En un ambiente que sorprende por su perfecta iluminación y ese aroma agradable de la madera, Rubén nos abre la puerta de su taller ubicado en corazón de la Villa Turismo, en El Bolsón en donde vive desde hace décadas.
Comenzando con un camino de palabras que promete ser por demás apasionante, nos cuenta que es nacido en Buenos Aires, allá por el año 1959, pero buscando un lugar mejor para criar sus hijos, hace unos 30 años llegaron junto a su pareja a la Comarca Andina.
“Allá me dedicaba a ser profesor de natación, pero también tallaba porque desde siempre, de muy pibe estuve con la madera. Como en ese momento, acá en la Comarca no había gas ni piletas esa primera profesión quedó de lado y tomó fuerzas la que más me interesaba que era la que hacía con mucho placer que era tallar”, relata, rememorando sus primeros años en este valle.
Rubén detalla que ya por ese entonces tenía un puesto en la Feria Regional, señalando que “con lo que arranqué más fuerte fue con la elaboración de muebles haciendo piezas más bien escultóricas, aprovechando esa magia que tiene la madera”.
“Eso fue dando lugar a algo más chiquito, ya que necesitaba de mucho volumen de madera que tenía que comprar y estacionar ya que vendía muchos muebles por ese momento. No sé si muy bien cobrados, pero me permitía vivir”, explica, remarcando que “de a poquito fueron llegando las tallas, algo mucho más pequeño, creando escenas y permanentemente paralelo a lo que era la venta de artesanías con las que estuve 25 años en la Feria, yo ya estaba con las esculturas, que tiene otro enfoque, otro discurso”.
“Esto tiene que ver con otra parte mía”, remarca, enfatizando que “como digo siempre, la escultura sabe más de mí que yo mismo”, señalando que “lo digo porque lo siento realmente así porque durante el trabajo van apareciendo cosas que están allí guardadas y las descubro quizás mucho tiempo después”.
El artista reconoce que muchas veces lo sorprende la madera, llevándolo por caminos impensados. “a diferencia de otros materiales como puede ser la arcilla, por ejemplo, que uno va teniendo siempre el control, con la madera uno va por un lado y te aparece un nudo, una veta cambiada o se raja por una fisura y de golpe uno tiene que empezar a meterse y ver que surge”, indicando que “es aquí cuando nace una pregunta: si la madera traer ya su forma poética y uno solo tiene que descubrirla o es uno el que le pone su impronta como si fuese una hoja en blanco. En ese encuentro entre madera y escultor se produce la magia”.
Repasando un poco su carrera, nos cuenta que “por fortuna alguna de mis obras han podido viajar y por ejemplo estos últimos años he mandado trabajos a París para ser exhibidos en el Carrousel del Louvre” agregando que “también muchas se han vendido y se pueden encontrar en diferentes puntos del país”.
Sobre su materia prima, Rubén se reconoce un privilegiado por el lugar donde vive, indicando que “por ejemplo dentro de mi terreno tengo árboles que se cae y tal vez están por años ahí caídos hasta que dieron paso a varias cosas”, remarcando que “a su vez, el paisaje que tenemos con todas estas montañas que puedo ver desde mi taller, lo inspiran a uno a hacer algo que tenga que ver que eso que uno observa”, reconociendo que “tendría que estar muy desconectado como para que el paisaje no me influyera”.
A la pregunta sobre si tiene una madera favorita como para trabajar, el artesano señala que “durante mucho tiempo estuve con el maitén porque justo uno había caído en mi casa y al trozarlo descubrí una veta que me gustó mucho”, indicando que “esta madera tiene en su interior unos hongos que generan una negrura que es muy interesante cuando aparecen dando forma a unos dibujos en la veta”
Siguiendo detallando, señala que “el alerce siempre me gustó para hacer cosas chiquitas. La lenga te da la seguridad que no te va a trabajar y al tallarla no te va a hacer rajaduras o astillas. El ciprés para algunas es espectacular y el radal con su color tan especial es fascinante”.
Lo que sí reconoce, “jamás trabajaría con madera de pino Oregón que puede servir muy bien para construir una casa, por ejemplo, pero para hacer tallas es complicado porque tiene un hilo muy marcado y el trabajo cuando hay que atravesar la veta seguro se va a astillar y se complica por lo que te devuelve una sensación de frustración.
