En El Bolsón, cada diciembre se siente un espíritu navideño especial gracias a Pablo Ramón Alejandro Chandía, un vecino que, con su traje rojo y una bolsa de caramelos, se convierte en Papá Noel para los niños de la región.
En una nueva edición de este hermoso ciclo de entrevistas de InfoCordillera, llegamos a hasta su casa para conocer su fabulosa historia de vida y cómo surgió esta hermosa iniciativa que se repite cada fin de año.
Pablo, de 58 años y oriundo de Neuquén, llegó al barrio Terminal hace ocho años buscando una nueva vida. “Dejé Neuquén después de perder mi trabajo. Invertí mis ahorros en una casita acá, y desde entonces, la vida me cambió”, cuenta.
La historia de su traje de Papá Noel tiene un origen conmovedor. Fue confeccionado hace años junto a su madre, Susana, durante su batalla contra el cáncer. “Era su forma de despedirse y regalarme algo para el futuro. Hicimos el traje juntos para una Navidad familiar, y cuando llegué acá, pensé: ¿por qué no usarlo para los chicos del pueblo?”, recuerda emocionado.
Pablo comenzó con esta iniciativa como una forma de subsistir, pero rápidamente se transformó en un acto de amor. Hoy, reparte regalos, caramelos y abrazos a los niños en la plaza Pagano y en los barrios de El Bolsón, llevando alegría y esperanza a quienes lo necesitan.
Momentos que tocan el corazón
La conexión que Pablo establece con los niños va más allá de los regalos. “Un día, un auto estaba andando, y un nene salió corriendo para abrazarme. Los padres gritaban que volviera, pero él lloraba diciendo que pensaba que yo no existía”, relata con un nudo en la garganta.
Otra anécdota que marcó su labor ocurrió en el comedor El Pitu, en el barrio Los Hornos. “Una nena me agarró de la mano y no me soltaba. Estaba tan emocionada que le dio taquicardia y se desmayó. La llevamos a la sombra, y después de unos minutos, volvió en sí. Fue increíble ver cuánto significaba para ella”, cuenta.
El espíritu de la Navidad
Para Pablo, la Navidad es un tiempo de unión y gratitud. Aunque vive solo en El Bolsón, sus hijas y nietos, que residen en Neuquén, suelen visitarlo en estas fechas. “Es una época que nos une como familia, aunque también la paso con los vecinos y amigos que he hecho aquí. La Navidad es esperanza, y quiero que los chicos la vivan con alegría”, dice.
Además de repartir regalos, Pablo compra caramelos para entregar a los niños, a veces con sus propios recursos. “Algunos me llaman Papá Noel tercermundista, pero no importa. Lo que vale es la sonrisa de un nene cuando te abraza y te dice que nunca creyó que Papá Noel existía”, comenta con orgullo.
Una nueva vida en la cordillera
Pablo no solo encontró un propósito en su papel de Papá Noel, sino también una vida más tranquila y significativa en la Comarca Andina. “Vivir acá me cambió por completo. El aire puro, el turismo, la tranquilidad… Es un paraíso.
Consultado sobre que le escribiría él en su cartita a Papá Noel nos responde que “solo le pediría que nunca se termine la temporada de turismo, porque eso es lo que mantiene viva a esta comunidad”.
Este diciembre, Pablo estará nuevamente en la plaza Pagano y en los barrios, regalando no solo caramelos, sino también momentos inolvidables a los niños y sus familias. “Lo que más disfruto es la ingenuidad de los chicos. Ellos me recuerdan que, en el fondo, todos necesitamos un poco de magia en nuestras vidas”, concluye.