Hace más de veinte años que difunde y conecta a los artistas patagónicos cordilleranos a través de su programa Voces de Mi Gente. De corazón curioso y culo inquieto, su habilidad con la madera lo trajo a Esquel donde fue una de las primeras camadas de egresados de Maestro Mayor de Obras de la Politécnica. Trabajó en la Represa Futaleufú y de manera autodidacta aprendió a tocar la guitarra, editó varios discos con canciones propias y no pierde la avidez por conocer y compartir a través de la música y otras expresiones artísticas el espíritu patagónico. Néstor Martínez, un comunicador con orgullo de sus tierras: “Me encanta descubrir las cosas, la esencia de las cosas, ver los tipos de dónde salen con toda esa humildad que tienen, que no quieren ni hablar y que son unos maestros haciendo cosas maravillosas con sus manos o su perspectiva”.
LAS MANOS EN LA MADERA
El aire de mar de su tierra natal, San Antonio, Río Negro, no le ayudaba en sus crisis asmáticas por lo que la familia decidió mudarse al campo. Pasó su infancia jugando con lo que había a mano inventando juguetes para él y sus hermanos. Intentaron volver a la ciudad para que haga la secundaria pero se enfermó de vuelta y retornaron al campo, hasta que finalmente su papá, de profesión policía, fue trasladado a Cerro Mesa, Río Chico. Un día un colega de su padre entra a su casa y ve los juguetes: “¿Dónde los compró?”, preguntó e inmediatamente le encargó dos para sus hijos. Hacía autos con suspensión de alambre, usaba latas de galletitas para hacer la carrocería y pedacitos de madera que juntaba por ahí, luego los pintaba al mínimo detalle y dejaba unos preciosos autos de juguete, sus primeras creaciones en madera.
- ¿Qué edad tenías ahí?
- Yo tenía 13 años. Fíjate cómo son las cosas que cuando mi papá le lleva los juguetes, el hombre estaba con una persona que vivía en Esquel y que le hizo la misma pregunta. Mi papá le contó que yo no había podido continuar la secundaria por el tema de mi asma.
- ¿Vos dónde habías aprendido a hacer juguetes?
- Por intuición. Yo de chiquitito siempre andaba con el martillo y con mi papá que me permitió eso y me hacía las cosas, después fui perfeccionando. Te imaginás que uno va creciendo y vas mirando y si sos medio que te gusta buscar que las cosas sean más lindas, entonces fui haciéndolas. Cortaba las latas con cuchillo, martillo y una tijera. La cuestión que ese hombre le mencionó que hacía poquito había abierto la Politécnica, me dio una pensión a cambio de trabajar en la casa y me ayudó a buscar un trabajo. Y ahí empecé en Salón Alberto Neira de cadete. Como el hombre era viajante, con otros dos jóvenes que eran pensionados cocinábamos, preparábamos las camas, arreglábamos las casas, y con eso era una forma de pagar. Y bueno, entré a la Politécnica y me recibí como cuarta promoción. Y todo por hacer los juguetes.
- ¿Y cómo aprendiste a trabajar la madera?
- Hacía autos con cajones de Cinzano, con todo lo que encontraba. Veía las revistas deportivas de carreras, copiaba y los pintaba. Yo le hacía a mis hermanas las cunitas, los roperitos, las muñecas y a mi hermano los camiones, los autos, los coches. Me encantaba y es una cosa que me atrae, hacer con las manos. Fíjate, hoy la manualidad que me hice es esa guitarra que está ahí. Es un trabajo sublime hacer una guitarra, yo creo que todo lo que tiene que ver con la madera y hacer cosas es una pasión. Así como agarrar una guitarra y cantar o pintar, son cosas que no sé por qué uno las toma y a mí me gusta hacerlo y seguir, seguirla, seguirla, seguirla. No hago una cosa y me conformo, no, quiero mejorarla. Y me llevó tres años y medio hacer la guitarra y lo hice todo manual. Lija, cepillito y todas esas cosas.
- Bueno te vino también de estudiar en la Poli.
- Sí salí siendo Maestro Mayor de obras y no me quise ir a Esquel porque este es mi lugar. Ni bien me recibí trabajé de carpintero, porque tuve la suerte de tenerlo a don Emilio Cleri y él nos enseñó, yo venía de cortar las latas con cuchillo y martillo y aprendimos a usar lima, soldar con estaño, corte con sierra. Yo de pronto entré a la carpintería y no había visto ninguna profesional en mi vida, no falté nunca, me encantaba. A tal punto que cuando terminé, como los profesores sabían que yo andaba laburando, galgueando, la misma escuela me ofreció trabajo como ayudante de carpintero de don Emilio Cleri. Así que trabajé siete años de ayudante de cátedra de la Politécnica.
