Yiyo Simeoni nació en Italia en 1940 y la noticia de su llegada le salvó la vida a su padre que estaba peleando en el frente en África: “Ha nacido otro soldado para la guerra”. Nunca supo cómo le llegó la noticia pero “de regalo”, lo mandaron atrás y siete años después apareció de vuelta en su casa. Dejaron Los Alpes para escapar del hambre y tras un mes en barco y cuatro días en tren llegaron a las orillas de la Cordillera de Los Andes. Trabaja desde los once y construyó en hormigón a lo largo y a lo ancho de la Patagonia y en varios centros de esquí. Amante de la montaña que lo expulsó de donde nació y lo cobijó en donde eligió vivir, él dice que está “muy agradecido con Esquel” y sueña con dejar un Centro de Esquí “para que puedan ir todos, que sea más barato y para los vecinos”. No sin polémicas de por medio y la intervención de la justicia, Monte Bianco es un proyecto de centro de esquí que Yiyo quiere aportar a la comunidad. Con un espíritu fuera de serie, después del hambre, la guerra y el exilio, en Argentina cumplió sus sueños y voló en avioneta hasta que le descubrieron una secuela de la guerra que se lo impide, pero sigue esquiando, se sube a cuanta máquina se cruza y dice que “con la felicidad que viví acá todo tiene otra perspectiva”.
DE LAS MONTAÑAS VIENE Y A LAS MONTAÑAS VA
Luigi Giacomo Simeoni nació el 22 de agosto de 1940 cerca de Venecia, con una vista constante a Los Alpes. Rodeado mayoritariamente de mujeres, pues los hombres estaban en la guerra, lo que recuerda de su infancia es miedo y susto: “volaban aviones arriba de las casas todo el tiempo y a mis seis años cayó una bomba cerca y me quedé bizco y tartamudo hasta mis diez. Del miedo que tenía no podía hablar. Después te dicen que sos chiflado, y sí, te queda”, sentencia. Todos esos recuerdos de guerra y hambre quedaron atrás cuando a sus once años decidieron cruzar el océano hacia la Argentina.
- ¿Qué recordás de Italia?
- Sólo recuerdo los aviones sobrevolando, el hambre, estuvimos una semana bajo tierra y casi sin comer. Mi tío, que tenía 18 años, lo habían mandado a cumplir tareas donde había unos doce ahorcados, del susto lo tuvieron que sacar, pero para ir a buscarlo, con mis seis años, tuve que pasar por ahí. Esa imagen no se te va en la puta vida, mi abuela lloraba, mi mamá lloraba. Sufrimos mucho, por eso cuando vinimos acá y vimos esta abundancia... no sé si la gente aprecia eso. Ya viviendo en Esquel mi mamá escuchaba los autos en el lago y se asustaba pensando que eran aviones. Nunca lo superé pero con la felicidad que viví acá, eso tomó otra perspectiva.
-¿Cómo llegaron a Esquel?
- Teníamos destino a Canadá, fue en la época de Perón. El papá de Ubaldo Ongarato estaba casado con la hermana de mi papá y nos recibieron acá. Treinta días de viaje.... un hambre... Me acuerdo que esperábamos que las olas movieran el barco porque todos entraban y nosotros aprovechábamos para buscar la comida que quedaba. Allá en Buenos Aires nos subieron a un tren y tres días después estábamos en Jacobacci, luego nos subimos a otro y doce horas después llegamos a El Maitén donde nos esperó el papá de la Yoya Crescenci que fue el primero en hablarnos en italiano, nosotros no sabíamos castellano. Ahí nos subimos a un camión y viajamos seis horas más, era de noche y veíamos pasar las liebres y no lo podíamos creer. Llegamos a una hostería y nos fuimos a dormir en un colchón de lana, al despertarnos había un cuarto de vaca colgando, un costillar, no entendíamos tanta abundancia. Ahí conocí las milanesas, y mi papá cuando nos sirven me dice, ´no toques nada porque seguro la partimos en cuatro´ y no, era una para cada uno. Un poco por eso me duele cuando se queja la gente. Vivimos tres años a orillas del Futalaufquen, donde nació mi hermana. Enseguida empecé la escuela y no aprendí nada porque no hablaba ni un poco de castellano, ahora... comía como un loco -se ríe-. En Italia el guardapolvo era gris, acá blanco, entonces los Rosales que iban conmigo a la escuela, llevaban torta fritas y yo me las ponía en el bolsillo y se reían. Después de hacer tercer grado, dejé la escuela y me puse a trabajar.
