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25 de Junio de 2025

Julio Berwyn: Una historia de amor por y para la salud pública rural

No terminó séptimo y como auxiliar de enfermería se convirtió en Director del Hospital de Las Plumas, un reconocimiento a los cuarenta años que dedicó a la ruralidad. Cada vez menos personas viven en el campo y recorre 600 kilómetros para las campañas de vacunación. El abandono de las comunidades hace que la salud pública tenga un rol fundamental en su subsistencia, que parece el único destino. Un granito de arena para sostener la diversidad de culturas y costumbres de la meseta chubutense.

Domingo, 22 de septiembre de 2024 a las 07:00

La historia de Julio Berwyn refleja dos cuestiones importantes y de larga data en Chubut. Una de ellas, las desigualdades entre el campo y la ciudad, y la otra, la importancia del afecto y el compromiso que se desarrolla en comunidades pequeñas y que, sin quererlo, suavizan un poco esas asimetrías, hacen resistir contra el éxodo rural que avanza a cuenta gotas, pero avanza. Julio se crió entre puestos sanitarios de la provincia y no terminó séptimo grado pero sí pudo formarse como auxiliar y hoy por su compromiso de más de 40 años, es Director del Hospital de Las Plumas: “A mi me da vergüenza que me digan Director, pero lo llevo con mucho orgullo”.

En el momento de la entrevista Berwyn se encontraba en Trelew: viajó doscientos kilómetros para ser atendido por un odontólogo, posibilidad a la que accede por tener obra social. El Hospital de Las Plumas está en proceso para poder incorporar uno al servicio de salud pública.


EL AFECTO Y LA ATENCIÓN, PILARES DE SU COMPROMISO

Nació en Rawson en 1966 y al año su papá, también auxiliar de enfermería, se hizo cargo del Hospital de Las Plumas luego de su inauguración. Estuvieron en Paso del Sapo, Cushamen, Languiñeo y hasta Puerto Pirámides: “Yo nunca decidí ser enfermero, siento que siempre lo fui, mi hermana Susana también es auxiliar”.

- Tu papá se fue a Las Plumas a trabajar en el Hospital, ¿qué te inspiró de él? ¿Qué recordás de tu infancia?

- Yo le agradezco mucho porque gracias a su dedicación también aprendí de su compromiso y me gané el respeto y el valor de mi comunidad. La primera vez que atendí un parto tenía 21 años y lo pienso a lo lejos y me doy cuenta lo solo que estaba ¿Qué presencia podés tener? Por eso soy muy agradecido a la comunidad, a medida que vamos siendo grandes nos damos cuenta del compromiso que teníamos y todo lo que dimos. Siempre estuvimos en hospitales rurales, que tenían casitas al lado pero todo era casa y todo era hospital, siempre. Cuando mis viejos se separan en el 75, mi viejo fue a parar a Mirasol – en el kilómetro 90 por Ruta 25- y Susana y yo fuimos con él. Ahí estábamos los tres solos y nosotros lo ayudábamos a mi papá, yo tenía unos 12 años y en ese entonces Mirasol tenía 90 personas, hoy son 20. Por razones de fuerza teníamos que ayudarlo, imaginate que el puesto tenía palenque y había que recorrer muchas distancias para atender. Hoy eso no ha cambiado mucho, yo para vacunar a 20 personas tengo que hacer tres días de ronda y 600 kilómetros. De hecho si yo me pusiera a vacunar sólo a los mayores de 65, son muchos menos y a veces las autoridades no te entienden porque te dicen ´no corresponde por que no está en la edad´ y yo les digo que nos hicimos tantos kilómetros hasta donde hay un gaucho solo ¿Cómo no lo voy a vacunar? Salvás el viaje y hacés atención y la gente se queda contenta. Yo me acuerdo que mi papá atendía por ejemplo a una persona que la había pateado un caballo y le ponía agua con sal o jarilla, le hacía algo y la gente se quedaba, se quedaba en el pueblo y mejoraba. Y sé que eso es más que nada la atención.

- ¿Cómo hiciste para ir aprendiendo? ¿Por qué no terminaste la escuela?

