En un capítulo más de este ciclo especial de entrevistas de InfoCordillera, nos acercamos hasta la casa de Gabriel donde nos esperaba como siempre que se lo ve o te lo cruzás por la ciudad: ¡con una sonrisa!
Hace algunos meses atrás a través de redes sociales se conoció un pedido suyo para poder tratar de conseguir una tricicleta que le permitiera moverse, ya que tiene problemas para caminar. La publicación rápidamente se viralizó llegando a miles y miles de personas y la ayuda solidaria llegó antes de lo esperado. Una persona desde Villa la Angostura se la donó y desde su entorno fueron a buscarla y al poco tiempo se lo pudo ver a Gabi andando por las calles de su barrio.
Comenzando con esta nueva entrevista, quisimos conocer un poco más de sobre su vida y es así que nos relata: “Yo nací el 22 de diciembre de 1978, cerquita de Navidad y cuando habíamos sido Campeones en el Mundial por primera vez”, agregando que “soy nacido y criado en El Bolsón”
“Soy bisnieto de los primeros pobladores que llegaron a esta zona en el año 1907” nos señala, contando que “mi bisabuelo era Manuel Sales quien era sirio- libanés y mi bisabuela vino de Chile y se llamaba Ana Soto y se conocieron acá en el 1908 y ahí se casaron dando origen a toda mi familia”.
Gabriel, con orgullo nos dice que “yo nací acá y en esta tierra quiero que queden mis cenizas” remarcando que nunca se fue de su pueblo.
Ya de niño, Gabriel fue a la Escuela 132 de Cerro Radal. “Todavía tengo una maestra que me viene a visitar casi todas las semanas” señala y con una sonrisa reconoce que “de pibe siempre tuve el sueño de ser detective, pero no cualquiera, sino del FBI, pero después cuando comencé con los problemas renales ya de muy chico fui perdiendo la esperanza siquiera de trabajar en alguna fuerza de seguridad”.
Y empezando a charlar sobre sus problemas de salud que lo acompañan hasta el día de hoy, Gabriel recuerda que “empezaron cuando iba a cumplir 14 años”.
“Lo primero que empezó a llamar la atención fue que me acalambraba y se me hinchaban las manos y la cara y en un momento me empezó a sangrar mucho la nariz por lo que mi papá me llevo a la Guardia del Hospital, pero no le dieron mucha importancia. Al otro día comencé a vomitar sangre y ahí fue que me llevaron con la Dra. Bosio y cuando me tomó la presión tenía más de 220 de máxima y 42° de fiebre” explicó, remarcando que “estaba vivo de milagro”.
Ese mismo día Gabriel fue derivado de forma urgente a Bariloche, momento que tiene muy grabado en su memoria y nos cuenta que “mientras iba en la ambulancia lo único que me salía decir era: Diosito no me quiero morir. Y la doctora que iba conmigo me pedía que aguantara que ya llegábamos al Hospital”.
“Al llegar me agarraron entre varios médicos ya que largaba piñas y patadas para todos lados porque no podía respirar debido a que tenía los pulmones llenos de líquido” nos relata, recordando que “cuando entro a terapia intensiva, salió el doctor que me atiende hasta el día de hoy, el Dr. Eduardo de Orta y les preguntó a mis padres si en la familia había alguien enfermo”. Es aquí cuando Gabriel, en un momento de profunda confianza nos cuenta que cuando nació, él tuvo un mellizo que a las pocas horas murió. Ese hermano nació sin riñones y él con uno solo.
“En ese momento el doctor les dijo a mis padres que solo me quedaban tres horas de vida y allí fue la primera vez que me hicieron diálisis” explica, indicando que “estuve varios días en coma, pero fui saliendo de a poco. El medico después de verme decía: está grave el flaco, pero la está luchando”.
Todo eso ocurrió por el año 1994 y desde entonces ha tenido que dializarse varias veces por semana para poder seguir estando vivo. “Para los médicos es un milagro que lleve tantos años de hemodiálisis” remarca.
Al consultarle sobre si ha tenido la posibilidad de tener un trasplante de riñón que le cambie la vida, nos explica que “nunca fue posible debido a que tengo una capacidad pulmonar muy chica a lo que se le suma una arritmia cardíaca muy avanzada por lo que de entrar a quirófano no saldría con vida. Por eso estoy esperando un milagro que solo Dios lo puede hacer”.
Y esta última frase fue el disparador para meternos en una parte muy importante en su vida: la fe en Dios.
“Para mi Dios es todo” nos dice y remarca: “cada mañana al despertar le agradezco por un día más de vida. Cuando voy a la hemodiálisis, uno entra, pero no sabe si va a salir con vida, como les ha pasado a varios compañeros por eso no solo me encomiendo yo sino también a todos los otros pacientes que van conmigo”.
Y quienes conocen a Gabriel siempre lo ven con una sonrisa en el rostro, más allá de las vicisitudes, por eso le preguntamos si tiene días malos donde dan ganas de mandar todo al tacho, pero sin dudar un segundo nos responde que no, contándonos que “el otro día alguien me dijo: vos tenés la sonrisa dibujada. Pero es que me ha golpeado tanto la vida y he pasado por tantas cosas que lo único que me importa es ser feliz y hacer feliz a los demás o, aunque sea sacarle una risa, aunque yo esté destrozado o partido en mil pedazos”.
“Uno puede estar enfermo o dolorido, pero si tenés esa paz interior la vas a seguir luchando hasta el último día” sentencia.
También nos cuenta que cada vez que puede le gusta ayudar, indicando que “cada vez que lo he necesitado, la gente ha sido muy generosa conmigo como por ejemplo con la tricicleta, por eso quiero devolver un poco todo eso, aunque sea un granito de arena”.
Intentando conocer un poco más sus sentimientos le preguntamos que alguna vez se ha enojado con Dios a raíz de todo lo que le ha tocado vivir, y firmemente y sin dudar nos responde que no. ¡Jamás! “Ni siquiera he protestado contra él porque sé que él tiene control de todo y él me formó y sabe porque me pasan estas cosas; porque tengo que pasar por esta vida en donde no he podido disfrutar de muchas cosas. Por eso le agradezco cada día, aun esta enfermedad, porque sé que él tiene sus designios”.
Y llegando al final de esta charla llegamos a una pregunta que ya le hemos hecho a otros entrevistados y es que, si como en los cuentos, tuviese un deseo, que elegiría, y tras unos segundos de pausa, con los sentimientos anudándole la voz, nos responde que lo primero que desearía es que no haya más familias pobres, que no haya padres sin trabajo y niños descalzos en la calle pasando hambre”.
Uno creería que desearía algo para sí, sin embargo, nos enseña con su ejemplo a pensar primero en el prójimo. “Si realmente nos amáramos los unos a los otros, como Dios quiere nuestras vidas y el mundo serían diferentes” concluye.
Esta nueva entrevista culminó con un fuerte abrazo y con un mensaje esperanzador que Gabriel nos deja, que humildemente intentamos compartir a través de estas líneas, agradeciendo enormemente que nos haya abierto su corazón, permitiéndonos conocer su poderosa historia de vida.