- ¿Ahí ya te conectabas con la música?
- Siempre estuvo, de chiquito. En casa cantábamos a capella, pero al estar en el campo lo que teníamos era la radio y no había forma de recuperar las canciones que no fuera de memoria. Mamá era una persona que se acordaba de las poesías de cuando era chiquita, cuando iba a la escuela, ella nos enseñaba a recitar las poesías. Y a papá le gustaba cantar, pero no sabía tocar la guitarra y además no teníamos así que cantábamos los inviernos largos a cappella a la orilla de un fogón que había ahí. Y eso fue... Y además la radio, su influencia en el campo era importantísima porque escuchás todas las músicas, pero la guitarra la empecé a agarrar aquí en la Politécnica. Porque en todas las escuelas que vienen chicos de todos lados, algunos saben tocar la guitarra y ahí había dos que tocaban, entonces fui escuchando, viendo y aprendiendo. A mi abuela no la conocí pero tocaba el piano y la guitarra, quizás de ahí me vino el gusto por cantar y alrededor de eso empecé a difundir también la música. En cuanto pude hice programas de radio, estuve en la Radio Nacional Esquel, en muchas FM cuando empezaron a venir. En FM del Valle nació el programa Las Voces de Mi Gente, año 96.
- ¿Te sustentabas con la carpintería?
- No eso duró siete años, después entré como Inspector de Obra en la Represa Futaleufú.
- ¿Cómo era? Nunca ví fotos del hotel en funcionamiento.
- Era una maravilla el hotel. Vos sabés que estaba adornado -con esto te digo todo- con cuadros originales de Berni, no sabés los cuadros que tenía y venía gente de todo el mundo. Había japoneses, australianos, franceses, había ingenieros muy grosos, por ejemplo, la Mitsubishi tenía un plantel de ingenieros que fueron los que armaron las cuatro turbinas. Además había una parte cultural todo el tiempo, cada tanto contrataban un número especial y le daban una noche de música ahí en el hotel. Te cuento una que no me la olvido más, que vino la Camerata Bariloche cuando estaba en su esplendor, hacía tiempo que tocaba en Buenos Aires e hicieron la suite con Eduardo Falú, una maravilla. Y me acuerdo que era en el mes de julio y nosotros no teníamos que estar ahí, pero justamente esa noche que estábamos trabajando se rompió una máquina para echar hormigón a una de las bóvedas y se paró el trabajo, se limpió todo y no se pudo seguir hasta el otro día que se arreglaran las bombas. Entonces quedamos como a la una de la mañana y era sábado y justo nos fuimos al hotel, nevaba... El hotel tenía vidrios desde el techo hasta el piso, viste? Toda la pared era... y recuerdo que estaba el fogón de dos bocas que calentaba el comedor y la sala donde estaba la gente comiendo y vos veías a la Camerata tocar esos violines, nunca me olvido por que la nieve caía atrás de ellos era un sueño, habrá sido en el 71. También la Represa había hecho un Festival en el Gimnasio Municipal que todavía tenía piso de tierra mirá, y vinieron todos vinieron desde Falú a el Cuarteto Zupay, Los Arroyeños, Alberto Merlo, Jaime Torres, Hugo Díaz, Suma Paz, y los veías caminando por la calle. Después había otros lugares donde se cultivaba música como el Galpón del Tango, no sabés el movimiento que generó, porque promovió mucho movimiento de gente, venían a trabajar de Bolivia, Brasil, Paraguay, de todas las provincias y se veía en la circulación musical, mucho charango, música andina, cantores de tango.
- ¿Qué hacías como Inspector?
- Estuve en la construcción del muro o sea que trabajé dentro de los túneles que están alrededor del muro que se hizo primero, después el de tierra y cuando se inauguró me querían trasladar a Jujuy pero renuncié. Los que estudiamos en la Politécnica fuimos muy valorados y para nosotros una experiencia increíble por la tecnología que tuvimos la oportunidad de ver. Bueno, cuestión que trabajé después en la bloquera y luego entré a Área Programática a cubrir un puesto de arquitectura hospitalaria de la provincia.
- ¿Y la música?
- La música estaba mientras tanto, integré coros de música popular, música galesa, incluso fuimos a Galés.
- ¿Qué disfrutas de cantar?
- Cantar era la forma que tenía de volver a escuchar las canciones que me gustaban, en el campo no teníamos otra manera, no podías darle pausa. Pasamos por la radio, la vitrola, el combinado y después llegó el cassette, el CD...