- Por estas cuestiones familiares, mi papá no era muy culto y yo desacatado. Él tenía la misma formación que tengo yo, hasta séptimo y después el curso de auxiliar. Pero bueno, más que nada yo era desacatado y la familia estaba mal. Fui un tiempo al internado de Playa Unión y después terminé séptimo en la nocturna en Trelew para rendir el curso de enfermería. Empecé con 16 años y a los 18 entré a trabajar ad honorem en Las Plumas, cuando eso se podía hacer. Mientras me ayudaba mi papá pero pasaba hambre, por eso valoro la ayuda del internado, también del director del Hospital de entonces que era muy estricto, Carlos Igarzábal y estoy agradecido al internado ya ese director. Además me hice un amigo, José Medina, huérfano y con muchas carenacias, más que yo, pero era un poco más grande y las mañas que mi papá no me hacía, me las hacía él y me compraba las zapatillas. A mi me ayudaron mucho y él fue alguien que Dios puso en mi camino. A mi me gusta dibujar y el me compraba lápices, acuarelas, me incentivaba a que siga el camino de los libros.


UN APORTE PARA RESISTIR AL ÉXODO
Con la vuelta de la democracia Julio fue nombrado por el gobernador Atilio Viglione como agente sanitario. Con el tiempo se quedaron sin personal y quedó como enfermero, su mayor aprendizaje fue de las enfermeras empíricas que había entonces en el Hospital.

- ¿Ellas te fueron capacitando?

- Sí, cuando yo llegué todas mis compañeras eran enfermeras empíricas y cada vez que me llaman para dar una charla yo les reconozco el trabajo que han hecho porque nadie se los da, ellas eran Irma Ibáñez, doña Elvira Villamea y Catalina Arza. A mí me enseñaron. eran muy generosas y me río porque les decía ´viejas´ cuando tenían 40, hoy tengo 58 y me imagino que llego y dicen ´ahí viene el viejo´ pero eran enfermeras, tenían presencia de enfermera. Yo por ahí andaba con un chaleco y la gente que venía por ejemplo por un accidente por ahí no me conocía, pero entraba la enfermera y marcaba presencia. Imaginate cómo era entonces que usaban cofia y tejían patines a mano, cosa que hoy esta prohibido. Hoy se sabe que es una fuente de mugre pero el piso estaba brilloso, el Hospital capaz estaba contaminado pero el paciente entraba en patines. Cuestión que cuando el único médico que había se iba de franco o se tomaba vacaciones quedábamos solos, yo atendí el parto porque había que hacerlo y tenía que acompañar. Mi ignorancia fue en un sentido mi impulso a superarme porque no sabía de las complicaciones, buscaba solucionar en el momento. Si hubiese sabido, me moría estresado. Las personas entonces esperaban que solucionaras, hoy por ahí se vuelve un poco más ingrato, porque hoy por momentos que parece que esperan a que te equivoques para sacarte una foto y denunciarte, me asombra pensar en esa época y en lo que implicó en mi camino.
- ¿Hasta cuándo funcionó así el Hospital?

- Es importante decir que hay un montón de cosas que se hacían antes que hoy no se pueden permitir. Si me preguntan no me creen pero yo cuando tenía pacientes internados lavaba la ropa, cocinaba, capaz las mamás de los pacientes me veían solo y me daban una mano limpiando los pasillos. Algo que no haríamos hoy, pero era otra época. En el 91, 92 fue muy difícil para toda la salud pública y nosotros nos quedamos solos, y en Chubut pasó que los médicos comenzaron a emigrar del área rural porque no les convenía o se iban a otras provincias con salarios mejores. Se atrasó todo, en todo sentido, fue una época de crisis y empezaron a llegar médicos itinerantes. De pronto yo estaba haciendo radiografías con equipos viejos, me capacitó un doctor de apellido Mariángelo porque era mejor hacerle las placas en el Hospi que mandarlos a Trelew. Si yo hacía eso me quedaba sin la ambulancia y sin un enfermero. Hasta hace seis años atrás con idas y venidas fue más o menos igual. Luego se empezó a construir el hospital nuevo.

LA VIDA RURAL, SENCILLA Y SOLITARIA

Bajos salarios, ausencia de políticas públicas para el desarrollo del “campo” han sido constante en las distintas regiones y a lo largo del tiempo. La falta de médicos en Hospitales rurales es apenas la punta del iceberg.

- Se repite constantemente la cuestión salarial para los médicos en la ruralidad ¿Es ese el principal tema?

- Mirá nosotros tenemos una médica que hace dos días cumplió 26 años y llegó hace un año. Hasta hace un tiempo esos médicos eran enviados como directores y se encontraban con una enfermera que estaba hace veinte años, otro hace veinticinco y ella iba a dirigir un Hospital, que no es lo mismo que completar los estudios académicos, es gestión y hacerse cargo de personas. Y en un Hospital como este tenés que hacer cosas más simples pero que requieren un profundo conocimiento de la gente, del área. Llegaban médicos recién recibidos a dirigir... era muy traumático, ninguno duraba más de un año y medio, dos, es un hospital chico pero es difícil manejar personas. Trabajar en la ruralidad hoy significa todo un desarraigo para la persona y que nunca va a estar representado por el salario. La mayoría de los que aplican lo hacen por necesidad, no por elección y sumale que hasta no hace mucho no teníamos ni teléfono, ni radio ni ambulancia y se comunicaban con sus familias por carta. A eso sumale que nosotros acá con las distancias estamos acostumbrados a no vernos seguido, la relación de los que vienen de otros lados es mucho más cercana y por lo tanto se sufre más. Es otra cultura y cada vez que llegaba un médico nuevo tratamos de acompañarlo, también para que no nos abandone.

