Muchos vecinos de la Comarca Andina, pero principalmente quienes estén en el ambiente de montaña, seguramente lo conoce o han escuchado hablar alguna vez de él: “El Tanaka”.
Aunque su nombre completo es Teodoro Ignacio Paillalef. “Nadie me dice por mi nombre” reconoce, señalando que “si alguien por la calle me grita Teodoro o Nacho ni siquiera me siento aludido”, agregando que “desde bebé ya mi familia me llamaba Tanaka”.
Y nos surge la curiosidad sobre ese apodo tan particular. Según nos cuenta, “mi viejo fue boxeador amateur y por la época en que nací, había un campeón mundial que era un japonés y se llamaba Tanaka y como yo de bebé tenía las manos gorditas como con guantes de boxeo me puso ese apodo y me quedó para toda la vida”.
“Recientemente me quise poner de nombre Tanaka en el documento, pero resulta que es un verdadero lio porque hay que hacer nueva partida de nacimiento, registro de conducir, tarjetas de crédito así que preferí que siga siendo solo mi apodo”, explicó.
Asimismo, recuerda que, “cuando ingresé a la Escuela de Policía, donde es habitual que te llamen por el apellido, a mí me decían simplemente Tanaka”.
Es así que nos vamos adentrando en uno de los capítulos importantes de su vida: su paso por la fuerza policial. “Vengo de familia de policías. Mi viejo, mi abuelo y mi bisabuelo fueron policías por lo cual casi que ni pensé en dedicarme a otra cosa”, nos confiesa.
“A los 19 años ya era policía”, explica, reconociendo que “en un principio no fue una cuestión de vocación sino por tener una salida laborar por lo que cuando surgió la oportunidad de anotarme, lo hice y quedé”.
Recordando esos años, rememora que “los primeros días de instrucción los hice en Villa Regina y después continué otros ocho meses en la Escuela de Sierra Grande en lo que fue el primer curso de Policía que se dio allí, en un edificio muy precario que ahora lo recuerdo como una anécdota, pero por ese entonces fue muy duro porque pasábamos mucho frio y el techo se llovía, pero al fin y al cabo tan malo no fue”.
Tanaka, con la confianza que va surgiendo en la entrevista, explica que “cuando terminé con la instrucción se dio algo curioso porque yo terminé primero en orden de mérito en mi curso, entre 100 aspirantes y por ende se suponía que podía elegir a que destino ir porque es algo que sucede históricamente dentro de la fuerza, pero yo ya cargaba con una cruz que era mi apellido y me terminaron mandando a Viedma a una de las Comisarías más complicadas de toda la provincia”.
“Yo ya venía marcado por el accionar de mi padre. Él era un cana honesto y cometió el error por así decirlo, de denunciar situaciones de corrupción dentro de la Policía de Río Negro”, detalla, remarcando que “eso le trajo muchísimo problemas, llegando incluso a que lo cesantearan y yo tuve que cargar también con el castigo de tener su apellido”.
“Toda mi carrera fue cuesta arriba por ser `hijo de él, pero también me gané otras broncas por mérito propio” reconoce entre risas.
Continuando indagando sobre sus orígenes, señala que “soy rionegrino al 100% y solamente un año viví fuera de la provincia, que fue cuando me fui a Bahía Blanca”, indica, agregando que “nací en Villa Regina, pero donde residí mas años es en El Bolsón que siento que es mi lugar en el mundo, pero también estuve en Viedma, Roca y otros rincones de Río Negro”.
Recordando sus primeros años en El Bolsón, detalla que “llegamos porque a mi papá, siendo policía lo destinaron acá y vivimos en la misma comisaría por un tiempo”. “Me gustó tanto este lugar que cuando me fui a los 12 años, me prometí que iba a volver para quedarme”, reconoce.
“Ya de grande y siendo padre, porque a los 23 años ya tenía tres hijos, tomé la decisión de volver a este lugar que era mi sueño”, relata.
Y ya viendo en El Bolsón es que empieza a plasmarse un sueño de muchos años de Tanaka: formar la Patrulla de Montaña, un grupo especializado en rescates e intervenciones en este ámbito.
