Nadie las robaba. Hoy se te van del patio y ya no están. Antes, la gente se cuidaba una a otra."

 

Una vida de amor, servicio y ladrillos

Cumplió el servicio militar en la Fuerza Aérea. Estuvo 13 meses, pero nunca pensó en quedarse. "Quería volver. Cuando regresé, me casé con ella. Ya tenía un hijo de dos años, y hoy ese hijo es jubilado. Policía retirado."

"Tengo seis hijos. Todos nacieron antes de los 29. Dos el mismo año. No teníamos nada. Ni luz, ni ducha. Una sola cama. Pero teníamos las dos manos y muchas ganas."

Habla con una ternura inmensa de su esposa, quien prefirió no estar presente en la entrevista. "Sin ella no soy nada. Hizo toda la instalación eléctrica, los planos de la casa. Sabe medir, tiene su tarraja. Me acompaña al riego, hace de todo."

 

Pero si hay una actividad que marcó su vida, es la fabricación de ladrillos. "Aprendí con un paisano, Bobadilla. Me enseñó a pisar barro y cortar adobes. Hice más de 10 millones de ladrillos. Cortaba 7.000 por día. Ella cocinaba, atendía los chicos y me apilaba tres. El resto lo hacía yo."

"El secreto es pisar bien el barro. Hacer la mezcla como se debe. El que no sabe hacer pan, no sabe hacer ladrillos", repite, como le decía un viejo.

 

El fuego, la amenaza y la resistencia

Como muchos, Don Guido también enfrentó los incendios forestales que arrasaron con parte del paraíso. "La pasamos bravo. Pero nunca pensamos en irnos. Tengo casa en El Bolsón, pero esta tierra fue de mi viejo. No se vende, no se abandona."

"Siempre digo a mis hijos: ustedes no lo vendan. Aquellos que vinieron en carro, en burro, sufrieron de verdad. Nosotros también, pero ellos más."

 

Orgullo de lo vivido

Don Guido tiene una sabiduría sencilla pero poderosa. "Para vivir no hace falta tanto estudio. Para sobrevivir, hay que tener voluntad. No soy millonario, pero tengo lo que necesito."

Sigue sembrando, mantiene la chacra y sus departamentos en El Bolsón. "Nada de lo que hago es rentable, pero hay que poner el hombro."

Sus historias podrían llenar libros. Recuerda viajes a Viedma a caballo, anécdotas de viejos pioneros, refranes y enseñanzas. "Antes ir a los Menucos llevaba meses. Hoy vas en auto y te aburrís."

"Ojalá los jóvenes escuchen. Ojalá estas historias no se pierdan. Porque uno se va, pero lo que uno deja, si se cuenta, si se recuerda, sigue vivo."

Don Guido Infante no es solo un viejo poblador. Es raíz, es memoria, es resistencia y amor por su tierra. Una vida sembrada con esfuerzo, regada con sudor y cosechada en dignidad.