- ¿Qué música te gustaba?
- Generalmente el folclore porque también era algo que estaba mucho en la radio. En aquél tiempo se escuchaban muchos cantores como Leonardo Fabio, Sandro, todos cantores populares del país y se escuchaban muchos solistas cosa que ahora no es muy común. Siempre fui solista, durante un tiempo canté a dúo con Chele Díaz, pero siempre solo. Recuerdo que me invitaron a un Festival en Tucumán y me pidieron que cante un chamamé y yo recuerdo que canté Zamba Natural de Abelardo Epuyén, canté alguna zamba de Pablo Rosales, un loncomeo, algunas canciones del mar que he hecho yo, fui por tres temas, canté seis y la gente escuchaba. Cuando me bajo me dicen los locutores: “nos encantó su música, ¿vió lo que logró? ¿Vió la gente cómo se la planchó? Fue muy bonito porque me invitaron a la radio, me hicieron una nota ahí al pie del escenario cuando bajé y después me invitaron para el otro día para que vaya a conversar, fue muy lindo que se reconociera la música patagónica.
- ¿Autodidacta?
- Sí porque no sé de música, no se leer, toco de oído y el coro lo cantaba por fonética. Me daban la partitura, ... Elda Griffiths, que era la directora, nos indicaba el pentagrama y cuando había que bajar, subir, hacer el silencio, todo eso, yo lo manejaba y así cantaba con los compañeros.
- ¿Y Voces de mi Gente como arrancó?
- Yo tenía un programa en Radio Nacional que se llamaba Buscando América, y una vez vino un locutor que era mendocino que lo escuchaba, y estaba a cargo de FM del Valle cuando estaba arriba del Molino, viste, y me dijo que quería tener un programa mío en su radio que sea más o menos parecido a lo de Buscando América pero con un tinte distinto, así que armé un programa de dos horas y le puse Las Voces de mi Gente. Me gustó ese nombre porque realmente es la voz que uno dice para la gente que escucha, que le gusta la música o la historia y quedó. Andaba muy bien y como la radio tenía que ver con los galeses, en la mitad del programa siempre leía algún cuento, alguna historia galesa y ponía uno o dos temas de su música. Así que tenía una audiencia de todo, un abanico muy grande. Después vino un señor que había traído unas cámaras muy modernas para aquel tiempo y él hacía un micro chiquitito de media hora para el Canal 4. Me ofrece hacer un programa porque le gustaba cómo hablaba y había medido el alcance y la audiencia, así que arrancamos ahí y lo hicimos más cultural. Me interesaba la música, por supuesto, todas las cosas, la plástica, los libros, la artesanía, todo lo que tenga que ver con el talento de la gente y reflejarlos a ellos, buscar los personajes, conversar, que nos cuenten. Me armé un estudio en la casa de él y a los meses se le complicaron los tiempos, ahí apareció Canal 3 que se había fundido y que tenía máquinas y empecé a hacer el programa en la casa de Carlos Matamala.
EL CORAZÓN EN LA GUITARRA
Ahí su búsqueda se extendió a toda expresión cultural que se encontrara: “Me interesaba buscar personajes y conversar, que cuenten su historia”, recuerda. Veinticinco años después Voces de Mi Gente es uno de los ciclos más importantes de la historia de la comunicación chubutense e incluso patagónica. Néstor, mientras tanto, extendió sus quehaceres y además de hacer y difundir música, siguió aprendiendo otras expresiones artísticas por sus propios medios. Hoy pinta con acrílico y a veces óleo, a la vez que lee, escucha y recopila uno de los archivos audiovisuales culturales más importantes del sur argentino.
- ¿Qué te interesaba difundir?
- Yo buscaba el autor, buscaba cómo era el ritmo, de dónde era, o sea, informaba sobre la canción, sobre el tema; si era un grupo, cómo se había formado y la gente se prendía mucho a esos programas. Siempre me gustó, más allá de cantar, poder difundir, mostrar las cosas que realmente a mí me apasionan. Y siempre estoy... voy a muchos encuentros de escritores y he hecho música a los amigos que escriben. Porque hay muchos que escriben muy bonito, pero, no sé, yo siempre digo, los libros, las poesías son hermosas, uno la lee, la disfruta y después la guarda. Yo pienso que es lindo sacar alguna poesía y buscarle algún ritmo para poder decirla. Y hago muchas canciones, debe ser también por el hecho de haber nacido a la orilla del mar, de amigos que le escriben al mar.
- ¿Fuiste además tu propio productor?