Incursionando en su prolífica carrera, le consultamos sobre el momento más crítico, ese donde quizás pensó que hasta allí llegaba, a lo cual, tras pensarlo unos segundos, recuerda que “en enero de este año tuve un accidente trabajando un domingo y me amputé dos dedos de la mano derecha. Uno me lo pudieron salvar, pero al otro no”, indicando que “allí la verdad que me planteé como iba a seguir, pero igual ya estoy tallando de vuelta”.
También remarcó que “los avatares económicos te plantean todo el tiempo si se puede vivir de esta profesión, que la gente pueda pagar lo que vale cada trabajo por lo que uno se debe ir adaptando al bolsillo del cliente porque en general no es que la gente desvaloriza tu trabajo, sino que simplemente no puede pagar el tiempo que demandó hacer una obra”.
Repasando un poco, nos relata que “he hecho muchas escenas que también se las llama retablos que son como rincones y cada una cuenta una historia” agregando que “he retratado desde un refugio de montaña, una cocina patagónica, un bar de una esquina de Buenos Aires de dónde vengo, un kisoco de diarios en donde trabajé de canillita de pibe”.
“También tengo una escena inspirada en Doña Sara Inalef, una conocida vecina de Mallín Ahogado a la que una vez fui a visitar y tomamos mates y ese momento quedó plasmado en un trabajo. También podés encontrar obras con las tejedoras mapuches, las alfareras”, detalla, indicando que “hay un montón de obras que tienen que ver con lugar, con personas y con trabajos, con los oficios y todas son muy argentinas”.
Rubén expresa que “si bien no tengo una obra preferida, hay algunas que la familia y los amigos te dicen que son de las mejores que hice”, señalando que “entre ellas se encuentra un tablero de ajedrez con sus piezas todas talladas hasta los rostros que me tomó más de 3 meses de trabajo para poder concluirlo”.
“Últimamente me ha gustado mucho tallar nueces en tamaños relativamente pequeños” explicó, aclarando que “de golpe me descubrí que el fruto de la nuez, adentro lo que yo estaba tallando en realidad son los pliegues de la Cordillera, yo no estaba haciendo textual lo que es el fruto por dentro y ahí está un ejemplo de lo que decía que la obra sabe más de uno mismo”. Justamente una de estas tallas fue de las obras que llegaron hasta París y que ha cosechado numerosos premios.
Quienes conocen a Rubén sabe que tiene la generosidad de compartir todos los secretos de este apasionante trabajo brindando continuamente talleres y seminarios. Sobre esto nos cuenta que “la gente se prende mucho en cada convocatoria y de golpe tenés algunos que viene al taller y son artesanos que quieren mejorar su práctica o que trabajan otros materiales, pero también tenés personas que quizás está con una computadora todo el día y busca algo con que despejarse”.
Asimismo, reconoce que “todo lo que sé, trato de transmitirlo, sin guardarme nada, lo que sí no les doy todo de golpe, pero uno permanentemente trata de compartirles cosas, principalmente desde el punto de vista artístico”.
Llegando de a poco al final de esta entrevista, Rubén expresa que “en estos días se me murió un gran amigo, Otto Passennheim con quien mucho de lo que yo sé, surgió de lo que me a trasmitido él en las innumerables conversaciones que hemos tenido y así como fue generosos con su saber, yo trato de tener una actitud similar con quienes se acercan hasta mi taller”.
Por último, le preguntamos si se ve tallando toda su vida y entre risas señala que “mientras no me siga sacando dedos y me den las manos voy a seguir. Obviamente uno va acomodando los tiempos en la medida que va envejeciendo”, señalando que “también me gusta mucho escribir sobre mi práctica, cosa que no hacía antes y esto es algo que me sirve para enseñar también ya que a través de las palabras expreso que es lo que hago, porque lo hago y eso es importante poder transmitirlo”.
Justamente sobre esta faceta de su vida, en estos últimos días fue seleccionado por el Fondo Editorial Rionegrino (FER) para que impriman un ensayo de su autoría sobre tallas y esculturas.
Rubén, como tantos artesanos de la Comarca, lleva a cuesta años de historias por demás interesantes, con el compromiso de a través de sus manos brindarnos su arte.
Nos retiramos de su taller con una linda sensación de haber tenido la oportunidad de conocer un poco más sobre él y entender la próxima vez que veamos algunas de sus obras todo el significado que hay detrás. ¡Y que bueno poder compartir algo de todo eso a través de esta entrevista!