- Vos querías dedicarte a la salud, ¿Querías ser Director?

- Yo no quería ser ni Jefe de Enfermería, no quería ser nada pero siempre tuve que decidir por estar solo. Hice de todo pero nunca firmé un papel lo cual me deslindaba de responsabilidades y quizás en su momento no fui muy consciente de eso y me generó también dificultades en los vínculos de trabajo.

- ¿Cómo lo vivís?

- Hoy lo vivo como un mimo, es mucha responsabilidad sobre todo por mi comunidad y acá tenemos las rutas. Pensamos cuando hay fiestas grandes y estamos atentos a ese movimiento, si bien son 700 personas las que viven por acá, tenemos otras cincuenta en los alrededores, la ruta también nos aumenta la demanda. Es triste y cada día está más deshabitado, te sacás el sombrero cuando te acercás a un campo enorme con una sola persona. Es tremenda la soledad que se vive y hay que entenderlo. Me tira la situación porque por ahí vos llegás después de doce horas y te retan a veces pero es porque para ellos es mucho tiempo y más cuando tienen un problema de salud. Más allá de eso tratamos de llegar lo más pronto, tenemos que organizarnos y saber a dónde vamos. Me gustaría que podamos ir más, pero cuando nos necesitan, estamos.

- ¿Con qué situaciones te encontrás?

- Pasa de todo, es recurrente que por ahí a un campo chico llegás rápido, por ahí las grandes estancias nos ha pasado que tienen las tranqueras con llave en plena campaña de vacunación. No querían que viéramos la realidad de la persona que trabajaba ahí.

- No querías pero agarraste igual y se nota el compromiso.

- A mí me avergüenza que me digan ´el Director del Hospital de Las Plumas´ pero me siento orgulloso igual porque con tan poco estudio y tan poca preparación me toca un montón de responsabilidad. Hemos cambiado tres veces de hospital y se han perdido papeles, materiales y ahora que tenemos un Hospital nuevo igual estamos acomodando cosas, la semana que viene terminan de armar la sala de rayos. Siempre buscando soluciones.

- ¿Tenés ganas de mover a otro Hospital?

- De Las Plumas no me voy jamás. Soy feliz acá con lo que tengo y me da muchas satisfacciones. A mi me saludan y con mucho cariño, mi hijo que trabaja en una ambulancia le pasa lo mismo que me pasó a mí con mi papá. Porque si vos haces las cosas mal, también te lo hace saber la gente. Acá la gente del campo me saluda con dos besos.
¿Cómo se conforma ahora el Hospital? ¿Ha cambiado?

- Tenemos un edificio nuevo hace unos meses, dos médicos generalistas, pronto sumaremos el servicio de radiología y un laboratorio, además una administrativa, dos trabajadoras comunitarias con las que promovemos la educación física en escuelas y para la tercera edad y dos ambulancias. Pero por ahí no ha cambiado mucho desde la cuestión política, suelen visitar en elecciones y después no pasa nada. Pareciera que todo invitara a irse del campo.

- ¿Y por qué crees que pasa eso?

- A mí me lo inculcaban en el internado, que nos fuéramos del campo. Antes no había colectivo y ahora tenés uno que pasa por todos lados, muchos chicos en internados y eso también desune a las familias. Nadie quiere el futuro de su hijo en el campo. Y desde Camarones a Paso de Indios, para la cordillera también, todas las comunidades son muy distintas y muchos no conocen cómo es pero todas tienen las mismas problemáticas. Y antes también las señaladas movían mucha gente, se juntaban, se llevaban lana, había otra dinámica.
-¿Cómo ves el futuro de la meseta?

- El futuro de la meseta, mal. Disfruto mucho de los viajes que hago para hacer las campañas de vacunación, siempre lo hago yo con algún enfermero que me acompañe o alguna trabajadora comunitaria. Acá pasó la ceniza y eso cambió mucho, después vino la sequía, los pumas son una drama para gente con poca producción. Antes cada familia eran diez, y ahora encontrás uno por campo y seguro tiene más de 45 años y los vecinos ya no están.