Según explica, “me llevó dos años aproximadamente poder concretarlo. Primero porque había jefes dentro de la fuerza que no entendían que era algo necesario ya que vivimos en una ciudad rodeada de montañas y con cada vez más turistas, pero también por la falta de recursos, tanto humanos y materiales”.
Esa patrulla fue quizás la precursora de muchos otros grupos que posteriormente se especializaron en rescates de montaña como los son actualmente el de Bomberos Voluntarios, SPLIF o el GEAM de Gendarmería Nacional. Sobre esto, Tanaka remarca que “como yo venía con tanta fuerza creo que arrastré a otras personas en diferentes instituciones que comenzaron a involucrarse en esta problemática”
La Patrulla de Montaña en sus primeros meses de vida, allá por el año 2012, tuvo una intervención que fue noticia nacional: un caminante de nacionalidad coreana se extravió en el Área Natural Protegida Rio Azul Lago Escondido (ANPRALE) y su búsqueda demandó 12 días de búsqueda exhaustiva.
“Durante esos días llegué al extremo de mis fuerzas físicas, porque estuve todo ese tiempo caminando la montaña prácticamente sin descanso. La gente que formaba parte de la búsqueda se iba rotando, pero yo estuve siempre y llegué a un estado que me levantaba y caminaba por inercia, pero la recompensa fue grande porque fui justamente yo el que lo encontró”, recuerda, enfatizando que “ya habiendo pasado tantos días muchos pensaban que esta persona ya estaba muerta, pero yo no bajé los brazos en ningún momento”.
“Pero cuando ya lo encontramos, en vez de tener nuestro momento de gloria, fue todo lo contrario, porque cuando el Jefe de la Policía me felicitó, le dije que no necesitaba las felicitaciones sino más recursos para trabajar porque me daba vergüenza tener que pedirle a Bomberos o SPLIF elementos que deberíamos tener como grupo especializado”, recordó, enfatizando que “esa charla me significó que por más de dos años no me ascendieran en mi cargo”, agregando con una sonrisa que “mi problema en la Policía siempre fue pensar y hablar”.
Ante esta confesión, es que le preguntamos si mirando hacia atrás en su vida, se arrepiente de algo, y tras pensarlo unos segundos, señala que “creo que si hubiera sabido cómo era la Policía antes de entrar, hubiera elegido otra profesión. No me arrepiento porque aprendí de lo bueno y de lo malo, pero creo que hubiese elegido otro camino”.
En el tramo final de esta charla, le preguntamos sobre la importancia que tiene la montaña para él, y es así que nos cuenta que “mi viejo ya de chico me sacaba a caminar en la montaña y fue amor a primera vista”.
Tras un segundo de pausa y con cierto brillo en los ojos, reconoce que “la montaña es el 90% de mi vida. De hecho, cuando tuve una hija bolsonera, antes de que cumpliera un año, ya la estaba llevando en la mochila a hacer su primera cumbre, que fue el Piltriquitrón”.
“Amo tanto la montaña que terminé poniendo en pareja con una chica montañera y que es refugiera desde chica, ya que creo que otra persona no entendería lo que es este estilo de vida”, reconoce entre risas.
La pregunta final que le hacemos es que si se imagina viviendo en un lugar que no fuese montañoso a lo cual rotundamente nos responde que no. “De hecho cuando me voy a Viedma a visitar a mis otros hijos no puedo estar más de una semana porque veo el llano y me siento incómodo como que me falta algo. Y al volver a acá es como que me retorna el alma al cuerpo”, expresa, afirmando que “realmente siento que El Bolsón es mi lugar en el mundo. Muchos sueñan con viajes al exterior, de ir al Caribe o a Europa, pero para mí, las vacaciones ideales significan agarrar la mochila y perderme una semana en la montaña”.
Tanaka representa una raza especial, quizás en extinción: los montañeses. Esos seres que encuentran el disfrute pleno más que en la cama de un lujoso hotel, en dormir bajo un cielo estrellado, más allá del frio, Quienes prefieren un buen plato de guiso en un refugio, al caviar más caro y que disfrutan más del agua fresca del deshielo de los glaciares que del champagne más caro del mundo.
Un tipo de personas solidarias, siempre dispuestas a ayudar y que tratan de compartir ese amor tan grande por las montañas que quizás no todos entendería.