Francisco Camino tiene 20 años y es bailarín profesional. Hasta que algo se lo dictó desde adentro, no se imaginaba bailando, sino haciendo carreras vinculadas a la ciencia y a su contexto familiar. Su último año de escuela sin presencialidad fue su salto a Buenos Aires. En cinco años pasó por la Fundación Julio Bocca, el Teatro Colón, fue elenco estable de Fuerza Bruta y volvió a su Esquel natal con su primer montaje: “¿Vos qué sentís cuando bailás?”. Sin saberlo Fran encontró en la danza un sendero hacia adentro, hacia su propio lenguaje personal que lo ha llevado a desarrollar sus estudios de diversas maneras y volcar en el escenario su corto, pero intenso recorrido.
De papá astrónomo y mamá docente, Fran de chiquito se la pasaba haciendo deporte pero asegura que “lo artístico salió de ella, que siempre hizo manualidades” y agrega: “aunque mi papá sea astrónomo, tiene mucho de artista, para mi el cielo es artístico también”.
EL ARTE, UNA MANERA DE SER Y VER EL MUNDO
- ¿A qué te dedicabas en tu adolescencia?
- Danza cero, cero cero. Hice de todo: arquería, artes marciales, natación, gimnasia. Hice batería, iba probando todas las actividades posibles. Tenía tiempo libre, energía y me mandaba. Pensándolo... empecé teatro con Luis Bertero, ahí apareció algo. En las entradas en calor de las clases, uno se ponía en el medio e improvisaba con la música. Ahí empecé a mover el cuerpo desde lo musical aunque quizás sin ser consciente. Trabajaba más el inconsciente que yo mismo. Ya en artes marciales o en los deportes se veía que yo era muy laxo y definitivamente aprendía rápido todo lo que tuviera que ver con el cuerpo.
- ¿Cómo llegaste entonces?
- Me pasaba que me mostraban cómo hacer algo y yo lo hacía de primera. Entonces como que me desafiaba a aprender todo lo que podía, cuando le agarraba la mano, chau, buscaba otra cosa. Fueron más o menos cinco años de esa búsqueda sin saber. Después de tanto jugar con el cuerpo desde lo actoral, lo escénico, la introspección, lo musical, crear un personaje, me encontré con la película Billy Elliot -quien se topa con la danza de manera azarosa y está inspirada en la historia del bailarín inglés Philip Mosley- y se me erizó la piel. Terminó la película y llamé a una amiga y le dije “quiero bailar”.
“NO IMPORTA LO QUE PAREZCA, IMPORTA LO QUE SIENTES CUANDO BAILAS”
Su amiga la llevó con la Profesora de Danzas Clásicas Cuqui Anselmo y de ahí siguió explorando todo lo que tenía al alcance de su cuerpo: fue a danzas urbanas con Estela Murúa, contemporánea con Agustina Mateos, “terminé bailando para los egresos, estuve en todos los que pude. Hacíamos la presentación y una coreografía, pero hasta entonces fue siempre como hobby”. Terminó diciembre y con él las oportunidades de bailar en el escenario.
-¿Qué hiciste después?
- Volví a ver la película Billy Elliot y hay una escena en que lo llevan a una audición super grosa y él no tenía ni idea, poca experiencia y poco entrenamiento en danzas. Él entra en dudas y la profesora le explica que nunca se mira sólo la técnica y que para eso va a un instituto, para aprenderla. Entonces te van a observar otras cosas también, tus aptitudes, tu forma de ser, tu expresión, tu cuerpo. Con toda esa charla en la cabeza, le conté la escena a Cuqui y le pregunté si le parecía que yo podía hacerlo. Mientras ella intentaba conseguirme una chance en la Fundación Julio Bocca me dediqué todo 2020 a la danza y había descartado la posibilidad de estudiar medicina.
- ¿Cómo fue todo ese proceso en tu familia?
- Siempre me apoyaron para que haga lo que realmente me gustara. Yo estoy muy agradecido de eso porque cualquier cosa que yo quería hacer ellos me acompañaron. Cuqui finalmente llamó a la Fundación y me dieron el ok. Yo no entendía nada y de pronto me estaba yendo antes de lo previsto a vivir solo a Buenos Aires para bailar. No entendía nada.
- ¿Qué fue lo más difícil?
- Lo familiar, porque más allá de que me apoyaban yo todavía no tenía 17 y sentía que me estaba yendo a estudiar danza de la nada. Con la situación de la pandemia no me fue difícil cambiar de ámbito y terminé el secundario de manera virtual. Me preparé todo el verano y el 9 de marzo estaba empezando a cursar. En una semana me despedí de mi gente.
