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25 de Junio de 2025

Realizador audiovisual y montañista: Guillermo Glass, un buscador de historias de altura

Mientras estrena "Llullaillaco, en la piel del pasado", Guillermo Glass logró recorrer el mundo haciendo audiovisual de alta montaña. De las caminatas con el Club Andino Esquel a Dhaulagiri, empezó a contar historias que lo desafían como realizador y como expedicionario. Las cámaras son los únicos equipos que lleva a las alturas y apuesta por inspirar a quienes miran sus documentales, a reconectar con el entorno natural. 

Domingo, 22 de diciembre de 2024 a las 06:01

De chiquito en Esquel iba a la Escuela de Montaña de Verano del Club Andino y a los 16 años pudo ir al Aconcagua con su cámara a rollo. Desde entonces su avidez por atravesar experiencias en las alturas del mundo y reflejarlas en la pantalla, empezaron a convertirse en una pasión. Hoy es realizador audiovisual con una prolífica experiencia en la documentación en entornos naturales y ha podido filmar alrededor de todo el mundo. La hazaña de atravesar una montaña, la hostilidad de clima y el desafío humano se entremezclan con cables, baterías, equipos y los tiempos del cine para contar: “Me gusta el trasfondo, las pequeñas historias dentro del hecho de subir una montaña”, dice Guillermo Glass.

 

PASAR TIEMPO EN LA MONTAÑA

Cuando era chiquito, el papá de Guillermo se había puesto un estudio fotográfico como hobbie extra laboral y el vago recuerdo que él tiene de ese entonces no pareciera traer la genealogía de su pasión. Pero sí la montaña, la montaña siempre estuvo ahí. Le gustaba el deporte, esquiar, voley... y sus padres estaban muy comprometidos con el Club Andino, así que cuando no se esquiaba, se caminaba la montaña.

- ¿Con quiénes subías?

- Estaban Pablo Castiarena, Mario Vocos, a veces salía con mi abuelo. Y nada, ahí empezó y en ese grupo estaba Pablo de la Fuente, que era cinco años más grande que yo. Y después, cuando ya se dejaron de hacer salidas con el club, yo seguí saliendo con Pablo, pero ya entre nosotros nomás.
- ¿Por dónde te gustaba ir?

- Bueno, por cualquier lado. Hemos ido a La Hoya, Laguna del Toro, al Tres Torres, al Nahuelpan... Y después con Pablo salimos mucho al Parque Nacional, que no existía todo el camino que existe hoy uniendo a Cholila, entonces te ibas caminando del Futalaufquen para el lado de Braese y te pasabas días ahí metido buscando lugares diferentes para caminar. Yo siempre me dejaba llevar, digamos.

- ¿Qué te acordás que te gustaba de eso?

- Estar en la naturaleza, el esfuerzo físico, la meditación que trae también. A ver, de manera consciente no te lo podría decir, pero entiendo que de manera inconsciente sí, el contacto con la naturaleza principalmente, que eso lo vas asimilando después con el tiempo, te vas dando cuenta con el tiempo.... Dormir en carpa, ser autosuficiente, hacerse la comida, la tranquilidad, el entorno, la compañía con los amigos... Era todo como un combo que te hacía disfrutar todas esas salidas.

- ¿Entonces tuviste algún contacto con la filmación, con fotografía?

- No, yo aprendí a sacar fotos con la máquina de rollos cuando me fui a la Aconcagua, con 16 años.
Ahí antes de viajar me enseñaron cómo funcionaba la cámara y me llevé y saqué tres rollos de fotos. Ahí fue mi debut con la fotografía, pero de manera consciente, yo me fui a estudiar y nos quedamos embarazados de mi hija, de mi primera hija, y ahí empezó mi contacto con la filmación más concreto. Yo de motus propio quería registrar todos los momentos, su crecimiento, su día a día y compré una cámara de video, grabándola a ella fue mi primera experiencia, y después, sí, salíamos a caminar. De Buenos Aires, cuando volvía a Esquel y hacía caminatas, ya las grababa porque me gustaba. Así que ahí empecé a conectar el audiovisual con el entorno natural.
- ¿Estabas viviendo en Buenos Aires, estudiando?