LA NIEVE SIEMPRE EN SU NORTE
Yiyo recuerda que en el Parque Nacional Los Alerces “vivía con nada”. Acostumbrado a los colchones de chala de choclo en Italia, que había que golpear a garrote todas las mañanas para que se acomodaran, en Esquel dormían en colchones de lana y consiguieron trabajo en la construcción. Cuando llegó fin de mes su papá cobró el sueldo y recuerda que no entendían como con todo lo que comían además les daban un salario. Pudieron progresar: “ahorramos todo, nada se tiraba” y a los 15 años Yiyo empezó a viajar en temporada de invierno a Buenos Aires para continuar trabajando durante la veda invernal. En el medio colaboró con la instalación de la torre de Radio Nacional Esquel.
- ¿Por qué dejás la escuela?
- Siempre aprovechamos cada oportunidad para trabajar. Así crecí. La primera vez que viajé a Buenos Aires ya sabía usar herramientas. No tenía un mango ni a donde ir y ofrecí ayudar a unos que estaban bajando bolsas de cemento. Me respondieron que no, que por lo joven que era no podía, y empecé a agarrar las bolsas y hacerlas volar de lo rápido que las cargaba. A los tres minutos llegó el dueño de la empresa, un gringo que me dice ´¿Qué hacés acá?´, me vio laburar y me dio una pensión y al otro día empecé. Cuando uno pegaba un ladrillo, yo pegaba seis y una semana después me ofreció trabajar en altura, que en esa época era sin seguridad. Terminé colgado pegando medianeras a doce pisos y cuando me pagaron me enteré que por altura era el doble. Al mes me estaba comprando una moto, todos tenían vértigo y yo no, me mandaba, y aprovechaba los fines de semana para trabajar en barrios con plata, parecidos a lo que después fueron los country y empecé a tener mi propio personal. Hice cursos de hormigón, aprendí mucho aunque era difícil. Después de lo que nos pasó todo parecía mucho mejor y traté de hacer cursos de voladura, de altura, de todo lo que podía. Seis años después me llamaron para hacer el hotel Tehuelche con el Ingeniero Zabaleta y Walter Cristiani y ahí me quedé definitivamente en Esquel.
- ¿De dónde salió lo de dedicarse a la construcción?
- Durante la guerra a mi papá lo mandaban a construir puentes y con lo que aprendió me lo fue enseñando a mí en Argentina. Después de eso empezamos a trabajar en obras grandes a eso nos dedicamos.
CONSTRUIR EN LA PATAGONIA
Desde entonces Yiyo se dedicó a construir en hormigón y quiso traer un catamarán al Parque Nacional Los Alerces cuando no estaba ni el proyecto de ofrecer ese servicio: “Nos quisieron cobrar una coima y como nos negamos lo llevamos a Villa La Angostura, donde actualmente funciona. Yo lo pensé todo para Esquel, porque a mi me dio todo y si no pudimos crecer acá es por la política. Yo trabajé mucho, nunca fui muy social pero a donde voy me quieren porque no le chupamos las medias a los políticos, que son con los que estoy enojado”. Trabajó con la empresa Pomma en la instalación de algunos de los medios en La Hoya, en Cerro Castor y en Bariloche. Hizo obras de gran envergadura en Neuquén, una enorme cantidad de cuadras en distintas ciudades, varias rutas, además de ser invitado a la apertura de un túnel en Suiza por su experiencia con explosivos. Hizo con sus manos el centro de Esquí Monte Bianco con el deseo de dejar a Esquel algo de lo que le dio.
- ¿Cómo llegaste al proyecto?