Ya en Buenos Aires cursaba cinco horas por día en la Fundación y mientras caía en la decisión que había tomado y en todo lo nuevo que implica dejar su casa y su familia, transcurrieron tres meses y cayó otra ficha: “La base en la Fundación era el clásico, pero teníamos jazz, contemporáneo, hacíamos acrobacia, preparación física, tango. Ahí supe que quería ir por otro lado”.
SORPRENDERSE BAILARÍN, DESCUBRIRSE ARTISTA
A medida que profundizaba en el baile y empezó a hacer sus primeras incursiones en lo laboral, Francisco descubrió también que le gustaba cantar, la música, el cine: “Yo agradezco el impulso, no le hice tanto análisis al por qué me surgió, sólo lo sigo. Ya me formé un montón, me voy a seguir formando y me motiva todo lo que puedo experimentar, estudiar, trabajar. Hoy me siento un artista integral, así me presento. A medida que fui encontrando oportunidades laborales dependiendo de lo que buscaban me presentaba como actor, como bailarín, mi objetivo es explayar todo el abanico artístico posible”.
Ya dejando atrás la Fundación empezó clases sueltas de otras disciplinas de danzas y un profesor le sugirió ingresar al Colón: “Ahí se me materializó la escena de Billy Elliot en mi vida. Yo le respondí ´¿Estás loco? Empecé el año pasado´, y él me respondió que no iban a ver sólo mi técnica...”.
Desde julio a octubre se entrenó intensamente, y ya con el antecedente de la Fundación Bocca perfeccionó disciplina y pulió formas. “Mi nuevo maestro me ayudó a desarrollar la agilidad, la postura, lo estético, la teoría, los nombres de los pasos. Estuve un mes audicionando en cuatro pruebas y estudiaba en mi departamento agarrado a la silla de barra hasta que me tocó la instancia presencial con otros quince aspirantes. Ya todo eso era para mí una locura”.
VOLVER A ESQUEL PARA GRADUARSE, EL COLÓN ESPERA
Lo ocurrido hasta aquí pasó mientras terminaba la escuela y volvió para egresarse. “Mientras estaba en el aeropuerto me llegó el mail: ´Queremos decirte que sos oficialmente alumno del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón´. Creo que grité en la ruta de la emoción”, recuerda.
- Ahí empezó otra cosa.
- Otro cantar. Me levantaba a las cuatro y media y a las siete estaba con ´la pata acá arriba´. Entonces todos los días, de lunes a sábados, de 7 a 13 ponele, teníamos clases de anatomía, de ballet, de repertorio, de partenaire, a veces teníamos un poco de flamenco, jazz, un poquito de todo. Yo estaba loco, no caía que todos los días ingresaba al teatro y tenía una sala para cada clase. Ahí viví lo que no viví en el secundario, encontrarme y conocer otras personas. Sentí que cada desafío que me ponía por delante lo cumplía. Hasta que llegó un momento en que quise ir por otro lado. Empecé clases de heels, contemporáneo, siempre fui jugando con otras cosas.
Fue entonces que se encontró con la posibilidad de trabajar en Fuerza Bruta, una compañía que desde 2003 presenta espectáculos en Buenos Aires y alrededor del mundo, que combina una diversidad de disciplinas artísticas y ofrecen una experiencia única a los espectadores. Fue parte del elenco estable por al menos un año.
- ¿Cómo fue esa experiencia?
- De pronto pude volcar mi conocimiento y empezar a hacer. Tuve que afinar el conocimiento del cuerpo pero tenía mucho manejo musical, escénico, el aprendizaje estuvo en bailar con un arnés colgado boca abajo a cinco metros de altura. Lo que más me generó fue la posibilidad de plasmar lo aprendido y curtir escena. Además fueron cuatro meses de preparación del show y creación, un trabajo de pruebas y en equipo. Una vez que salió el show a escena, lo hicimos casi todos los días por cuatro meses. Ahí arranqué con todo y pude trabajar en cine, pude trabajar en una series, en publicidades, musicales, teatro. Todo el transcurso que yo iba recorriendo mi camino en el Colón, me iba cruzando con gente, con productoras, con el ambiente laboral e iba conociendo, bailaba en videoclips de artistas. Pude nutrirme también laboralmente y empezar a abrir ese ambiente.
- ¿Y desde lo artístico?