- Yo iba a estudiar arquitectura originalmente y cuando surgió el embarazo, decidimos volvernos a Esquel un año más. Al año siguiente cambié a Ingeniería en Sistemas en la UTN por la salida laboral pero tampoco me gustó. Me metí a hacer orientación vocacional y encontré una carrera, Diseño de Imagen y Sonido en la UBA. Entonces ya mi vinculación con la montaña se fue alejando porque no tenía tiempo, sólo cuando venía a Esquel pero más de ocio. Mi gran reconexión del mundo audiovisual con la montaña fue en el 99 cuando surge la expedición Hielo Patagónico de unos chicos de La Plata. Buscaban a alguien que le interese esa movida desde lo deportivo y que pueda hacer un documental, me conecté con ellos, que no los conocía, y lo hicimos. Y ahí ya como que me di cuenta que sí, que era lo mío. Estábamos filmando en la tercer masa glaciar más grande del planeta y yo recién me había recibido.

LOS OJOS Y LA CÁMARA MIRAN A LA MONTAÑA

Ese documental lo produjeron con apoyo de TyC Sports, que luego les pidió cuatro documentales más. Ahí nació El Explorador que no se abocaba solamente a la montaña sino a la diversidad de deportes que se puede hacer en ella y filmaron en distintos entornos naturales de la cordillera.
-¿Ahí empezó a ser más tu trabajo?

- Todavía no me daba el sustento económico, yo hacía largometrajes y publicidades en Buenos Aires, ese era el trabajo que podía hacer, pero siempre buscando el camino para llegar a lo que me gustaba. En el 2004, conozco a Darío Bracali, un chico de Buenos Aires que venía haciendo mucha montaña y generamos una conexión importante, entonces fundamos una productora que se llamó Arista Sur con la intención de dedicarnos a vivir de hacer documentales en ambientes naturales.
En el 2006 podemos hacer nuestro primer proyecto que lo bancamos nosotros. Antes teníamos un proyecto que se llamaba Andes The Summit, Andes Las Cumbres, que la intención era subir las trece montañas más altas de América. Darío, viajó a Estados Unidos, se reunió con National Geographic, se reunió con Discovery, pero bueno, finalmente nunca prosperó eso del todo, pero decidimos hacer nosotros nuestra primera apuesta y subimos el Monte Pissis, que está en Catamarca, de casi 6893 metros, o sea, 70 metros menos que la Aconcagua. En 2007 decidimos hacer el Tupungato, también en Mendoza, y lo grabamos, el del Pissis lo editamos, y nuestro primer trabajo como productora formal fue en el 2008, que fue subir el Aconcagua y se llamó Aconcagua 6962. Terminamos eso y nos fuimos a Himalaya, al Dhaulagiri, también bancado por nosotros y para Darío era su tercer 8000. Ahí en el Dhaulagiri, es donde Darío desaparece, mi socio desaparece, y fue un volver a hoja cero. Me costó mucho recuperarme de todo eso.


ALIVIANAR LA MOCHILA Y SEGUIR SUBIENDO

Guillermo continuó trabajando en diferentes proyectos para otras productoras comerciales. Recién en 2013 retomó el documental y la experiencia a contar era otra. En 2016 junto con otro amigo, Cristian Harbaruk, estrenan Dhaulagiri. Hasta entonces, la experiencia de montaña de Darío había sido el motor para diferentes proyectos desafiantes en todo sentido, con el interés de mostrar al mundo las montañas de América.

- ¿Cómo fue cerrar ese capítulo de tu vida?

- Fue un importante cerrar ese documental, para mí fue sacarme una mochila enorme, y además de las repercusiones. El avant premier lo hicimos en Buenos Aires a sala llena y estaban los papás de Darío, o sea, las familiares de Darío, la verdad que fue sacarme una mochila muy pesada. Después se presentó en Esquel, y nos invitaron a presentarlo en Italia y ganamos dos premios, del público y como Mejor Film de Montaña. De ahí llegamos a distintos festivales y ganamos catorce premios internacionales. Mientras ambos seguimos con nuestros trabajos y ya venía con El Conquistador del Fin del Mundo y había hecho Rescatistas con National Geographic.

- A la complejidad de subir una montaña con todo lo que implica a nivel personal se le suma filmar, lo cual complejiza todo imagino, quedarte sin una batería en la montaña, no sé, ¿Cómo es eso?

- En un momento cuando con Darío estábamos proyectando subir montañas de Perú, Chile, Argentina, nos movía mucho la pasión. Entonces teníamos que enviar contenido de lo que estábamos pensando para Clarín Digital y ya en esa experiencia, al tener que hacer toda esa transmisión todos los días, teníamos que garantizar que los equipos se puedan cargar, o sea, teníamos que cargar no solo la cámara de video, sino las computadoras, las cámaras fotográficas. Y ya habíamos probado cómo funcionaban con bajas temperaturas y un sistema de cargar solar. Esa experiencia a mí me sirvió después para trabajar en alta montaña, empezar a entender cómo rendían las baterías, de qué manera hay que cuidarlas, le hacíamos protecciones de neoprene, bueno, todo un trabajo que llevamos paralelo de desarrollar cómo trabajar con estos equipos. Aprendimos muchísimo y sí, era todo un desafío, paralelo a lo que era subir la montaña, cómo grabar y no quedarte a pata, porque ahí se te muere la cámara y todo lo que fuiste a hacer...