- Yo había aprendido a volar y estaba buscando el oro de la nieve. Así que compré primero cincuenta hectáreas y después le compré a Cifuentes. Siempre informé a la municipalidad, trabajé con mis propias manos para abrir el camino, con siete metros de nieve. Todo estaba presentado y los papeles también.
- Tuviste un fallo judicial por impacto ambiental.
- Yo no hice nada malo y lo que me equivoqué lo traté de resolver. Hice el Centro de Montaña para los chicos, nunca le falté el respeto a nadie y están todos los papeles, el Municipio firmó y supo siempre lo que se estaba haciendo. Construí el refugio con planos presentados, habilitaciones, yo no soy egoísta y tampoco quiero acumular, lo pensé para Esquel y por eso se lo dí a unos chicos de acá que quieren trabajar y hacer un lugar para que puedan subir todos, no como La Hoya. El problema es la política, yo nunca recibí una coima y siempre cobré más barato, eso hizo que otros me frenaran. He visto sobre precios que ni te imaginás y cuando hicieron el Barrio Buenos Aires que se hundió todo le volvieron a dar obras a esas empresas y nadie dice nada. Antes no quería hablar, pero ahora lo digo y creo que parte de la política frena el desarrollo. Yo gano bien y siempre hice buenas obras, por eso me fue bien, por trabajar mucho y no aceptar sobre precios. Nunca me pasó lo que me pasó en esta provincia, en otras trabajé siempre bien pero acá se han robado mucho y nadie lo dice porque todos se favorecieron, yo lo digo porque no me vi favorecido.
UNA CUESTIÓN DE ACTITUD
Yiyo Simeoni logró crecer en Esquel, transformar su vida y desarrollar un espíritu inquieto que persiste y que le permitió forjar una impronta que a cualquiera que lo conoce sorprende. “Suba quien suba al poder, yo tiro para Esquel”, dice. Trabajó para el Estado con todos los gobiernos, incluso el de la dictadura: “Yo me dediqué a hacer obras, no coimas, y todo pensando en el desarrollo de este lugar que me vio cargando carretillas, imaginate que no tengo tercer grado, y pude comprarme un avión moderno para aprender a volar, estoy conforme con mi vida”, dice.
- ¿Cuáles son tus principales valores?
- Soy humilde, yo no acumulo por acumular, ya tengo todo y sigo siendo humilde. Todos me conocen, siempre que puedo doy una mano a quien se acerque, tengo salud y soy agradecido a la vida. Esquel me dio todo aunque tuve que trabajar mucho y por eso no soy egoísta.
- No puedo evitar preguntarte sobre trabajar con gobiernos como el de la dictadura.
- Yo sólo trabajé con las obras y para mí era trabajo, mi papá me enseñó así. Vos fijate lo que pasa con el Aeropuerto, no pueden terminar una obra como esa y me parece una vergüenza. Hay mucha corrupción en la política.
- Te escucho hablar y pienso que puntualizás sólo en el Estado, cuando hay una contraparte en el sector privado que es la otra cara de la moneda en el tema.
- Es que por eso te decía, que la empresa que hizo un barrio entero hundido sigue trabajando para el Estado. Yo lo puedo decir porque nunca acepté sobre precios.
- ¿Qué soñás para Esquel?
- Me encantaría que la gente se de cuenta que lo que tenemos nosotros acá, no lo tiene nadie. Mirá que anduve por Estados Unidos, Australia, Canadá. Nadie tiene lo que hay acá, nadie, es una belleza y una abundancia que no existe en ninguna parte del mundo. Ahí te das cuenta que la plata no sirve, sirve para vivir pero mañana no sirve para nada. Yo ya estoy hecho, me di todos los gustos y quiero seguir haciendo, lo que más me gustaría es que todos los pibes puedan ir a esquiar. Yo puse plata ahí y no tomé tierras, yo puse para que se lo quede Esquel. Sé que a muchos no les puede gustar mi manera, pero soy así y nunca le hice mal a nadie y me pasa que muchos vecinos me agradecen porque aprendieron a trabajar conmigo, no sabés lo lindo que es que te lo digan. No se puede ser en todo negativo, ojalá Esquel se desarrolle turísticamente de verdad y se sepa lo que tenemos.