- Fue como desafiar la mente, el cuerpo, el espíritu, con esto de... bueno, estoy bailando boca abajo, con luces estroboscópicas, dando vueltas en un arnés en el aire a cinco metros de altura, con calor, en una sala con mil personas más mis amigos trabajando en otras escenas. Todo era al unísono, y teníamos todos los días roles distintos, rotábamos en todas las funciones, nunca sabías qué parte te tocaba. Tenía compañeros de todas las edades y yo era el más chico. Fue una experiencia increíble, cobraba un sueldo y trabajaba. De pronto tenía una responsabilidad, hacíamos prensa, era como wow! Estoy acerándome a lo que quiero hacer. Me sentí muy agradecido.
Todo ese montón de cosas fue procesado durante un mes y medio en Esquel: “Me vine a descansar un poquito después de todo eso y a disfrutar lo satisfecho que me sentía, fue tomarme un momento de agradecimiento. Obvio quería más”.
SEGUIR EL INSTINTO DE BAILAR
Francisco volvió a Buenos Aires en 2023 a seguir estudiando a través de clases sueltas y talleres: “Absorbo todo lo que puedo y cambio y sigo probando. Capaz el año que viene vuelvo con un maestro que dejé, me gusta moverme según se me aparecen las cosas porque por alguna razón suceden. Te enseñan algo y cuando aprendiste esa lección aparece otra cosa. Todo puede volver y aprenderse desde un lugar diferente”, dice. Además estuvo en los meses de enero a abril en Madrid donde tomó clases de actuación, canto, danza y asistió a museos, teatros, espectáculos.
- ¿Qué te gusta hacer además de bailar?
- Soy muy de la casa. Por eso vuelvo a Esquel a visitar a mi familia, me gusta sentir que tengo una base. También mi casa en Buenos Aires y todo el tiempo busco ponerla más linda, la decoro como me gusta, recibo visitas, me encanta tener amigos. Que mi casa sea también la casa de los demás, aunque también me gusta mucho viajar. Siempre estoy buscando nuevos rumbos y un poco por eso decidí también mostrar acá en Esquel lo que aprendí. Yo creo que es un dar y recibir y si me funciona a mí, también puede funcionarle a los demás.
- ¿En qué sentido?
- Y... cómo podemos nutrirnos de algo que capaz esta vez organicé yo pero que pueda ser otra cosa. En “¿Vos qué sentís cuando bailás?” fue un poco invitar a intercambiar. Yo tenía pensado el público, estudiantes de danza, chicos que se quieren ira estudiar, en la gente que me apoyó en mi camino y que vean un resultado de esa decisión que tomé. Tiene un fin capaz... emocional, para mi es de gran importancia que vengan a verme, que se agoten las entradas. Yo los veía y pensaba en todos los ´sí´, ´te quiero´, ´me encanta´, ´te acompaño´.
Si bien anteriormente improvisó una participación en un espectáculo de Flor Retamosa e integró la Revista de Esquel de Karem Boudargham, “¿Vos qué sentís cuando bailás?” fue su carta de presentación del camino recorrido hasta ahora, el primer montaje pensado por completo desde su autoría. “Recuerdo cuando bailé con Flor que estaba nervioso y me llamaba la atención porque había estado en espectáculos grandes. Cuando salí me encontré con mis maestras de jardín, de primaria, mi directora, profesores de deporte, personas que no veía desde muy chico. Digo, ¡guau! Toda esta gente vino a verme a mí porque se enteró que yo bailaba acá. Dije, ¡qué hermoso! Fue muy gratificante y lo agradezco. Estoy muy contento de haber bailado en ese entonces y de hecho tengo una foto del saludo final en donde se me ve una carita de gracias, ahí ya sabía que volvería para hacer un show”, cuenta.
Francisco deja una piel debajo del escenario de un chico tímido y serio para encenderse con la música. Entonces aparece la potencia de su delicadeza, surge el magnetismo de su mezcla entre curvas y líneas y se lanza a los sentires del público: “En el futuro me veo bailando, coreografiando, armando un estudio para quien quiera bailar, me veo actuando, diseñando. No sé, pero haciendo con todo lo que me dé el cuerpo, no me dedicaría a una sola cosa. Yo quiero aprender todo lo que la vida tiene para ofrecer en todos los aspectos que sean, todo lo que sucede en esta vida es un puente directo a algo mejor”.
- ¿Qué sentís que es lo que más te ayudó a vos?
- A mi me ayudó el amor. Tanto mío, para mí, como el de los demás. Como nos amamos nos aman, todas las respuestas están adentro y cuando miramos ese adentro, lo de afuera se abre.
Se abre el telón, aplausos.