Hace décadas, cuando El Bolsón no era más que un pequeño pueblo polvoriento, ajeno a los grandes circuitos turísticos y con una economía centrada en la agricultura y la ganadería, una joven llamada Olga Nasif ya visualizaba un futuro distinto para la Comarca Andina. Nacida en 1944, en una época en la que pocos veían el potencial turístico de la región, ella soñaba con un destino lleno de visitantes, atraídos por los paisajes, la tranquilidad y la magia del lugar.
“Nací casi junto con la inauguración del hospital, en un pueblo donde el tiempo parecía pasar más lento", recuerda Olga con una sonrisa cálida. "Era un lugar silencioso, lleno de posibilidades, aunque la vida en ese entonces no era fácil, especialmente para las mujeres". Criada en una familia de origen oriental, su infancia y juventud estuvieron marcadas por estrictas normas familiares y sociales. "A las mujeres se nos enseñaba que debíamos bordar, tejer y esperar al príncipe azul, pero yo nunca fui así", afirma con determinación.
A finales de los años 60, la vida de Olga dio un giro que cambiaría no solo su destino, sino también el de El Bolsón. El intendente de la época, Alfredo Graner, le ofreció una pequeña oficina frente al correo que había quedado vacía. "Era una oficina nueva, pero no sabían qué hacer con ella. El intendente me dijo: 'Sé que no te dejan ni estudiar ni trabajar, pero haz lo que quieras con esa oficina'. Así que decidí convertirla en la primera Oficina de Turismo de El Bolsón. No había sueldo, ni presupuesto, ni manuales de instrucciones. Todo era inventar sobre la marcha", cuenta con una mezcla de nostalgia y orgullo.
Olga, que apenas tenía 18 años en ese momento, no se dejó intimidar por las circunstancias. Con una gran visión y creatividad, empezó a promocionar El Bolsón a los pocos turistas que pasaban por el pueblo, buscando que se quedaran un poco más. "En ese entonces, los turistas eran principalmente parientes de los viajantes comerciales que pasaban dos o tres días en la zona", recuerda. "Yo les hacía planitos a mano de los lugares que podían visitar: la Cabeza del Indio, la Cascada Escondida, el Lago Puelo. Poco a poco, empecé a entusiasmar a la gente para que se quedaran más tiempo".
Pero sin un sueldo fijo, Olga también tuvo que buscar formas de sustentarse. Y fue en ese momento cuando su ingenio floreció de nuevo. "Me fui al Lago Puelo y empecé a recoger piedras. Con esas piedras hacía pequeños indios de piedra, a los que les ponía colas de caballo como pelo, que me traían los vecinos, y los vestía con retazos de tela que me daban las modistas. Les pegaba todo con Poxipol y los vendía a los turistas que venían". Los indios de piedra se convirtieron en un éxito, tanto así que, con las ganancias, Olga logró comprarse su primera casa. "Incluso gané un premio en la Casa de Río Negro en Buenos Aires por esos indios", añade con orgullo.
Con el paso del tiempo, Olga Nasif se convirtió en la principal promotora del turismo en El Bolsón. Pero no todo fue fácil. "Después de cuatro años de estar ahí, trabajando de manera informal, sin pagar ni cobrar nada, se hizo evidente que necesitábamos formalizar las cosas. Fue entonces cuando fundé la primera agencia de viajes de El Bolsón: Pulmarí Turismo", relata. Esta agencia, además de organizar excursiones locales, comenzó a vender pasajes de avión, convirtiéndose en una de las agencias más importantes de la región. "Vendíamos una cantidad impresionante de pasajes de Aerolíneas Argentinas", recuerda, "sobre todo porque convencía a la gente de que viajar en avión era mucho mejor que en colectivo".
En 1978, Pulmarí Turismo fue reconocida como la agencia que más pasajes vendió para Aerolíneas Argentinas en todo el país. Olga se convirtió en una empresaria pionera, no solo en El Bolsón, sino en toda la región andina. Su visión y empeño fueron fundamentales para que el turismo comenzara a tomar forma en un lugar que, hasta entonces, había sido un secreto bien guardado.
Hoy, al ver cómo ha crecido El Bolsón y la Comarca Andina, Olga Nasif siente que todo su esfuerzo no fue en vano. "Siento que dejé un camino trazado, pequeño pero firme", reflexiona. Sin embargo, también expresa cierta preocupación por el futuro. "No me gustaría que El Bolsón se convierta en un destino de turismo masivo. Yo siempre soñé con un turismo familiar, tranquilo, donde la gente venga a disfrutar de la naturaleza y la paz que ofrece nuestro lugar. Ojalá podamos seguir siendo un pueblo", dice, con una mezcla de esperanza y nostalgia.
El legado de Olga no solo está en las raíces del turismo en El Bolsón, sino también en su familia. Su hijo Marcelo Burlon Nasif ha seguido sus pasos, llevando la bandera de El Bolsón y del diseño de moda más allá de las fronteras como embajador cultural. "Lo que yo hice en pequeño, él lo está haciendo a nivel mundial", comenta con orgullo.
A sus 80 años, Olga sigue activa, involucrada en proyectos locales y promoviendo eventos como el próximo encuentro retro organizado por la Asociación de Empresarias Ejecutivas del Turismo (ASET), de la cual es miembro. "Tenemos un evento el 19 de octubre en la cervecería Noroeste, y todos están invitados", dice emocionada.
Al preguntarle sobre su lugar favorito en la comarca, no duda ni un segundo. "La Cabeza del Indio era mi refugio. Cuando estaba triste o necesitaba pensar, me iba ahí. Pasaba horas bajo esa roca, sintiendo la paz que solo ese lugar podía darme", recuerda con melancolía. Hoy, lamenta que el acceso sea más complicado y sueña con que algún día se recupere ese espacio tan especial.
Olga Nasif no solo fue una pionera del turismo en la región, sino una mujer que rompió barreras y marcó un antes y un después en la historia de El Bolsón. Su legado sigue vivo en cada turista que pisa la Comarca Andina, y en cada paso que su familia da, siguiendo el camino que ella comenzó a trazar hace más de 60 años.