- ¿Y hay algo de abstraerse de la situación? Porque estás en el medio del frío, en el medio de la nada, todo lo que implica, ¿no? ¿Sentís que te hacía más fácil? ¿Te distraía?

- No, sí, me absorbía más que me distraía, porque la verdad que en general los equipos eran mínimos. En el Hielo Patagónico Sur éramos cuatro y yo era el único responsable del audiovisual, tenía que resolver todo, desde las cargas de las baterías hasta filmar, hacer sonido, todo. Pero ahí lo que me di cuenta en esa expedición es que yo no le pude dedicar la energía y el tiempo y generar el material suficiente, porque en los momentos críticos, que los hubo, yo tenía que dejar de ser audiovisualista y pasar a ser expedicionario. O sea, un amigo se cayó en una grieta, no podía grabar cómo mi amigo estaba en la grieta y cómo lo rescatábamos, sino que tenía que rescatarlo. Y cuando lo rescataba, decías, qué lindo hubiese sido tener ese material audiovisual. Entonces, los momentos críticos no estaban, que son los que llevan adelante el relato audiovisual después, ¿no? Cuando fuimos al Pissis, si bien fue un equipo mínimo del campo base para arriba yo fui solo, con dos de los montañistas. En el Himalaya éramos cuatro y el único responsable de audiovisual era yo, o sea, no había un equipo audiovisual, era yo. Grabábamos en mini-DV y había que cuidarlos de que no se humedezcan, de que no se estropeen. Era todo un cuidado especial y además, cuidar el lenguaje audiovisual. Ir al momento correcto, a veces levantarse antes que los montañistas para filmarlos en la secuencia o cuando arrancan, tenía que ir a contrapaso de los demás, o sea, cuando ellos descansaban, yo aprovechaba de seguir subiendo y así. Y después de eso, tenés que hacer los planos del campamento, hacer los planes de paisaje, hacer recursos, grabar el cotidiano.
- Y además realizar cine independiente, o producir desde la Patagonia, que hoy se ha movido un poco con las Universidades que forman en cine, pero que antes era más complejo todavía.
- Si, con El Conquistador la productora estaba haciendo scouting por toda la Patagonia pero se grababa el 80% en Esquel y después nos íbamos a Ushuaia a hacer la final. Bueno, fue creciendo y hoy estamos grabando en la edición, en la temporada 21, o sea, hace 21 años que se viene grabando. Pero bueno, después de la temporada 14 ya decidieron irse de Patagonia. Tuve la suerte de estar ahí en los primeros y me mantuve a lo largo del tiempo y me sirvió como sustento, como trabajo comercial y donde ganar un sueldo. En su momento nos vinculamos con Martín Ferrari que era de Nuequén y tratamos, como éramos pocos, de saber qué estaban contando los otros patagónicos, incluyendo Chile. Nosotros veíamos que en el cine la Patagonia aparecía como escenario, nosotros queríamos contar nuestras propias historias.
- ¿Qué te interesa contar?
- Siempre tuvo que ver con vincularme con el entorno natural y contar historias con un trasfondo. En el proyecto que teníamos con Darío de contar las montañas americanas estaba Llullaillaco como uno de los episodios y seguimos en ese camino porque Cristian es arqueólogo y fue director del Museo de Arqueología de Alta Montaña, entonces estaba muy vinculado a eso, y es como tener al protagonista y que nos cuente en primera mano toda esa historia. Así que es lo que estamos difundiendo ahora y tratamos de acompañar la película y generar un ida y vuelta con el público.

 

 

UNA FORMA DE VIVIR LA MONTAÑA, UNA FORMA DE CONTAR

Para Guillermo nunca fue algo que se propuso conscientemente dedicarse a filmar en alta montaña, sin embargo, todo parece un ciclo que se cierra en el mismo lugar. De reciente estreno con “Llullaillaco, en la piel del pasado”, buscan recuperar el espíritu de entonces y subir como subieron los incas quinientos años atrás desde lo geográfico, lo científico y lo espiritual.