- Sí, hice hasta la escenografía del programa que tiene 25 años y seguimos estando. Tuvimos artistas como Raúl Carnota, Pedro y Pablo, Ica Novo, el Gaucho Bataraz y de la Patagonia todos. No hago distinción, desde el más humilde, al más talentoso o famoso. La cuestión es animarlos, no me quedo con los de arriba nomás, o traer sogueros. He traído gente de localidades chiquitas que no se animan ni a ponerse delante de la cámara, les digo “vamos a hacer de cuenta que estamos conversando en la cocina de tu casa”, y se ponen a conversar y charlamos y me cuentan cómo hacen los tientos, cómo hacen esto o aquello.
- ¿Qué te gusta de hacerlos contar?
- Me encanta descubrir las cosas, me encanta la esencia de las cosas, ver los tipos de dónde salen, con toda esa humildad que tienen, que no quieren ni hablar y que son unos maestros haciendo cosas maravillosas con sus manos. Y después, también artistas plásticos. Todos los que vienen a Melipal, todos pasan por acá. También hemos salido afuera, hemos ido a distintas localidades a cubrir eventos. Hace poco estuvimos en un festival de El Maitén y también mostramos todo el trabajo de La Trochita y la gente que la trabaja allá, mezclándolo con la música y la danza. Además del programa, ahora no porque está medio parado, pero hacía muchos recitales en vivo y armaba todo, llevaba a los cantores, ensayábamos juntos, preparábamos todo el show y cantábamos noches hermosas. O sea, te estoy hablando de muchísima actividad musical. Y bueno, eso hoy se ha perdido porque nadie se juega por nada. Lo hicimos sin ningún apoyo y todos estos años el trabajo del Melipal también, sin ningún apoyo, el único alguna vez fue el gobierno de Rafael Williams. No le dan importancia pero la cultura une, hace todo, hemos conseguido apoyo más de privados, pero bueno la satisfacción estaba.
LA VOZ PARA LA PATAGONIA
Veinticinco años difundiendo la música patagónica, a través de la radio, la televisión, la producción de festivales y la constante búsqueda de nuevos artistas de acá: “esa gente humilde nunca saca pecho, dicen que saben hacer algo pero te lo muestran como que es una cosa, sin darle la importancia que realmente tiene. Entonces lo mío es animarlos para que muestren más”.
- ¿De dónde viene esa avidez?
- La satisfacción pasa porque en el medio nos juntábamos a cantar, muchos eran amigos, o se hicieron amigos. Además podemos colaborar, una persona con problemas de salud y hay que juntar guitarras y hacemos un festival. Alguno que se quebró la pierna y no tiene... Bueno, vamos a cantar. Y contamos, armamos y cantamos, ¿viste? con el corazón o nada. Es un servicio también. Y cuando es un trabajo, cuesta hasta que te den una gaseosa, los músicos siempre terminan dando su trabajo. Generalmente el cantor sale de los barrios más humildes, un juego de cuerdas cuesta 40.000 mangos, escasea el trabajo para los cantores pero ellos siempre están dando una mano.
- ¿Qué te mueve a vos?
- Es una pasión, no puedo abandonarla, lo sostengo, porque veo que no hay nada alrededor, alguien que le interese. Y si lo hago, no lo hago por mí, yo lo hago por el cantor, por el que pinta, por el que escribió el libro. Yo lo hago porque me sale así el corazón y no pido nada a cambio. Nada, solamente ser su amigo y poder difundir su obra. Y andá a saber las horas de soledad que tiene el tipo pensando, buscando datos para hacer un libro. O aquel que agarró la guitarra y quiere hacer unas milonguitas para cantarle a un puestero. Son trabajos puntuales pero de mucho valor y yo se lo doy ¿Por qué? Porque sé que es un trabajador de la cultura, porque también esa cosita, aunque sea a poquitos, le va a llegar y va a sembrar y a un otro que la va a cantar, ¿viste? Hoy los valores han cambiado mucho, las raíces parecen no servir porque se tuerce todo para lo que da más plata y después ni te acordás de su canción. El mundo está muy ligero y antes había tiempo para todo, para sembrar, un tiempo de ir esperando que caiga la plantita y después cosechar. Entonces todo ese trabajo que hacían esos cantores, que eran sembradores, floreció y aún da fruto porque a la gente le recuerda aquél tiempo.
- ¿Qué admirás de los artistas patagónicos?
- Que no son de andar a los gritos, ni de andar abrazándote pero con el silencio y la humildad no te los olvidás más a los patagónicos. Uno es así, no pide nada a cambio, no te pide nada, yo tampoco.