- Te das cuenta de ese gran recorrido, de ser un patagónico que empezó en una época en que no era común realizar acá o con una mirada propia, hacerlo de manera independiente y en alta montaña y haber podido trabajar en distintos proyectos internacionales ¿te sentís logrado?
- Yo salía con la escuela de montaña, con el club, me gustaba caminar, y en ese entonces no se accedía a materiales que se producían en otros lados, pero yo de chico cada tanto enganchaba, no me acuerdo ni de qué manera, creo que Canal 7, ATC, un programa que se llamaba El filo de lo imposible, que era español y era eso, hacer desafíos deportivos en diferentes lugares del planeta, y yo dije, yo quiero hacer eso, eso es lo que a mí me gusta, medio de manera inconsciente. En el 2008, cuando compartí producción con El filo de lo imposible, estábamos trabajando nosotros en nuestro documental, y al lado estaba El filo de lo imposible haciendo otro proyecto, o sea, se me conectó todo ahí. Me acuerdo un documental que hizo Jimmy Chin que es un norteamericano que ganó el primer Oscar, un documental de montaña o de escalada, gana el primer Oscar, y si bien había mucha producción, el interés del público general no era tan importante. A partir de ahí fue creciendo, hoy en día hay un montón de producciones de montaña y muy buenas.
- ¿Y cómo ves el montañismo? Pablo de la Fuente me decía que si bien se ha difundido mucho el montañismo, a veces se vuelve muy comercial o falta la conexión con la montaña...

- Pablo es un montañista puro, nato y el montañismo cambió muchísimo, porque sí, se volvió un poco más comercial, entonces el montañista ahora no es solamente el que tiene esta filosofía y que es autosuficiente en la montaña, nuestro mensaje en Llullaillaco es subir a la montaña con los recursos que nosotros mismos podamos hacer, yo me llevo mi propia comida, me llevo mi propio equipamiento, me llevo todo lo mío y vivo con eso. Lo otro son las expediciones comerciales donde lo importante es pagar y te suben, te llevan la botella oxígeno, te llevan la comida, te arman la carpa, te atan la cuerda, bueno, es un negocio hoy en día, pero no era nuestra idea, nuestra idea era ser montañistas, no sé si lo otro está mal, es parte de la evolución, o la involución, pero bueno, es la forma que mucha gente tiene de llegar a la montaña

- ¿Qué crees que inspira o mueve a subir a la montaña?

- Para mí el de superación, el de superación personal, ¿hasta dónde soy capaz de ir? A mí me pasó que yo fui poco a poco creciendo y bueno, llegabas a una cumbre y esa cumbre te mostraba otra, y bueno, ¿soy capaz de ir a esa otra? y intentás subir esa otra y llegás a esa otra y decís, bueno, ¿y ahora para dónde miro? y lo que tiene la montaña es que llegás a una cumbre y te da vuelta y tenés montañas todo a tu alrededor, entonces los objetivos son infinitos. En definitiva termina siendo algo personal, de superación personal y de reconexión personal, el factor interno. Y bueno, también de los límites, o sea, yo voy a subir las montañas que pueda subir yo, jamás jamás se me cruzó por la cabeza usar oxígeno en alta montaña, si mi cuerpo no me permite subir más porque no tengo las capacidades, bajo. Eso estaba clarísimo, no es que voy a subir a cualquier precio, subo hasta donde puedo y si no puedo, no subo. Otra enseñanza: no le vamos a ganar nunca a la naturaleza. Otra cosa que me surge es que uno sube a la montaña un poco buscando sentir que estás en otro lado, que saliste un poco del mundo, que estás mirando la inmensidad, no solo de la montaña sino de la vista que te abre. El panorama, para mí eso es bastante metafórico, a medida que vos vas subiendo tu visual es mayor, tu panorama es mayor, entonces es como una apertura hacia un mundo que en definitiva termina repercutiendo en tu interior, es como que empezás a descubrir un montón de cosas que te hacen crecer a vos como individuo.

- ¿Qué estás pensando para adelante?

- Hoy lo que me moviliza es contar la historia nuestra de Vodudahue de seis esquelenses que van al Vodudahue, esa historia que es tan chiquita en el mundo, pero es tan importante, o sea, lo que ellos hicieron fue una bisagra, para ellos vos hablas con cualquiera de ellos y les cambió la vida. Inspirar un poco también, ¿no? Ahora toda la juventud está metida... o sea, lo que me pasó a mí de 12, 13 años de salir a caminar y moverse... hoy es tan difícil que los chicos les atrape esa historia, ahora los atrapa la tecnología y no está mal, es parte, pero ese contacto con el entorno natural es cada vez más difícil que lo vivan. Y el quinto largometraje que me gustaría hacer tiene que ver con un patagónico que es Mariano Galván que era de Trelew y que también se dedicó a hacer montaña y desapareció en el 2017 en el Nanga Parbat.